Paul Auster y el funambulista
Paul Auster par¨® en Madrid hace pocos a?os. Iba camino de la Semana Internacional de Cine de Valladolid para presentar su filme Lulu on the Bridge, y movido por mi admiraci¨®n hacia el autor de la Trilog¨ªa de Nueva York logr¨¦ secuestrarlo por unas horas para que diera una charla en el C¨ªrculo de Bellas Artes. Lleg¨® a media tarde, directamente del avi¨®n, y al entrar en la sala y dejarlo en suerte me desped¨ª pregunt¨¢ndole por Philippe Petit. Not¨¦ que su rostro se iluminaba, su mano cobr¨® fuerza al estrecharla y demor¨® la subida al escenario para responderme: "Contin¨²a viajando por el mundo. No abandon¨® la calle. Sigue igual de modesto. Ha resistido todas las tentaciones que le puede ofrecer el capital".
Me entusiasma de Auster el manejo del azar en la ficci¨®n. ?l se considera un autor realista en el sentido estricto de la palabra, y sin embargo la realidad de la que habla est¨¢ repleta de aspectos inesperados, sorprendentes y m¨¢gicos. Lo que parece improbable se considera forzado, artificial, irreal, pero "la realidad es a veces escribir una ficci¨®n tan extra?a como el mismo mundo en que vivimos", coment¨® en un momento de su intervenci¨®n.
Lo primero que le¨ª del norteamericano fue un libro de ensayos, la mayor parte de ellos dedicados a la poes¨ªa francesa, que se titulaba The art of hunger (1982). En medio de una impresionante n¨®mina de escritores deslizaba de repente el nombre de Philippe Petit, cuyo m¨¦rito no era ser un autor reconocido, ni un descubrimiento del ensayista, sino m¨¢s bien un intruso, un funambulista. Lo conoci¨® en 1971 en Montparnasse, mientras llevaba a cabo uno de sus juegos malabares callejeros. Entonces lo describe como un hombre joven y peque?o, medio pelirrojo y vestido de negro. Dio con sus huesos en la c¨¢rcel, pues hab¨ªa colocado sin permiso una cuerda entre las torres de la catedral de Notre-Dame y caminado entre ellas.
Auster recuper¨® la pista de Petit unos a?os despu¨¦s en Nueva York, al verlo aparecer en las noticias caminando entre las torres del World Trade Center. Era el 7 de octubre de 1974, hac¨ªa un a?o que se hab¨ªan inaugurado cuando efectu¨® la traves¨ªa entre una y otra torre sobre un cable de acero, manteniendo en vilo durante cuarenta minutos a varios miles de espectadores. "No intent¨® aprovechar la fuerza de su fama y logr¨® resistir las groseras tentaciones que Am¨¦rica est¨¢ dispuesta a ofrecer. No public¨® ning¨²n libro, no hizo ninguna pel¨ªcula ni se puso en manos de ning¨²n empresario", nos comenta Auster. Petit, durante semanas, subi¨® y baj¨® por las torres para estudiar su puesta en escena. Y luego, de pronto y de forma clandestina, tendi¨® por fin el cable entre ambas orillas. Cuando los vecinos alarmados hicieron venir a la polic¨ªa, ¨¦sta no pudo ser sino testigo o espectador de lujo. Philippe retroced¨ªa y avanzaba, y luego bailaba y se echaba a dormir sobre aquel fr¨ªo lecho. La polic¨ªa fue la primera en aplaudir su arte, aunque el funambulista no escap¨® a una comprensiva reprimenda. A tanta altura estaba que el fin¨ªsimo cable no se percib¨ªa. Los miles de espectadores s¨®lo ve¨ªan un hombre, una silueta suspendida en el cielo. "?Por qu¨¦ lo hizo?", pregunt¨® el teniente de polic¨ªa. "Para que vuelvan a mirar al cielo", contest¨® el detenido. A Philippe se le sigui¨® viendo en la calle, gan¨¢ndose la vida.
