Montevideo a media luz
En los tiempos de Tabar¨¦ V¨¢zquez, los uruguayos afrontan el futuro con el ritmo pausado que les caracteriza
En Montevideo se vive a media luz; el 20 de mayo ¨²ltimo en esta ciudad incendiada por la memoria se encendieron, como cada a?o desde hace muchos, las velas por los muertos y por los desaparecidos que caus¨® la dictadura que dur¨® entre 1973 y 1984 y que tuvo las complicidades de Argentina, Chile y Estados Unidos. Fue ¨¦poca terrible, imborrable, y hoy est¨¢ presente a¨²n en el semblante de los que pasean y se re¨²nen.
Esa memoria pesa como una losa sobre la capital y sobre el pa¨ªs, tres millones y medio de habitantes, "tres millones y medio de lectores y de entrenadores de f¨²tbol", como dice Eduardo Galeano. La victoria electoral de Tabar¨¦ V¨¢zquez, del Frente Amplio, en 2004, acab¨® con 174 a?os de poder de los partidos tradicionales, y ha hecho que la gente albergue la esperanza de que se haga otra luz en el semblante del paisito. Tienen prisa; no lo muestran.
Uruguay tiene tres millones y medio de habitantes, "tres millones y medio de lectores y de entrenadores de f¨²tbol", como dice el escritor Eduardo Galeano
Se cree que Tabar¨¦ ser¨¢ capaz de ilusionar otra vez a estas personas desencantadas que beben mate en la calle y que recuerdan el pasado como si fuera una losa
Los uruguayos son melanc¨®licos, y si ves su arte, su literatura, el modo de caminar, la forma de re¨ªr, te das cuenta de que procuran no hacer m¨¢s ruido que el imprescindible
Roy Berocay (escritor): "Los argentinos son m¨¢s italianos y los uruguayos son m¨¢s espa?oles". M¨¢s apocados, quiso decir, porque los espa?oles del exilio vinieron sin alardear
Se dijo mucho, durante la dictadura, ese t¨®pico de que en el puerto de Montevideo se colg¨® un cartel: "El ¨²ltimo, que apague la luz". La democracia no ha atra¨ªdo a tantos, y muchos se siguen yendo, el pa¨ªs se despuebla; despu¨¦s de Montevideo todo es tierra y vacas, nos dijo alguien.
Ahora se tiene la impresi¨®n de que Tabar¨¦ (que tiene el mismo nombre que los cuadernos escolares en los que a¨²n escriben sus copiados los chicos de Uruguay) ser¨¢ capaz de ilusionar otra vez a estas personas desencantadas que beben mate en la calle y que recuerdan el pasado como si fuera una losa.
Hasta que digan abiertamente la palabra ilusi¨®n pasar¨¢ alg¨²n tiempo; se ve en los rostros, se oye en las conversaciones, se tiene constancia de ello. Pero tienen abierta, dicen, una rendija de luz. De media luz. Y aunque ya la dictadura es una huella lejana, sigue siendo profunda.
La noche en que se conmemoraba, en medio de una consternada melancol¨ªa, el asesinato de Zelmar Michelini, l¨ªder progresista uruguayo que fue secuestrado y torturado -con H¨¦ctor Guti¨¦rrez Ruiz, diputado del Partido Nacional- en Buenos Aires por sicarios de la dictadura uruguaya, las velas eran m¨¢s potentes que las luces de las calles por las que desfilaban miles de rostros en silencio, portando los nombres de sus deudos, v¨ªctimas de militares que siguen como si ellos no hubieran dejado a media luz la vida de este pa¨ªs.
Le pregunt¨¦ al escritor Mario Delgado Apara¨ªn cu¨¢l ser¨ªa el estado de ¨¢nimo de esta gente hoy, y me dijo: "De vigilia optimista".
El Goyo
Ha habido una t¨ªmida aproximaci¨®n al arrepentimiento de un grupo de militares; la ley de punto final (Ley de Caducidad de la Pretensi¨®n Punitiva del Estado: as¨ª se llama oficialmente) que aprob¨® el Parlamento uruguayo en diciembre de 1986, fue refrendada luego por la mayor¨ªa de la gente, pero sigue despertando reticencias en sectores de la poblaci¨®n, y en los graffiti; este martilleo callejero de la conciencia fue el que finalmente provoc¨® hace unas semanas una declaraci¨®n de alivio de pena, de descargo de conciencia, de un grupo de militares. Pero le preguntaron al general Gregorio ?lvarez, El Goyo, que fue el ¨²ltimo militar que presidi¨® el pa¨ªs, si ¨¦l tambi¨¦n estar¨ªa dispuesto a mostrar asomos de arrepentimiento. Lo vi diciendo en televisi¨®n: "?Arrepentirme yo? Prefiero caer de espaldas que caer de rodillas". Se lo reprocharon; sigui¨® desafiando.
