Una 'historia de oro'
Gloria Iglesias, azafata, vive con 11 toxic¨®manos en su propia casa de acogida
?l pesaba 40 kilos. Ten¨ªa 34 a?os, sida y neumon¨ªa. Ella, azafata de Iberia, se lo encontr¨® un d¨ªa en su casa, m¨¢s muerto que vivo. Antonio y Gloria se conocieron hace seis a?os. ?l era toxic¨®mano y ella acababa de hipotecarse hasta las cejas para montar su propia casa de acogida para drogadictos. Es una de las historias de oro -acciones solidarias protagonizadas por gente an¨®nima- que Cruz Roja ha empezado a recoger en www.historiasdeoro.org.
La casa est¨¢ en pleno coraz¨®n de Madrid, justo detr¨¢s de la Gran V¨ªa. Gloria Iglesias, de 55 a?os, abre la puerta vestida con el uniforme. Por las tardes trabaja en la T-4 de Barajas; el resto del d¨ªa se dedica a arreglar seres humanos. No pertenece a ninguna organizaci¨®n. Ella es la ONG: Proyecto Gloria. "Siempre he tenido m¨¢s energ¨ªa de la que pod¨ªa asimilar y muchas ganas de ayudar. Para m¨ª es un don que tengo", explica.
"Nadie nos quer¨ªa de vecinos. Ni siquiera la Iglesia. Me disgust¨¦ mucho porque soy muy creyente"
Empez¨® a los 15 a?os trabajando con hijos de prostitutas y ni?os con s¨ªndrome de Down. A?os despu¨¦s subi¨® en uno de los trenes de la esperanza que viajan a Lourdes con enfermos. Iba en el vag¨®n de los seropositivos. Al bajar, decidi¨® que cuidar¨ªa a toxic¨®manos en su casa. Como en la suya no cab¨ªan, se puso a buscar una m¨¢s grande. "Nadie quer¨ªa tenernos de vecinos. Incluso la Iglesia me dijo que no. El arzobispado de Madrid alquilaba pisos en una casa que ten¨ªa en Manuel Becerra y me dijo literalmente que con este tipo de personas no quer¨ªan vivir. Me disgust¨¦ mucho porque soy muy creyente. Despu¨¦s encontr¨¦ otra casa", recuerda.
La de Gran V¨ªa es su segunda casa de acogida. Paga 1.800 euros al mes de hipoteca. "Cuando llegamos, esto era una pocilga. Los chicos la levantaron entera: pintaron, hicieron el suelo, las tuber¨ªas. Un amigo carpintero nos hizo las camas. Una mujer se ofreci¨® a limpiar la casa gratis. Cuando estaba realizando este proyecto, muchos me tacharon de loca, dejaron de llamarme. Afortunadamente, otras personas s¨ª lo entendieron y ayudaron", dice Gloria.
En alguna ocasi¨®n, pens¨® en tirar la toalla. "Es el voluntariado m¨¢s jodido. Es m¨¢s bonito ayudar a ni?os, mujeres maltratadas. Todo el mundo quiere ayudar a esos colectivos, es l¨®gico, pero nadie quiere o¨ªr hablar de los yonquis. Ellos me han ense?ado qu¨¦ es la tolerancia y la paciencia. Yo les he ense?ado a convivir y sobre a todo a querer, que no ten¨ªan ni idea de qu¨¦ era eso", a?ade.
"Ella sigue estruj¨¢ndonos aun sabiendo que somos piedras", escribieron los chicos hace tres a?os cuando presentaron a Gloria (sin que ella lo supiera) al premio de Voluntaria del A?o, que finalmente gan¨®. Son piedras, fantasmas, hasta que ella les encuentra, les pellizca y consigue que la vida vuelva a dolerles y a gustarles.
Como a Antonio. "Me lo trajeron muerto. Tardamos mucho en ponerlo en pie", recuerda Gloria. Antonio a?ade: "El m¨¦dico del albergue donde estaba me dijo que me quedaban ocho d¨ªas de vida y me sugiri¨® que los pasara en una casa con otros toxic¨®manos. Gloria me oblig¨® a comer, se empe?¨® en que viviera. Ver a alguien tan pendiente de m¨ª me dio ganas de vivir".
Despu¨¦s, Gloria le ense?¨® a leer y a escribir. Un compa?ero de Iberia le dio clases de matem¨¢ticas; otro, de ingl¨¦s. Y Antonio sali¨® del bache.
"Gloria es como una madre, con sus charlas y sus broncas. Tiene un car¨¢cter muy fuerte, pero es porque pelea por nosotros. En ninguno de los centros en los que he estado me han vigilado tanto", dice Gerardo, de 40 a?os, que lleva un a?o en la casa sin tomar drogas.
Gloria ejerce de madre hasta las ¨²ltimas consecuencias y eso incluye supervisar a las novias de sus acogidos. "Intento que me cuenten sus cosas. Les controlo. Sobre todo a los m¨¢s j¨®venes. Conozco a sus chicas para que no haya sorpresas", dice. En alguna ocasi¨®n ha tenido que traerse a alguno desde Las Barranquillas, el gran hipermercado de la droga de Madrid. "Cuando no s¨¦ d¨®nde est¨¢n, est¨¢n all¨ª. Intento convencerles de que est¨¢n metiendo la pata y los traigo de vuelta. Hace bastante que no voy all¨ª. Toquemos madera", concluye.
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