1.800 gramos de hierba
La poes¨ªa completa de Walt Whitman se re¨²ne en un ¨²nico volumen biling¨¹e
Hojas de hierba apareci¨® en 1855. Con ¨¦l, Walt Whitman contribuy¨® a revolucionar la poes¨ªa del mundo, y a¨²n hoy, 114 a?os despu¨¦s de su muerte, se le lee como si estuviera vivo. Un volumen, que incorpora la traducci¨®n espa?ola y el original ingl¨¦s, re¨²ne desde esta semana este m¨ªtico canto. La edici¨®n es de Visor. Incorpora los pr¨®logos de Whitman a las sucesivas ediciones de su famoso poema. El libro pesa 1.805 gramos. Casi dos kilos de hierba.
Adem¨¢s de los pr¨®logos, Visor ha incorporado las reflexiones del traductor, el ecuatoriano Francisco Alexander, que dio por concluido su esfuerzo de traducir a Whitman el 12 de junio de 1952. Hab¨ªa estudiado m¨²sica en Estados Unidos y se hab¨ªa dedicado, como un forzado, a penetrar en el mundo de Whitman convencido de que trabajaba con la obra del "m¨¢s grande poeta norteamericano".
Whitman naci¨® en 1819 y muri¨® siete d¨¦cadas m¨¢s tarde; Alexander (que naci¨® en 1910 y muri¨® en 1988) lo retrata como un hombre que tuvo "el valor de ser un bohemio" que desarroll¨® todos los oficios: "Maestro de escuela, carpintero, tip¨®grafo, director de peri¨®dicos, empleado p¨²blico, enfermero de hospitales". Fue, como Baudelaire (a quien lo equipara el editor de la obra, Jes¨²s Garc¨ªa S¨¢nchez, "como uno de los dos adelantados de la poes¨ªa moderna") un gran contemplador de su propio ego. Lo pone en el frontispicio de sus Hojas de hierba: "Canto el yo, persona simple, separada; / No obstante, pronuncio la palabra democr¨¢tica, la palabra En Masa".
Un precursor. Ana Mar¨ªa Moix, poeta que lo ley¨® de jovencita, no pudo reprimir sus reticencias cuando se enfrent¨® a ¨¦l, "?aquella irritante exaltaci¨®n americana!", pero luego descubri¨® fascinada "que cuando era peor era mejor". Y explica con una an¨¦cdota la paradoja. Iba por la playa de Calafell, al encuentro de su amigo Carlos Barral. "Estoy feliz", le dijo Barral; "intentaba meter en un poema la palabra petardo y al fin lo he conseguido". "?Y Whitman", se?ala Ana Mar¨ªa Moix, "era capaz de poner esa palabra, democracia, al principio de sus cantos, como un petardo!". "A veces parece un atlas, pero tiene una fuerza que te llega. ?Y c¨®mo maneja el verso libre!".
Ese vendaval arras¨® la poes¨ªa del mundo y lleg¨® casi con la misma fuerza hasta la generaci¨®n beat, que hizo de la palabra hierba, central en Whitman, el emblema de una generaci¨®n. Francisco Brines, que acaba de ingresar en la Academia hablando de Cernuda, ve en Whitman un precursor del cine, nada menos. "Lo le¨ª en las traducciones de Borges y de Le¨®n Felipe... En seguida te das cuenta de que lo que late en Whitman es la modernidad". S¨ªntomas: nace en Nueva York, se fija en lo urbano, ve nacer el pa¨ªs y lo cuenta, e introduce rasgos que adelantan lo que va a ser el cine. "Relata miradas que son insinuaciones cinematogr¨¢ficas, ve crecer Manhattan ya como un escenario espectacular, ofrece en versos la sensaci¨®n que se produce cuando corre un coche de caballos, cuando estalla un l¨¢tigo, c¨®mo mira el cochero...".
En esa apuesta por la modernidad, dice Brines, "Whitman introduce la insinuaci¨®n de la homosexualidad como elemento liberador", y ¨¦sa es una novedad en la poes¨ªa de la ¨¦poca, a la que el poeta norteamericano confiere "una mirada limpia, nueva; cuenta algo que nunca antes hab¨ªa sido contado".
Se le sigue leyendo como "el poeta del gran optimismo", dice Luis Garc¨ªa Montero. Influy¨® en Lorca, pero mientras ¨¦ste ve¨ªa a los vivos "crecer como muertos", el norteamericano ve¨ªa a los muertos "crecer como vivos"... "Los muertos de Whitman crecen como la hierba". Sigue presente en Le¨®n Felipe, y est¨¢, c¨®mo no, dice Montero, en la generaci¨®n beat; "¨¦stos le dieron a la palabra hierba un significado que ya domin¨® una cultura, que viene de Whitman".
Felipe Ben¨ªtez Reyes lo empez¨® a leer "cuando era un adolescente, que es tal vez la ¨¦poca id¨®nea para leerlo, porque en su obra hay un componente de exaltaci¨®n que me temo que el paso del tiempo atempera demasiado". Le "deslumbr¨®" su poder¨ªo verbal y sensorial, "pero no creo haber merecido su influencia". Ben¨ªtez Reyes recuerda la admiraci¨®n de Borges por Whitman: "Una admiraci¨®n desconcertante, pues Borges ten¨ªa un talante po¨¦tico del todo distinto. Es una de esas afinidades curiosas, quiz¨¢ porque todo poeta busca complicidad en po¨¦ticas muy alejadas de la suya, en contra de lo que pudiera suponerse".
Y Manuel Rivas dice: "Como muchos otros autores, Whitman lleg¨® de la mano de mi hermana Mar¨ªa. ?ramos adolescentes, ella un a?o mayor, pero ese a?o de diferencia equival¨ªa al siglo de las luces. Era una edici¨®n humilde de Hojas de hierba. Tuvo el mismo efecto que una de esas zambullidas en el mar, que agita y une cuerpo y mente en la misma sorpresa, y de la que emerges con una alegr¨ªa encarnizada. En aquellos que empezamos a escribir a principios de los setenta, hab¨ªa una atracci¨®n irresistible por la desesperaci¨®n. El acto de leer a Whitman signific¨® algo semejante a un nuevo bautismo: ver la vida como una turbulenta bendici¨®n. Resuelve de una forma magn¨ªfica el dilema de lo local y lo universal en el que est¨¢n enzarzados viejos y nuevos provincianos: 'Whitman, cosmos, de Manhattan, hijo".
Le preguntamos a una joven poeta cordobesa, Alejandra Vanessa (25 a?os, s¨®lo un libro hasta ahora). No lo hab¨ªa le¨ªdo. Lo busc¨® en Internet, y nos dijo: "Los poemas de amor me han parecido simplones, ?pero c¨®mo usa la naturaleza para explicar sus preocupaciones! ?Es muy envolvente, te lleva por donde quiere!".
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