Pasi¨®n triste
Como este primer Mundial de la globalizaci¨®n viene sin manual de instrucciones de uso, estoy hecho un l¨ªo. Por lo pronto, me est¨¢ costando m¨¢s trabajo del que cre¨ªa pasar de la pasi¨®n local por mi equipo de Liga a la pasi¨®n global por mi equipo del Mundial. Sin pasi¨®n no hay f¨²tbol, partamos de esa base bioqu¨ªmica, y compruebo estos d¨ªas que son dos adrenalinas muy diferentes, dos maneras opuestas de auto estresarse, dos ansiedades desiguales y sospecho, toco madera, dos depresiones que exigen en la farmacia de guardia distintas recetas de fluoxotenina.
La mirada tambi¨¦n es distinta. Mientras la pasi¨®n de la Liga admite toda clase de sutilezas, psicolog¨ªas, estados de ¨¢nimo, picos y baches euf¨®ricos y siempre existe interactividad (te puedes cargar al entrenador si las cosas van mal y nos pasamos la temporada intentando influir en la alineaci¨®n), en la pasi¨®n por tu selecci¨®n patri¨®tica de la globalizaci¨®n, del Mundial, no se admite lo que el oriundo Espinosa, fichado por los holandeses, llamaba "la pasi¨®n triste". Con nuestro equipo nacional, supranacional o confederal te exigen fe ciega en el sabio de Hortaleza, una filosof¨ªa dogm¨¢tica de fondo sur y un fanatismo que es el primer enemigo de la globalizaci¨®n. En el Mundial, a diferencia de la Liga, no se admiten forofadas tibias o melanc¨®licas, titubeos o deserciones, y s¨®lo rige el "a por ellos" del himno.
Yo, personalmente, todav¨ªa no estoy preparado para esa pasi¨®n total y global por el once de Luis, a pesar del 4-0. Y aunque admire sin reservas a todos nuestros centrocampistas y a una punta (Villa), mis verdaderos ¨ªdolos est¨¢n en el bando contrario. Es el gran problema de este primer Mundial de la globalizaci¨®n por haber construido la mejor Liga sin fronteras del planeta f¨²tbol y por el exacto m¨¦todo depredador de la econom¨ªa multinacional.
El otro d¨ªa, frente a Croacia, el combinado ¨ªtalo-espa?ol de Brasil, en lugar de repetir lo que hizo todo el curso en el Bar?a y el Milan, se dedic¨® a plagiar lo que durante el invierno perpetr¨® en el Real Madrid y en el Inter, y as¨ª les fue. Cuando lo de Argentina, s¨®lo pensaba en el Riquelme del Villarreal y en la est¨²pida ausencia de aquel Messi intuido en el Nou Camp. Mientras jugaba Suecia, s¨®lo ve¨ªa a Larsson con ojos de Bar?a y mi conclusi¨®n en el Francia-Suiza es que el gran Zidane tambi¨¦n contagi¨® a los del hex¨¢gono el famoso virus pand¨¦mico del Bernab¨¦u.
As¨ª, como comprender¨¢n, no hay manera de seguir el Mundial y es casi imposible disfrutar con este estr¨¦s y adrenalina tan contradictorios. Si esto es la globalizaci¨®n, y lo es, habr¨¢ que inventar r¨¢pidamente una manera de recombinar (sigo con la qu¨ªmica) las idolatr¨ªas del ADN local, tan globalizadas, con las imprescindibles pasiones locales de este primer Mundial sin fronteras. Un Mundial, por cierto, en el que siempre ganaremos. O es la t¨¢ctica infusa del sabio de Hortaleza, pasi¨®n triste, o ser¨¢ un combinado de los ¨ªdolos de nuestra Liga.
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