El orgullo
Hay muchas razones para el orgullo de Uruguay, y muchas son conocidas: este pa¨ªs conoci¨® antes que Espa?a, por ejemplo, el divorcio, el sufragio universal, el sufragio de las mujeres; las mujeres disfrutaron, desde el siglo XIX, de un privilegio raro: se pod¨ªan sentar para trabajar en sus oficios... No les gusta que les manden, y sufrieron la contradicci¨®n sangrienta de la presi¨®n. Un escritor, Roy Berocay, cont¨® esta an¨¦cdota: "En Colonia, cerca de Montevideo, la Intendencia (Alcald¨ªa) decret¨® el uso obligatorio del casco para andar en moto. Eso despert¨® las inmediatas iras de los ciudadanos, que realizaron manifestaciones contra la sede de la Intendencia y promueven ahora convocar a un refer¨¦ndum contra la medida. El argumento principal es que nadie puede obligarlos a usar casco si no quieren, porque eso atenta contra su libertad". Nadie ha protestado, sin embargo, porque les hayan impedido fumar en todas partes, ese pa¨ªs que tanto fum¨®.
Le pregunt¨¦ a Enrique Mrak, investigador, periodista, cu¨¢l ser¨ªa su propio orgullo de Uruguay, y dijo: "La escuela laica". La escuela laica, explic¨® Enrique, naci¨® por un decreto de 1877, ?en medio de la ¨¦gida del dictador Latorre! Despu¨¦s se qued¨® pensando Enrique y a?adi¨®: "La escuela laica, gratuita y obligatoria". Y a¨²n se qued¨® m¨¢s pensativo, hasta que a?adi¨®: "F¨ªjate, mi madre era limpiadora en una escuela, y all¨ª me pari¨®, en una sala. Entonces los mujeres no paraban para parir, segu¨ªan trabajando, y ella sigui¨® limpiando la escuela hasta que aparec¨ª yo". Su tatarabuela pari¨® a su bisabuelo en un barco de cabotaje que iba de Buenos Aires a S?o Paulo y que encall¨® en Punta del Este. Montevideo se fue haciendo as¨ª: antes lo fundaron trece familias canarias. Ahora es un conglomerado de procedencias; el list¨ªn telef¨®nico representa al mundo. Y Mrak no es el nombre m¨¢s raro.
Whisky
Enrique Mrak hace una secci¨®n en la revista B¨²squeda y en ella trata de identificar situaciones que ocurren en su pa¨ªs o en el mundo con las numerosas pel¨ªculas que ha visto. Le preguntamos qu¨¦ pel¨ªcula ser¨ªa Uruguay. ?l dice que Whisky, un filme uruguayo que tambi¨¦n se estren¨® en Espa?a, con ¨¦xito. "Cuenta la vida en una vieja f¨¢brica de medias que regenta un hombre cuyo hermano va a visitarle; le da verg¨¹enza que su hermano sepa que est¨¢ solo y hace que su empleada m¨¢s fiel figure como su esposa... La mujer, enamorada, le sigue su juego, y se entusiasma, y le da al hombre una ilusi¨®n inusitada... El final queda abierto, como el de Uruguay". Como la mujer en la pel¨ªcula, es posible que Tabar¨¦ V¨¢zquez, dice Enrique, sea ahora el que rompa la monoton¨ªa que vive el pa¨ªs desde hace a?os, el que acabe con la resignada paciencia del Uruguay de Onetti, el Uruguay que sigue presentando en el parque m¨®vil que deambula por sus calles el aire de siglo XIX que a¨²n tienen los caf¨¦s y los boliches que ha historiado recientemente Mario Delgado Apara¨ªn. Y para apurar los s¨ªmbolos, Enrique Mrak cuenta un chiste tan famoso como el falso letrero que rezaba durante la di¨¢spora que se produjo en plena dictadura El ¨²ltimo, que apague la luz: cuando se anuncie el fin del mundo, y como aqu¨ª todo se hace tan lentamente, "el aeropuerto se colapsar¨¢, lleno de gente que cree que aqu¨ª esa hecatombe tambi¨¦n llegar¨¢ con una d¨¦cada de retraso".
