Los desayunos de Duran
A las nueve y media de la ma?ana del mi¨¦rcoles, Josep Antoni Duran Lleida participa en un desayuno con "j¨®venes emprendedores". No es que yo sea emprendedora, al contrario, pero voy para all¨¢ porque el hotel est¨¢ en la calle de Lleida, y nunca est¨¢ de m¨¢s pasar delante del fastuoso restaurante R¨ªas de Galicia para observar a los incre¨ªbles crust¨¢ceos que all¨ª habitan.
Entro en el hotel y no puedo evitar pararme en la tienda de souvenirs, donde se pueden comprar sevillanas, casta?uelas y mecheros con la bandera de Espa?a. En un cartel leo que Duran nos dar¨¢ la charla en el sal¨®n Rub¨ª-Zafir. No he de confundirme, porque en el sal¨®n Coral-Cristal hay una convenci¨®n de t¨¦cnicas de subsecretariado. Paso de largo por la sala jade, la diamante y la cristal.
"Aquest esmorzar ¨¦s molt esc¨¤s, es nota que han tancat l'aixeta", me dice un periodista veterano a modo de saludo. "A les europees s¨ª que menj¨¤vem...". Y me explica que a Duran le gusta comer bien, que incluso en una cena de las pasadas elecciones devolvi¨® dos vinos al sumiller. Un fot¨®grafo le da la raz¨®n. "Esto no es propio de Uni¨®. Estas galletas que nos han puesto hoy son esas de la caja azul, de Andorra... Y encima, hay pocas mujeres...". Una se?ora me toca la espalda. "Jo vinc d'Igualada", me dice. Y cuando le pregunto si es "emprendedora" es el jefe de prensa de del acto quien me bromea: "Es d'Uni¨®, per tant emprenedora. Que no vol dir emprenyadora". Miro a mi alrededor y constato que a los emprendedores les pasa como a los escritores, que se les llama j¨®venes a pesar de que pasen de los cincuenta.
Para que no se diga, me acerco a la mesa de las mujeres. La escritora Gemma Cernuda y la concejal Joana Ortega comentan la jugada. "Avui, poca visibilitat tindrem...", se queja la primera. "Tot s¨®n corbates. I els que prenen les decisions s¨®n els de les corbates". Dos fot¨®grafos les toman una instant¨¢nea y se sientan, porque el acto acaba de empezar. "?Y a ti te toc¨® subir al Tagamanent?", tiene tiempo de preguntarle el uno al otro. Y el otro susurra: "No, no. Uf. Por suerte, no. A m¨ª me toc¨® Taradell. Fideu¨¤ y tall rod¨®".
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