Sedici¨®n
Alegando como pretexto un subterfugio objetivamente irrelevante, el jefe de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, ha optado por encabezar una aut¨¦ntica sedici¨®n contra el Gobierno, constitucionalmente encargado de dirigir la pol¨ªtica del Estado. Pues negarse a secundarle en una materia tan grave como la seguridad nacional, "rompiendo toda relaci¨®n con el Gobierno, retir¨¢ndole su apoyo y poniendo todo su empe?o en que no se consumen" sus objetivos, significa lisa y llanamente un acto de sedici¨®n. Ahora bien, conociendo a nuestra clase pol¨ªtica, todo apunta a que se trata de una sedici¨®n figurada: un puro gesto escenogr¨¢fico, m¨¢s ret¨®rico que real. Y ello por m¨²ltiples razones.
La primera es que s¨®lo se produce porque ETA lleva tres a?os sin matar, y de haber peligro cierto de que volviese a hacerlo, Rajoy no osar¨ªa poner en riesgo la seguridad nacional. La segunda raz¨®n es que el pretexto alegado es irrisorio, de puro falaz: ?qu¨¦ importa que el PSE vuelva a hablar de nuevo con Batasuna, cuando el alto el fuego actual se debe a tres a?os de conversaciones continuadas entre Eguiguren y Otegi? La tercera raz¨®n es meramente t¨¢ctica: si Rajoy ha montado esta escena de su ficticia sedici¨®n es para tapar y hacer olvidar su pat¨¦tico fracaso en el debate del estado de la naci¨®n, cuando perdi¨® los papeles y dio la espantada huyendo literalmente de la tribuna.
Pero la raz¨®n m¨¢s importante es, sin duda alguna, estrat¨¦gica: el PP siempre ha estado decidido desde un primer momento a sabotear el llamado proceso de paz. Cuando Mariano Rajoy se entrevist¨® con Zapatero en La Moncloa el pasado 28 de marzo, tras el alto el fuego declarado por ETA, fingi¨® llegar a un consenso con el presidente en torno a esta materia. Pero todos fuimos conscientes de que lo dec¨ªa con la boca peque?a. Y que aprovechar¨ªa la primera oportunidad que se le presentase para romper el consenso con cualquier excusa. Es lo que ha hecho ahora, tras dos meses de secundar la pol¨ªtica de seguridad. Y as¨ª el PP vuelve por sus fueros, decidido a acosar al Gobierno por todos los medios a su alcance, tratando de derribarle o al menos de desgastarle.
Pero tampoco tiene derecho el Gobierno a hacerse la v¨ªctima de esta operaci¨®n de acoso y derribo, pues en buena medida ha sido provocada por el propio Zapatero en persona, con sus aviesas zancadillas y sus pellizcos de monja. ?Qui¨¦n le mandaba asumir la verificaci¨®n unilateral del alto el fuego en el mitin partidista de Barakaldo? ?Qui¨¦n le mand¨® anunciar contactos formales con Batasuna nada m¨¢s acabar el debate del estado de la naci¨®n? Y sobre todo, ?por qu¨¦ no intent¨® de verdad pactarlo todo con Rajoy? Cada vez est¨¢ m¨¢s claro que el famoso consenso no lo quiere ver el PP ni en pintura, pero tampoco el Gobierno, que hace todo lo posible para hacerlo imposible, a fin de escenificar despu¨¦s un victimismo contra la Espa?a negra que ha tomado prestado de los partidos nacionalistas.
Pero, sobre todo, si a Zapatero le interesa empujar a Rajoy en brazos de su extrema derecha es para poder monopolizar el espacio electoral del centro moderado. Y para eso le siembra el terreno de trampas haci¨¦ndole ofertas de consenso a ciegas que su rival no est¨¢ en condiciones de aceptar. A este paso, va a tener raz¨®n el portavoz del Partido Popular en el Senado cuando le acus¨® a Zapatero de destruir con insidiosa malicia a todos sus rivales: a Maragall, a Carod y ahora a Rajoy, el n¨¢ufrago del centro derecha que para no ahogarse ha de abrazarse al cuello de Losantos y Alcaraz. A fin de cuentas, no hay tanta diferencia entre la destructividad del PP y la de Zapatero, tam-bi¨¦n empe?ado en el acoso y derribo de su adversario, por mucho que lo haga con un talante diametralmente opuesto. Pero es que Zapatero saca partido de su propia debilidad pol¨ªtica, haciendo gala de una astucia digna del ingenioso Ulises. As¨ª es como hasta ahora ha logrado descargar sobre Maragall, sobre Carod o sobre Rajoy la responsabilidad ¨²ltima de sus propios fracasos pol¨ªticos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- AVT
- Opini¨®n
- Treguas terroristas
- Manifestaciones contra ETA
- Mariano Rajoy
- Protestas sociales
- Orden p¨²blico
- PP
- V¨ªctimas terrorismo
- Manifestaciones contra terrorismo
- Seguridad ciudadana
- Malestar social
- ETA
- Lucha antiterrorista
- Espa?a
- Problemas sociales
- Partidos pol¨ªticos
- Grupos terroristas
- Terrorismo
- Pol¨ªtica
- Justicia
- Asociaciones
- Sociedad