La geopol¨ªtica del f¨²tbol
En el f¨²tbol, la derrota nunca es definitiva, pero siempre es apasionada. Para los amantes de ese deporte, la FIFA (el organismo regulador del f¨²tbol internacional) deber¨ªa haber sido galardonada con el Premio Nobel de la Paz hace mucho tiempo. Para otros, exasperados por el balompi¨¦ y las emociones que despierta, el deporte ya no es un juego, sino un tipo de guerra que aviva los sentimientos nacionalistas m¨¢s b¨¢sicos.
?Existe una relaci¨®n entre el f¨²tbol (y el deporte en general) y el esp¨ªritu de nacionalismo y militarismo? Durante la Edad Media, el deporte sol¨ªa estar prohibido en Inglaterra, porque se practicaba a expensas del entrenamiento militar. Despu¨¦s de la derrota de Francia ante la Alemania de Bismarck en la guerra franco-prusiana, el bar¨®n Pierre de Coubertin (que volvi¨® a lanzar los Juegos Ol¨ªmpicos unas d¨¦cadas m¨¢s tarde) aconsej¨® una renovaci¨®n del ¨¦nfasis nacional en el deporte, que por entonces se entend¨ªa como una forma de preparaci¨®n militar.
En un partido de f¨²tbol, los rituales -las banderas ondeando, los himnos nacionales, los cantos colectivos- y el lenguaje que se emplea (el encuentro comienza con un "estallido de hostilidades", uno "bombardea" la porter¨ªa, hace saltar por los aires la defensa y lanza un "misil") refuerzan la percepci¨®n de una guerra por otros medios. Y de hecho, han estallado guerras reales por el f¨²tbol. En 1969, Honduras y El Salvador se enfrentaron tras un partido de clasificaci¨®n para la Copa del Mundo.
Al parecer, los partidos de f¨²tbol pueden revivir rivalidades nacionales y conjurar los fantasmas de guerras pasadas. Durante la final de la Copa de Asia, en 2004, que enfrent¨® a China y Jap¨®n, los seguidores chinos lucieron uniformes militares japoneses al estilo de los a?os treinta para expresar su hostilidad hacia el equipo nip¨®n. Otros aficionados chinos bland¨ªan carteles con el n¨²mero "300.000", una referencia a la cifra de chinos asesinados por el ej¨¦rcito japon¨¦s en 1937. Pero ?de verdad podemos decir que el f¨²tbol sea responsable de las malas relaciones diplom¨¢ticas actuales entre China y Jap¨®n? Por supuesto que no. La hostilidad en el terreno de juego apenas refleja las tensas relaciones existentes entre ambos pa¨ªses, que soportan el peso de una historia dolorosa. Al otro extremo del espectro, la dram¨¢tica semifinal entre Francia y Alemania jugada en Sevilla en 1982 no tuvo efectos pol¨ªticos, ni para las relaciones diplom¨¢ticas entre los dos pa¨ªses ni para las relaciones entre los dos pueblos. El antagonismo qued¨® confinado al estadio, y acab¨® cuando lo hizo el partido.
Lo que verdaderamente ofrece el f¨²tbol es una zona residual de enfrentamiento que permite una expresi¨®n controlada de la animosidad y no afecta a los ¨¢mbitos m¨¢s importantes de interacci¨®n entre los pa¨ªses. Francia y Alemania pronto tendr¨¢n un ej¨¦rcito com¨²n -ya utilizan la misma divisa-, pero la supervivencia de los equipos nacionales canaliza, dentro de un marco estrictamente limitado, la persistente rivalidad que existe entre los dos pa¨ªses.
El f¨²tbol tambi¨¦n puede ser una ocasi¨®n para los gestos positivos. En 2002, la organizaci¨®n conjunta de la Copa del Mundo por parte de Jap¨®n y Corea del Sur ayud¨® a acelerar la reconciliaci¨®n bilateral. La actuaci¨®n de los jugadores surcoreanos fue aplaudida incluso en Corea del Norte. De hecho, el deporte parece ser el mejor bar¨®metro de las relaciones entre el dividido pueblo coreano.
Adem¨¢s, el f¨²tbol, m¨¢s que los discursos dilatados o las resoluciones internacionales, puede contribuir a inducir un avance hacia soluciones pac¨ªficas para conflictos militares. Despu¨¦s de su clasificaci¨®n para la Copa del Mundo de este a?o, el equipo nacional de Costa de Marfil, que incluye a jugadores del norte y el sur, se dirigi¨® a todos sus compatriotas y pidi¨® a las facciones enfrentadas que dejaran las armas y pusieran fin al conflicto que ha arrasado su pa¨ªs. Despu¨¦s de que el presidente de Hait¨ª Jean-Bertrand Aristide fuera derrocado hace unos a?os, el equipo de f¨²tbol brasile?o actu¨® como embajador para las fuerzas de paz de Naciones Unidas encabezadas por Brasil. Y cuando un conflicto toca a su fin, desde Kosovo hasta Kabul, el f¨²tbol es el primer indicio de que una sociedad est¨¢ volviendo a la normalidad.
El ex presidente de la FIFA Jo?o Havelange a menudo so?aba con un partido de f¨²tbol entre israel¨ªes y palestinos: el entonces vicepresidente de Estados Unidos Al Gore consideraba ese encuentro un medio para ayudar a Washington a resolver el conflicto palestino-israel¨ª. Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa llegue a celebrarse. Sin duda, el partido de f¨²tbol entre Ir¨¢n y Estados Unidos de 1998 ofreci¨® un momento de fraternizaci¨®n entre ambos equipos. Otro encuentro entre esos dos pa¨ªses podr¨ªa ser ¨²til en estos momentos dif¨ªciles.
El f¨²tbol es ¨²til porque permite enfrentamientos simb¨®licamente limitados y sin grandes riesgos pol¨ªticos. Su impacto en la opini¨®n p¨²blica nacional e internacional es amplio, pero no profundo. Como dijo el soci¨®logo Norbert Elias: "Los espectadores de un partido de f¨²tbol pueden disfrutar de la emoci¨®n m¨ªtica de las batallas que se libran en el estadio, y saben que ninguno de los jugadores sufrir¨¢ da?o alguno".
Como en la vida real, los aficionados pueden estar divididos entre sus esperanzas de victoria y el temor a una derrota. Pero en el f¨²tbol, la eliminaci¨®n de un adversario es siempre temporal. Siempre es posible un partido de vuelta. Como franc¨¦s, espero con impaciencia el encuentro entre Francia y Alemania en la pr¨®xima Copa del Mundo. Pero quiero que Francia se vengue por su derrota en la ¨²ltima Copa del Mundo en Sevilla, y no por su derrota en Verd¨²n.
Pascal Boniface es director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estrat¨¦gicas (IRIS) de Par¨ªs. Su libro m¨¢s reciente es Football et Mondialisation. Traducci¨®n de News Clips. ? Project Syndicate, 2006.
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