Ruptura en tres fases

El Partido Popular ha decidido quebrar la fluctuante l¨ªnea de apoyo a Rodr¨ªguez Zapatero que con bastantes reparos hab¨ªa seguido hasta ahora en el proceso para el final pactado de ETA. Para ello, Mariano Rajoy eligi¨® ayer una triple v¨ªa: anunciar en el pleno del Congreso "la ruptura de toda relaci¨®n" con el Ejecutivo, presentar un emplazamiento parlamentario en t¨¦rminos pol¨ªticos aparentemente racionales pero tramposos, y la movilizaci¨®n de sentimientos en la calle, abanderando una concentraci¨®n convocada por la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo que mezcla el rechazo a la negociaci¨®n con ETA con la siembra de sospechas insidiosas sobre la autor¨ªa de la matanza del 11-M.

De nada sirvi¨® la exhortaci¨®n de Rodr¨ªguez Zapatero a Rajoy de que reconsiderase su actitud porque "la paz y los ciudadanos [...] lo que no merecen es romper nada entre los dem¨®cratas". Y no sirvi¨®, entre otras cosas, porque el Partido Popular hab¨ªa decidido de antemano su estrategia de enfrentamiento total, perceptible ya en filigrana en la resoluci¨®n defendida ayer por Rajoy en el Congreso. En ella emplaza al Gobierno y los grupos parlamentarios a declarar su reconocimiento a las v¨ªctimas y a proclamar que no habr¨¢ contrapartidas pol¨ªticas, no se har¨¢n concesiones pol¨ªticas sobre autodeterminaci¨®n y Navarra, no se paralizar¨¢ la actividad de jueces y polic¨ªas contra ETA y no se hablar¨¢ con Batasuna mientras no desaparezca la banda terrorista.

La actitud del Gobierno respecto a esas eventuales contrapartidas la reiter¨® Zapatero la semana pasada en el debate del estado de la naci¨®n, y fue inequ¨ªvoca. La inexistencia de cualquier tregua por parte del Estado de derecho ha quedado patente con la detenci¨®n del presunto jefe del aparato de extorsi¨®n de la banda y con las iniciativas del juez Grande-Marlaska, que mantiene vivos los procedimientos abiertos.

Sin embargo, la propuesta es tramposa porque en el momento actual el Gobierno no se puede comprometer a no dialogar con ETA y Batasuna antes de la desaparici¨®n definitiva de la banda. Lo deseable ser¨ªa que ETA anunciara su autodisoluci¨®n, pero la realidad resulta m¨¢s complicada. Lo esencial es que se han cumplido tres a?os sin muertos, y hoy hasta los m¨¢s incondicionales del mundo etarra dan por establecido que la violencia es cosa del pasado y la estrategia terrorista no da m¨¢s de s¨ª. Ello permite augurar que no habr¨¢ vuelta atr¨¢s, aunque seguramente no faltar¨¢n amenazas y desplantes.

Para hacerles frente ser¨¢ entre conveniente e imprescindible la complicidad de Gobierno y oposici¨®n. Ello implica que el Gobierno est¨¢ obligado a hacer ciertas cosas (y a evitar hacer otras) con la mirada puesta en favorecer ese entendimiento. Zapatero subray¨® ayer la diferencia entre la actitud del PSOE en la anterior tregua de ETA y la del PP ahora: el marcaje a la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno, incluyendo preguntas en las sesiones de control sobre cuestiones muy delicadas, o el recurso a descalificaciones tan burdas como la acusaci¨®n de "traicionar a los muertos" de hace un a?o, o el ofensivo silogismo de Acebes anteayer, que identifica la estrategia actual del Gobierno con la de ETA.

Tiene raz¨®n el Gobierno en lanzar esos reproches, pero ello no deber¨ªa servirle de disculpa para ignorar sus propias equivocaciones. Si era necesario adelantar el momento del di¨¢logo con Batasuna -por razones que han ido conoci¨¦ndose a posteriori- tendr¨ªan que hab¨¦rselo comunicado as¨ª al l¨ªder de la oposici¨®n. Lo que da sentido al acuerdo de interlocuci¨®n directa Zapatero-Rajoy (y no PSOE-PP) es una confidencialidad que a veces puede ser imprescindible.

Hay sectores en el PP, por desgracia muy influyentes, que, con independencia de la actitud del Gobierno, s¨®lo buscan motivos para la ruptura, deseosos de que Zapatero se estrelle. Pero no parec¨ªa ser ¨¦sa la actitud de Rajoy en este asunto, como m¨ªnimo, hasta ahora. Duran i Lleida se?al¨® con acierto que si el intento fracasa no ser¨¢ por culpa del Gobierno o de la oposici¨®n, sino de ETA, y llam¨® a no hacer el juego a los terroristas, siempre interesados en que los dem¨®cratas se peleen.

La disponibilidad para mejorar la comunicaci¨®n con el PP esbozada el lunes por el ministro Rubalcaba y reiterada ayer por Zapatero contra viento y marea podr¨ªa indicar la conciencia de haber cometido alg¨²n error, pero parece haber llegado tarde. Porque el episodio del anuncio de contactos con Batasuna ha sido interiorizado por el PP como un pretexto para la ruptura. Que ya lo ten¨ªan en la cabeza lo demuestra su apoyo incondicional, si no inspiraci¨®n, a la concentraci¨®n del s¨¢bado en Madrid y a sus consignas.

Al poner ayer a votaci¨®n un paquete de proclamaciones que mezclan principios compartidos con compromisos que consideran inasumibles por el Gobierno, el PP pretende deslizar la idea de que los que voten en contra estar¨¢n reconociendo su disposici¨®n a pagar un precio a ETA en t¨¦rminos de autodeterminaci¨®n, anexi¨®n de Navarra, dejar de perseguir delitos y no apoyar a las v¨ªctimas. Todo ello como carga de profundidad para la concentraci¨®n del s¨¢bado, que pretende convertirse en un acto de deslegitimaci¨®n del Gobierno en el momento en que m¨¢s necesita la legitimidad para hacer frente a los chantajes y amenazas de ETA, que no faltar¨¢n. La inclusi¨®n entre los lemas de una referencia venenosa al 11-M indica, adem¨¢s, que el primer partido de la oposici¨®n cede a la presi¨®n de los m¨¢s furiosos demagogos.