Cen¨¢culo
En el refectorio menor del convento de San Marcos, en Florencia, hay un fresco de la ?ltima Cena, pintado por Dom¨¦nico Ghirlandaio. La mesa est¨¢ montada en un ambiente de gran lujo bajo dos arcos de un soportal renacentista, que dejan ver un jard¨ªn interior con p¨¢jaros, frutales cuajados, palmeras y cipreses. Desde el alf¨¦izar de una ventana un pavo real apunta con la cola plegada al centro de la escena. Entre algunos vasos de vino, varios panecillos y tres cuencos de cer¨¢mica, por todo el mantel blanco e impoluto hay diseminadas gran cantidad de cerezas, que est¨¢n puestas all¨ª no para que se las coma alguien, sino para darle un aire de primavera al ¨¢gape. El Maestro tiene a los disc¨ªpulos alineados, a derecha e izquierda, detr¨¢s de la mesa, con el bello Juan dormido en su regazo, a quien parece estar acariciando con mano dulce los rizos de oro. S¨®lo Judas se halla sentado enfrente del Maestro dispuesto a mojar el pan en el mismo plato, despu¨¦s de solventar sus diferencias. Detr¨¢s de Judas hay un gato, bien apalancado, mirando hacia el espectador, que, sin duda, espera que alg¨²n comensal le eche siquiera una miga, pero no una cereza. ?Qu¨¦ hace un gato en esta ?ltima Cena de Ghirlandaio? Cualquier Cen¨¢culo pintado en el quatroccento, no s¨®lo el de Leonardo da Vinci, contiene un enigma. En esta pintura de Ghirlandaio resulta evidente que el tercer disc¨ªpulo contando por la derecha es una mujer tocada con un manto rojo, lo mismo que Juan es tambi¨¦n una figura ambigua envuelta en delicados tonos azules. Puede que Jes¨²s de Nazaret anduviera predicando la buena nueva por los antros de Cafarnaum y que tuviera amores recios con una prostituta de Magdala hasta el punto de invitarla a la ?ltima Cena. Tampoco ser¨ªa nada extraordinario que, salvado en el ¨²ltimo momento de la Cruz, el Maestro huyera con su amante a la India donde tuvieron hijos, que se han perpetuado hasta hoy, de forma que un descendiente directo del Nazareno est¨¦ entre nosotros y pueda ser registrador de la propiedad o conductor de autob¨²s. Son fantas¨ªas. El verdadero enigma est¨¢ en el gato situado detr¨¢s de Judas a los pies de la mesa en el Cen¨¢culo. Existen dos posibilidades: que el Maestro le echara una miga o que se la echara Judas, que lo hicieran antes o despu¨¦s de que ese pan estuviera ya consagrado y que el gato comulgara, como un disc¨ªpulo m¨¢s, de la mano de Jes¨²s o a expensas del avieso Iscariote. Puesto que a los gatos no les gustan las cerezas, ¨¦ste es el ¨²nico misterio del c¨®digo Ghirlandaio.
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