Naci¨® en una familia francesa de clase media, en 1949, y desde ni?o ya se dedic¨® a esta actividad. Expulsado de todos los colegios, a los 16 a?os comenz¨® a ver mundo, actuando al aire libre en todos los continentes, subi¨¦ndose -con o sin permiso- a alguno de los m¨¢s altos edificios y teniendo varios accidentes m¨¢s o menos graves. En 1980, Paul Auster lo conoci¨® personalmente y descubri¨® en ¨¦l a un escritor de poemas y relatos sobre sus aventuras en Notre-Dame y en el World Trade Center, guiones de cine y un peque?o libro sobre equilibrismo. Seg¨²n le cont¨® ¨¦l mismo, hasta una veintena de editoriales hab¨ªan rechazado sus manuscritos. Finalmente Paul logr¨® dar a la luz On the high-wire, el primer estudio sobre equilibrismo, "una especie de par¨¢bola, un viaje espiritual en forma de tratado".
?Por qu¨¦ en un libro de ensayos tan sesudo incluy¨® el texto titulado En la cuerda floja? Para Auster el arte de la poes¨ªa y el del equilibrismo, nunca calificado como tal, eran semejantes. Artes in¨²tiles flotando en el vac¨ªo, causando, sin embargo, una emoci¨®n que nada lograr¨ªa provocar. Ambas espantan la idea de la muerte con la belleza gestual del cuerpo y la corporal de la palabra. La creaci¨®n se consume por s¨ª misma en un instante ef¨ªmero, en su propia pureza. La figura colgada a decenas de metros de altitud sobre los viandantes era la de un alto pensamiento que percibimos como inalcanzable. Philippe compon¨ªa signos y palabras, met¨¢foras y s¨ªmbolos, en un lenguaje distinto. El funambulismo no necesita ni explicaci¨®n ni mediadores, tampoco los necesita la poes¨ªa, pues ambos se basan en la emoci¨®n de contemplar el vac¨ªo.
?Cu¨¢ntas tentaciones diab¨®licas debi¨® sufrir Philippe desde lo alto de las Torres Gemelas del World Trade Center? Cuando estos colosos se derrumbaron sobre Manhattan, se me vino inmediatamente a la cabeza la haza?a de este artista. Su acci¨®n hab¨ªa pasado de ser ¨²nica a ser irrepetible y adquir¨ªa dimensi¨®n extraordinaria. Al fin y al cabo, de aquella soberbia materialista, de aquel desaf¨ªo bab¨¦lico, s¨®lo quedaba la haza?a del esp¨ªritu, el poema in¨²til y ef¨ªmero escrito en un espacio ya desaparecido. La inclusi¨®n de Petit al lado de otros grandes poetas y escritores, tambi¨¦n funambulistas, como era Paul Celan, fue una verdadera premonici¨®n de Auster.
Philippe Petit qued¨® sobrecogido al ver c¨®mo sus musas se ca¨ªan. Quienes lo telefonearon para avisarlo dijeron: "Han destruido tus torres". Philippe, que no suele conceder entrevistas, manifest¨® el deseo de que fueran de nuevo construidas, y adem¨¢s se ha ofrecido a repetir su paseo por el cielo entre los gigantes de Manhattan. "Si no el terrorismo habr¨¢ triunfado. Cuando la naturaleza destruy¨® la torre del Campanile de la plaza de San Marcos de Venecia, en 1902, los venecianos divulgaron este eslogan: 'com'era, dov'era' (como era y donde estaba)". A Philippe, que atraves¨® tambi¨¦n los arcos del gigantesco puente de acero de Sidney, lo vi actuar en Par¨ªs en 1989. La Torre Eiffel cumpl¨ªa un siglo, y ¨¦l, para celebrar su aniversario, realiz¨® su camino desde este emblema de la ciudad hasta la plaza del Trocadero. A¨²n conservaba su rojizo pelo y, a excepci¨®n de las blancas zapatillas, iba como siempre vestido de negro. Cada paso que daba lo hac¨ªa avanzar sobre el espacio, mientras sus piernas marcaban una nueva rotaci¨®n del tiempo. Lo vi lejos del mundo y de la vida, como alguien sin pasado ni futuro, detenido para siempre en la ingravidez del ¨¢ngel.
C¨¦sar Antonio Molina es director del Instituto Cervantes.
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