"Un director no puede envejecer con sus actores"
Francis Veber lleva 40 a?os trabajando en el mundo del cine. Primero, como guionista, luego como realizador y autor de sus obras, casi siempre comedias. Una parte de su carrera se ha desarrollado en los EE UU, donde ha adaptado alguno de sus filmes para actores americanos. Ahora se estrena en Espa?a su ¨²ltima comedia, La doublure (El juego de los idiotas), protagonizada por Daniel Auteuil, Alice Taglioni, Gad Elmaleh, Kristin Scott-Thomas, Virginia Ledoyen y Richard Berry.
P. ?Cu¨¢l es el punto de partida de La doublure?
R. Quer¨ªa ver qu¨¦ sucede cuando se encuentran dos hombres que, en la vida real, nunca debieran ni cruzarse: un millonario tipo tycoon, una especie de Berlusconi, y un aparcacoches. El segundo, por casualidad, aparece en una foto en la que el millonario discute con su amante en plena calle. Cuando la esposa reclama explicaciones, al millonario s¨®lo se le ocurre decir que la chica de la foto sale con el otro, con el infeliz desconocido de la foto. Y ya tenemos el equ¨ªvoco montado. Al aparcacoches le obligan a acoger a la amante, una top-model, en su modesto apartamento. La realidad ha de plegarse a los deseos del dinero. Y ah¨ª tenemos la oportunidad de contemplar como se mueven dos peces fuera del agua.
"La comedia exige un trabajo artesanal del gui¨®n y eso ya no se hace porque se escribe para adolescentes"
P. El aparcacoches se llama Francis Pignon, como todos sus antih¨¦roes.
R. Y como todos mis Francis Pignon es un tipo al que escogen los otros, el azar, pero ¨¦l no puede escoger. Vive una aventura que le supera, de la que no conoce los resortes pero que le mejora como ser humano. En 1976, en mi primer filme, Le jouet, un millonario compraba un hombre para que sirviese de juguete a su hijo. Lo que menos soporto en la gente es el menosprecio. Sabe, a un general franc¨¦s, en noviembre de 1914, le mostraron, temblando de fr¨ªo, los 3.000 senegaleses que le llegaban como refuerzo. Su ¨²nico comentario fue: "a consumir antes del invierno". Eso es el menosprecio.
P. Detr¨¢s de sus comedias, sosteni¨¦ndolas, est¨¢ un mecanismo de relojeria.
R. En la cr¨ªtica que han publicado en Variety aseguran que viendo el filme no dejas de o¨ªr el "metr¨®nomo". Me obsesiona el ritmo. No me gustan las pel¨ªculas que se parecen a la cocina americana, a esos platos en los que hay de todo y demasiado, que te los sirven junto con el doggy-bag para que te lleves a casa lo sobrante. Frank Capra dec¨ªa que el ¨²nico pecado mortal era aburrir. Hoy el espectador, acostumbrado al zapping, no aguanta excesos explicativos...
P. ?Y de ah¨ª ese arranque?, con una sucesi¨®n brillante de elipsis.
R. No pod¨ªa perder tiempo explicando c¨®mo se identificaba y localizaba a Pignon, de la misma manera que hab¨ªa que resolver la instalaci¨®n de la top-model en la covacha de Pignon. En mis filmes precedentes, para acelerar, recurr¨ªa a las acciones montadas en paralelo pero luego me he dado cuenta de que el espectador s¨®lo recuerda la acci¨®n principal. ?Qui¨¦n recuerda hoy los discursos de Bill Murray sobre el oficio de actor en Tootsie? ?Y qui¨¦n recuerda que Jean-Pierre Leaud era un personaje importante en El ¨²ltimo tango en Par¨ªs? No acepto que un director, una vez acabado el rodaje, se encuentre con que ha superado en 40 minutos la duraci¨®n prevista. Pero en mi pr¨®xima pel¨ªcula, sin perder ese control, quiero limar la vertiente mec¨¢nica, matem¨¢tica, del c¨¢lculo.
P. Usted trabaja con regularidad a uno y otro lado del Atl¨¢ntico.
R. ?Y eso me obliga a pensar de otra manera mis historias! Para un americano que la top-model acepte irse a vivir unos d¨ªas al apartamento de Pignon es un problema de dinero. En Francia eso la convierte en una puta. Por eso busqu¨¦ otra explicaci¨®n. Ya sabe eso que se dice que los americanos tienen coraz¨®n pero no alma. Son beb¨¦s que pasan el rato apu?al¨¢ndose.
P. Pero las leyes a partir de las que se rige su mundo del espect¨¢culo son m¨¢s y m¨¢s universales.
R. No hace tantos a?os exist¨ªa la comedia italiana, la espa?ola, la inglesa, la francesa y, por descontado, la americana. Ahora reina la parodia o la burla. Es otra cosa. La comedia exige un trabajo artesanal a nivel de gui¨®n y eso ya no se hace porque se escribe para adolescentes. Y los adolescentes ni leen cr¨ªticas ni prestan demasiada atenci¨®n a lo que dicen otros. Para ellos la referencia es el tr¨¢iler y el reparto. Y el reparto exige que los actores tengan su edad. La pel¨ªcula se estrena, con centenares de copias, y la primera semana recauda lo que ha de recaudar. Los accionistas respiran. Hoy Michele Pfeiffer no puede hacer cine porque es mayor, es decir, ya no tiene 18 a?os. Y como ella, tantas otras y otros. Por eso ha pasado a ser verdad esa m¨¢xima cruel que asegura que un director no puede envejecer con sus actores.
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