Nadie conoce a Essien
La selecci¨®n de Ghana, inmersa en el secretismo, pasa inadvertida en W¨¹rzburgo
El pasado jueves, a la misma hora que Brasil convocaba a 25.000 aficionados y a m¨¢s de 500 periodistas en su entrenamiento abierto en Offenbach, un suburbio de Francfort, apenas una veintena de incondicionales y allegados y una decena de representantes de la prensa asist¨ªan a la pr¨¢ctica de Ghana en el modesto estadio de Dallemberg, a tres kil¨®metros de W¨¹rzburgo. Durante el partidillo, de una hora escasa, que el serbio Ratomir Djukovic hizo jugar en un campo de 60 metros de largo sin interrumpirlo para dar la m¨¢s m¨ªnima indicaci¨®n, los ¨²nicos aplausos de la tarde se los llev¨® un periodista que desde la grada acert¨® a devolver con un preciso toque de zurda un bal¨®n que hab¨ªa volado por encima del travesa?o. En la otra punta de la popularidad respecto a los vigentes campeones, una de las cuatro selecciones africanas que se estrenan en este Mundial no podr¨¢ poner como excusa la intranquilidad en la preparaci¨®n en caso de que las cosas se tuerzan.
El jugador del Chelsea podr¨ªa viajar en tranv¨ªa con la seguridad de no ser reconocido
Situada al norte de Baviera, antigua residencia imperial, W¨¹rzburgo no ha alterado ni un ¨¢pice de su calma provinciana debido a la presencia de Las Estrellas Negras en la ciudad. Se hace complicado encontrar alguna bandera o camiseta de Ghana en honor de los hu¨¦spedes. No hay ning¨²n despliegue especial frente a las puertas del cuartel general del equipo: el Maritim, un establecimiento en pleno centro de la ciudad que podr¨ªa pasar por un hotel de los de antes, con llaves de verdad que deben entregarse cada vez que uno sale de paseo, si no fuese porque el cuero ra¨ªdo de los sillones verdes del lobby denuncian vejez antes que clasicismo. Los clientes habituales van y vienen como cualquier otro d¨ªa de cualquier otro a?o. La presencia period¨ªstica se reduce a un par de italianos, por la cuenta que les trae, y los escasos representantes de la televisi¨®n ghanesa. Los encargados de la seguridad se aburren mirando la pantalla de plasma que preside el vest¨ªbulo.
Y, sin embargo, Ghana no puede escapar al halo de secretismo que toda selecci¨®n con pretensiones de seriedad parece obligada a tener. "Los jugadores no van a hablar despu¨¦s del entrenamiento. La FIFA lo ha dispuesto as¨ª y en el hotel no concedemos entrevistas", dice con gesto compasivo Randy, un hombret¨®n corpulento y obeso de ojos inyectados que oficia de contacto de la delegaci¨®n con la prensa. "Somos cinco", protesta uno de los colegas italianos exagerando en la cuenta. Pero no hay nada que hacer. Ante el requerimiento, Michael Essien, el jugador del Chelsea y la gran figura del equipo, se excusa con la mirada mientras sube al autocar. Da la sensaci¨®n de que podr¨ªa volver al centro en tranv¨ªa con la seguridad de pasar inadvertido.
A la noche, despu¨¦s de la cena, un par de taxistas esperan clientes en vano frente al Maritim. De vez en cuando, alg¨²n miembro de la delegaci¨®n cruza al pub de enfrente y vuelve enseguida. Nadie le molesta. No hay cazaaut¨®grafos ni mucho menos histeria. Algunas horas antes, al mediod¨ªa, uno de los jugadores hab¨ªa salido a caminar por los alrededores y, milagro, cuatro chicos le hab¨ªan reconocido y le ped¨ªan firmas para sus cuadernos. La camarera del restaurante italiano, a la vuelta del hotel, mir¨® con curiosidad: "Hay un equipo africano de los que van a jugar el Mundial en la ciudad, ?no?". "S¨ª, Ghana". Por supuesto, no ten¨ªa ni idea de qui¨¦n era el hombre que charlaba con los chavales. Tampoco ten¨ªa sentido explicarle que se trataba de Samuel Kuffour, el defensa que hace un lustro le dio una Copa Intercontinental al Bayern M¨²nich, precisamente el equipo santo y se?a de Baviera.
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