Una moto en el sal¨®n
EL PA?S comprueba c¨®mo 50.000 vecinos soportan 100 decibelios por la obra de la M-30. 250.000 viven a menos de 100 metros de las gr¨²as
Sisinio Hernando tiene 82 a?os. Vive en el primer piso del n¨²mero 164 de la avenida del Manzanares, en el distrito de Carabanchel. Su sof¨¢ est¨¢ a unos dos metros de la ventana y a unos cuatro de las gr¨²as y perforadoras de las obras de la M-30. De su ventana, que ha de abrir en estas fechas para que la brisa, cargada de polvo, diluya el calor del inicio del verano. Desde hace meses soporta con estoicismo los temblores y el ruido "infernal" que se han instalado con ¨¦l y su mujer en su hogar. "Ya no podemos mirar por la ventana, pero pondremos todo el d¨ªa el DVD que nos ha mandado el alcalde", dice con sorna su mujer, en referencia al v¨ªdeo promocional de la M-30 que el Ayuntamiento ha mandado a los vecinos.
Los vecinos han aprendido a convivir con el ruido, el polvo y los temblores
"Lo peor es el pitido agudo y penetrante de las m¨¢quinas cuando maniobran"
Este peri¨®dico comprob¨® a mediod¨ªa del viernes c¨®mo un son¨®metro homologado marcaba debajo de su casa 105 decibelios. El equivalente a tener un MP3 a todo volumen en la oreja.
El pasado viernes, con el concejal socialista responsable en materia de Medio Ambiente, Pedro Sant¨ªn, y un t¨¦cnico de su concejal¨ªa, EL PA?S midi¨® los niveles de sonido causados por las obras en una zona, entre el puente de san Isidro y el de Praga, donde se estima que viven 50.000 vecinos. En diferentes puntos del trazado llegaban a duplicar los decibelios permitidos por la ordenanza municipal. El m¨¢ximo est¨¢ fijado en 65. En algunos casos, como en Virgen del Puerto, a la una de la tarde el son¨®metro se disparaba hasta 90 decibelios. En Aniceto Marinas, 12, media hora antes, marcaba 114: el equivalente al ruido que emitir¨ªa una moto a escape libre o al de una discoteca. La OMS considera que existe riesgo de lesiones con una exposici¨®n prolongada a ruidos superiores a 80 decibelios, y establece el umbral de dolor del ser humano en 120 decibelios.
Cuando mira por la ventana, Sisinio ve una nube de polvo que cubre permanentemente el puente de Praga de Madrid. Los camiones entran y salen de la nebulosa y las perforadoras se comen las entra?as de la tierra. De fondo, el agudo pitido de la marcha atr¨¢s de la maquinaria marca el comp¨¢s de la desesperaci¨®n de los 250.000 vecinos que viven a menos de 100 metros de las obras de la M-30 en todo Madrid. Les quedan otros 12 meses.
"As¨ª no podemos seguir viviendo". Fernando Valdivia, vecino de Sisinio, contempla el ej¨¦rcito de m¨¢quinas con el que se topa al salir de su casa, en un barrio donde el aire acondicionado no es frecuente. Frente a su portal deconstruye su desdicha. "Mucha gente dice que cuando termine quedar¨¢ muy bonito y nuestras casas valdr¨¢n el doble. Pero yo no quiero mi piso para especular, es mi ¨²nica vivienda y necesito vivir tranquilo", insiste. La semana pasada, asustado por los temblores que sufr¨ªa el edificio, llam¨® a la polic¨ªa. "Si pon¨ªa un disco, saltaba por la vibraci¨®n; a la vecina de arriba se le cay¨® un cuadro y trozos de cornisa del patio interior se desprendieron", explica mientras el conserje y otro vecino asienten. Uno de los obreros confirma que la polic¨ªa ha venido en varias ocasiones a causa del temblor producido por una m¨¢quina que ellos llaman vibro. Un aparato que emite enormes vibraciones utilizado para introducir y sacar los tubos por los que se inyecta el hormig¨®n en las estructuras subterr¨¢neas de la obra. El Ayuntamiento ha aportado mediciones en las que descarta posibles da?os.
Algunos vecinos han aprendido a convivir con resignaci¨®n con el polvo, el ruido y los temblores. Pero la idea de un verano con las ventanas abiertas vuelve a despertar la indignaci¨®n colectiva. El viernes por la noche, Javier Laforga y algunos de sus vecinos del Paseo de san Ill¨¢n, cortaron su calle. "Llev¨¢bamos cinco noches sin pegar ojo. Los camiones pasan cada cinco minutos por debajo de mi casa, d¨ªa y noche", relataba indignado. El incidente comenz¨® cuando la hija de un vecino de Javier, una menor, que paseaba al perro, tuvo que escuchar de un obrero si quer¨ªa compa?¨ªa. Ah¨ª empez¨® la refriega. "Bajamos a la calle y la cortamos hasta las tres de la madrugada". Dicen que seguir¨¢n haci¨¦ndolo. "El alcalde prometi¨® que no se trabajar¨ªa por la noche, y no lo est¨¢n cumpliendo. ?Lo peor? Ese pitido agudo y penetrante de las m¨¢quinas cuando maniobran", a?ad¨ªa.
Pero no es s¨®lo el ruido. Ana D¨ªaz se mud¨® hace 11 a?os a la calle de Los Puertos. Su madre sufre asma y bronquitis cr¨®nica. En la calle de Canarias la poluci¨®n de la estaci¨®n de autobuses amenazaba su salud. Hoy vive rodeada de poluci¨®n. "Limpiamos dos veces al d¨ªa. Tragamos polvo a todas horas", explica. "Mi madre ha reca¨ªdo del asma y mi padre ha sufrido un edema pulmonar. Quiz¨¢ es casualidad...", dice con iron¨ªa.
Manuel Hernando tiene grietas en su casa. "No creo que se nos vaya a caer, pero es que no nos dan informaci¨®n", se queja. Bajo su vivienda, a unos 30 metros, el Ayuntamiento est¨¢ construyendo un by pass. "Han inyectado hormig¨®n a unos 16 metros y el edificio se ha elevado tres mil¨ªmetros. Si lo ha hecho de forma homog¨¦nea no pasa nada, pero si no es as¨ª, podr¨ªa ser peligroso", relata. "Conf¨ªo en que no pase nada, s¨®lo pedimos informaci¨®n", concluye.
El 26 de junio, una delegaci¨®n del Parlamento Europeo visitar¨¢ las obras de la M-30. La Comisi¨®n Europea se pronunciar¨¢ sobre la legalidad de las obras. "Estamos preparando pancartas en ingl¨¦s para que puedan entender nuestro sufrimiento", explica un vecino.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.