T¨¢, t¨¢
Comemos con Mario Benedetti y con su hermano Ra¨²l, ocho a?os m¨¢s joven que el poeta y novelista uruguayo que acu?¨® la expresi¨®n desexilio cuando pudo regresar a su pa¨ªs. Mario ha convertido su obra en un monumento a Uruguay, al amor, y al dolor que despierta el conocimiento de la historia de este pa¨ªs; le rodean editores, escritores, amigos suyos, y tratamos de conocer c¨®mo ven ellos las diferencias entre argentinos y uruguayos, un tema tan suculento all¨¢. Mario dijo en seguida: "En que los uruguayos decimos t¨¢". T¨¢ es una expresi¨®n de acuerdo, es veloz y simp¨¢tica. Pero hay otras diferencias, claro, y las fueron desgranando los comensales: que, a diferencia de los argentinos, los uruguayos toman mate en la calle, y, en efecto, van con sus enormes termos y sus calabazas cebando la yerba y absorbiendo en cualquier parte, en las colas, en las manifestaciones. Otras diferencias: que dicen gurises (chicos) donde los argentinos dicen pibes; que los argentinos sienten afecto por los uruguayos y al rev¨¦s hay envidia ("?No, y mil veces no!", replica Mario Benedetti); pero, en definitiva, debe haber tambi¨¦n muchas similitudes, que alguien certifica con el t¨ªtulo de una novela de Nelson Ferrer: Uruguayos, esos argentinos de antes. De alg¨²n modo lo corrobora Ra¨²l Benedetti, que adem¨¢s de en¨®logo como su hermano es caricaturista casi secreto: "Los argentinos de provincias se parecen a los uruguayos de antes". T¨¢.
El sentimiento tr¨¢gico
Tres millones y medio de lectores, dice Galeano. La impresi¨®n es que es verdad. Hay libros en todas partes, y se ven lectores, en las conversaciones, en las calles, en las casas. Hay muchas librer¨ªas de viejo donde uno recupera el viejo sabor de lo que era la lectura cuando los libros no compet¨ªan sino con los libros, o con el f¨²tbol. Onetti dec¨ªa que hubo un tiempo en que s¨®lo se pod¨ªa leer y ver f¨²tbol en Montevideo, y estaba muy orgulloso de un p¨®ster en el que se ve¨ªa a un portero ocioso apoyado en un palo de su porter¨ªa y leyendo El pozo, una de las novelas del legendario montevideano.
En 18 de Julio con Zelmar Michelini hay un quiosco, como tantos, que cubre el suelo con libros, y una ma?ana me encontr¨¦ a una pareja de j¨®venes escudri?ando la mercanc¨ªa. La chica exclam¨®, como si hubiera encontrado la luz: "?Del sentimiento tr¨¢gico de la vida!". All¨ª yac¨ªa, sin forro, el famoso libro, tan intrincado, de Miguel de Unamuno. Volv¨ª al d¨ªa siguiente, y ya no estaba en el suelo ese ensayo que tambi¨¦n podr¨ªa ser una etiqueta para Uruguay. Le pregunt¨¦ al quiosquero si lo hab¨ªa vendido. "No, lo estoy leyendo yo". Y me lo entreg¨® casi enteramente subrayado. Entr¨¦ en un garaje; en la garita, oscurecida por esta atosigante media luz que te acompa?a por Montevideo, y atend¨ªa un joven con gorra. Colgado de la pared polvorienta, esta frase: "Hay hombres que luchan un d¨ªa y son buenos, hay otros que luchan un a?o y son muy buenos, pero est¨¢n los que luchan toda la vida; esos son los imprescindibles". ?Es tuya la frase?, le pregunt¨¦. "Qu¨¦ va: Bertolt Brecht". Le pregunt¨¦ por los imprescindibles de hoy. Pens¨® un instante: "Ya no hay". El chico se llama Marcelo.
Y c¨®mo son
Son melanc¨®licos, eso salta a la vista, y si ves su arte, su literatura, el modo de caminar e incluso la forma de re¨ªr te das cuenta de que procuran no hacer m¨¢s ruido que el imprescindible. Roy Berocay nos dijo: "Los argentinos son m¨¢s italianos, y los uruguayos son m¨¢s espa?oles". M¨¢s apocados, quiso decir, porque ¨¦l sabe que los espa?oles del exilio vinieron aqu¨ª "sin alardear"; la combinaci¨®n de las procedencias los ha hecho sarc¨¢sticos e ir¨®nicos, amantes del doble sentido; "lo ves en Onetti, en Benedetti: hay un componente brit¨¢nico en ese doble sentido que le dan a su sentido del humor". Cont¨® luego Berocay: "Esa forma de ser fue la que en realidad motiv¨® nuestro nacimiento como naci¨®n, ya que argentinos, brasile?os e ingleses, hartos de no saber qu¨¦ hacer con ese pu?ado de locos rebeldes desobedientes, acordaron la independencia del Uruguay".
Borges dijo de Montevideo: "Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive. / La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas. / Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los a?os se alej¨® / quietamente. / Eres nuestra y fiestera (...) Ciudad que se oye como un verso. / Calles con luz de patio". Los uruguayos esperan, siempre esperan. Ahora esperan el cambio; ?y no le parece demasiado lento? "Eso depende de las expectativas". Hubo a?os sin que pasara nada, y ahora no paran de ocurrir cosas. "Y ahora hay m¨¢s alegr¨ªa que antes; antes s¨®lo hab¨ªa esperanza". Acaso esa melancol¨ªa esconde una risa de doble sentido.
