C¨®mo ganar un Mundial sin salir de casa
Si el bal¨®n no fuera redondo, todos entender¨ªamos de f¨²tbol. De hecho, un 31 de octubre de 1962, Salvador Dal¨ª me dijo: "En el f¨²tbol no puede ir nada bien hasta que no se utilice el bal¨®n hexagonal". Sin embargo, mientras el mundo sea m¨¢s o menos redondo, por aquello que dicen de que est¨¢ achatado por los polos, el bal¨®n seguir¨¢ siendo el problema. No s¨®lo por redondo sino, y sobre todo, porque, adem¨¢s de redondo, cuando le dan patadas, rueda.
Ante tan impertinente cualidad, no hay t¨¢cticas ni teor¨ªas que se resistan. Por supuesto, los opinantes podr¨¢n adecuar sus opiniones a la repetici¨®n televisiva de la jugada o a los criterios de los cronistas del d¨ªa siguiente. Pero, como en la vida, la historia llega, por lo menos, un telediario tarde y el acontecer siempre se anticipa a la noticia. Esa es, sin duda, la nada metaf¨®rica raz¨®n por la que el f¨²tbol desata las pasiones y el cord¨®n de nuestros zapatos haci¨¦ndonos tropezar a la hora de predecir.
PATADAS A LA LUNA
El bal¨®n que rueda (o vuela) se topa a veces, en irrepetible sincron¨ªa, con un pie (o una cabeza) y sus inapelables consecuencias dan al traste con las m¨¢s exultantes expectativas o, por el contrario, nos exaltan como si fueran el resultado de nuestra hipot¨¦tica participaci¨®n en el juego. No tan hipot¨¦tica. De hecho, todos hemos marcado m¨¢s de un gol en la vida desde las gradas de un estadio, desde el mostrador de un bar o desde el sill¨®n del sal¨®n. Tambi¨¦n hemos fallado la patada, y el bal¨®n se nos ha ido a la luna. En eso, cualquiera puede emular al mejor profesional. La realidad es que todos hemos sido seleccionados para jugar este Mundial sin necesidad de salir de casa. Un Mundial tan real y virtual como esos que ya se diluyen en la pantalla de la memoria.
En lo que a m¨ª concierne, todav¨ªa recuerdo aquel gol de Adelardo que, un 6 del 6 del 62, marqu¨¦ de chilena en Chile a Brasil desde el sof¨¢ de mi piso en Barcelona y que un maldito ¨¢rbitro me anul¨® por... ?juego peligroso! Asimismo, recuerdo con rotunda precisi¨®n aquel otro gol de Michel que tambi¨¦n marqu¨¦ a Brasil, un 1 de junio de 1986 en M¨¦xico, desde fuera del ¨¢rea y desde un televisor de Madrid, y... ?me lo volvieron a anular! Si esos dos lapsos arbitrales no lo hubieran evitado, podr¨ªa haber contribuido con mis goles virtuales a que el historial de nuestra Selecci¨®n no fuera tan precario. Ahora que se nos ofrece otra oportunidad, vuelvo del pasado para jugar este Mundial con todos y brindar, de paso, para que los funestos agoreros que ¨²ltimamente proliferan nos dejen, al menos, jugar en paz.
Gonzalo Su¨¢rez, escritor y cineasta, recupera el seud¨®nimo de Mart¨ªn Girard con el que firm¨® como periodista deportivo en los a?os sesenta y con el que acaba de publicar La suela de mis zapatos.
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