Cerrado
por melancol¨ªa
Cuando El Goyo convoc¨® el refer¨¦ndum con el que empez¨® a desmoronarse la dictadura, recuerda Juan Miguel Petit, comunicador de la radio y escritor, "los coches hac¨ªan No con el parabrisas". Y hubo un tiempo de tanta zozobra que a alguien se le ocurri¨® este t¨ªtulo para definir el largo, triste momento de Uruguay: Cerrado por melancol¨ªa (el t¨ªtulo de un libro del argentino Isidoro Blaisten). Pero acab¨® la sombra, y aunque ahora se sigue a media luz, ya se esboza otro semblante. Dice Hortensia Campanella, que se fue de Uruguay a Espa?a cuando mediaba la dictadura, y ahora ha regresado a dirigir en Montevideo el estupendo Centro Cultural Espa?ol, que el pa¨ªs ha ido reconstruyendo "su entusiasmo", y ahora se ve una pasi¨®n en los j¨®venes "en la que se descubre una apetencia cultural" que se parece bastante al entusiasmo. Petit recuerda un momento fundamental en los pasos finales de la dictadura: cuando viaj¨® a Uruguay el Rey de Espa?a y la gente se atrevi¨® a cantar en las calles: "?Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar!". Ha habido, ya en la democracia, poco poder de inversi¨®n: "un bald¨ªo sigue siendo un bald¨ªo"..., de modo que el pa¨ªs no ha podido recuperar "el pasado glorioso de los cincuenta o los sesenta, cuando ten¨ªa trabajo todo el mundo: Montevideo entonces era un liceo". ?Ahora? "Se avanza, lentamente, pero se avanza. Tabar¨¦ est¨¢ haciendo un experimento muy pragm¨¢tico: impulsa el pa¨ªs sin mover los iconos del museo. Va navegando". Nunca se perdi¨®, dice, "el pulso democr¨¢tico; aqu¨ª a un estudiante se le cae una muela en un tumulto y el ministro del Interior va al Parlamento a explicarse".
De a poquito
La noche del homenaje a Zelmar y a los asesinados o desaparecidos de la dictadura se escuchaban antiguas consignas de la izquierda, y un ligero clamor de impaciencia. Tabar¨¦ avanza "de a poquito"; se esperaba una acci¨®n m¨¢s decisiva, "pero se va abriendo la luz"; estaban all¨ª para protestar contra "toda aquella matanza fascista, mientras siguen ah¨ª los torturadores". Un viejo llevaba los retratos de su hija y de su yerno; alguien quiso unirlos a la manifestaci¨®n colectiva, pero el anciano se aferr¨® a ellos: "?Son m¨ªos!", y sigui¨® marchando. Avanzando de a poquito.
La papelera
Le ha surgido a Uruguay una oportunidad hist¨®rica para crear cerca de 3.000 puestos de trabajo en el r¨ªo Uruguay, cerca de la localidad uruguaya de Fray Bentos, frente al enclave tur¨ªstico argentino de Gualeguaych¨². Ser¨ªan dos f¨¢bricas de pasta de celulosa, una finlandesa y otra espa?ola, de Galicia. La pol¨¦mica ha generado tanto papel como para dar a?os de trabajo a esas papeleras a cuya construcci¨®n Argentina se opone en virtud de su propia gana y tambi¨¦n en funci¨®n de un acuerdo de hace treinta a?os que la autoriza a ser consultada por cualquier cosa que le afecte y que pase en el r¨ªo. Los uruguayos est¨¢n furiosos, y aseguran que no es por nacionalismo, y los argentinos han recurrido al amparo de la ley internacional. Se escuchan proclamas contra "los nuevos modos del virreinato", y la disputa ensombrece largos a?os de amistad. Un dibujante argentino, Miguel Rep, que expon¨ªa en el Centro Cultural Espa?ol de Montevideo cuando nosotros estuvimos all¨ª, dibuj¨® un mural en el que se ven los dos pa¨ªses -las dos ciudades, m¨¢s bien- unidos por el r¨ªo de la Plata. Y bajo la l¨ªnea del agua, otra ciudad, que puede ser la Santa Mar¨ªa de Onetti, pero que para ¨¦l es una apelaci¨®n "a que no haya belicosidad; somos hermanos, hay una cultura rioplatense, el r¨ªo es una ciudad com¨²n: no nos peleemos por esta estupidez, ni resucitemos falsas beligerancias casi futboleras". Uruguay est¨¢ dolido, y en este caso el suyo no es un dolor de papel, ni de pasado. Es una pregunta sobre su futuro.


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