Indiferencia y aires de superioridad
?Gustan los europeos a los estadounidenses? Lo cierto es que en EE UU no se oye mucho hablar de antiamericanismo, con lo que se deber¨ªa deducir que s¨ª. O al menos no lo contrario. Si se introduce en el buscador Google de Internet el concepto en ingl¨¦s "Anti-americanism in Europe", aparecen ?1.100.000 p¨¢ginas! Pero si se teclea "Anti-europeanism in America", el resultado es de 326. No pretende ser ¨¦ste un sondeo cient¨ªfico, pero da una idea del inter¨¦s que cada continente tiene por el otro o la aversi¨®n visceral que padece.
Los estadounidenses reconocen que comparten similitudes en sus valores b¨¢sicos con los europeos. Y hasta ah¨ª. Como sugiere Timothy Garton Ash en su ensayo Anti Europeanism in America, "la actitud popular predominante en EE UU hacia Europa es probablemente de una sana indiferencia, mezclada con cierta arrogancia". En otras palabras, no les importa.
La cultura que llega a Estados Unidos desde Europa es recibida con los brazos abiertos porque se considera elegante
El rechazo de Francia a la guerra de Irak gener¨® una ola de francofobia que se reflej¨® en la televisi¨®n y en la radio
En EE UU, los ciudadanos no se manifiestan por millones frente a la polic¨ªa como en Espa?a, Francia o Alemania. No hay huelgas. No crean instituciones que protejan su patrimonio cultural. La cultura que llega de Europa es recibida con los brazos abiertos por considerarla elegante o esnob. Puede que EE UU no entienda a los europeos, pero no los rechaza, excepto en casos marginales.
Los estadounidenses tienen una tremenda seguridad en s¨ª mismos. No se definen en oposici¨®n a Europa, como hacen a veces los habitantes del Viejo Continente. Todos los sondeos muestran que los estadounidenses son m¨¢s patriotas que la mayor¨ªa de los europeos, sentimiento al que suelen a?adirle un sentido de superioridad. ?Se creen los mejores? Puede ser. Cuando se pregunta al ciudadano de la calle, en general, ninguno se cambiar¨ªa por un canadiense, ni por un europeo ni por un mexicano... Esta seguridad en s¨ª mismos es lo que irrita a Europa, seg¨²n The Economist.
La llegada de George W. Bush al poder en 2001 levant¨® a¨²n m¨¢s el puente levadizo que a veces parece existir entre ambos continentes. Tras los atentados del 11-S, el diario franc¨¦s Le Monde titulaba "Todos somos americanos". Pero la invasi¨®n de Irak cambi¨® ese sentimiento en Europa. Y, por supuesto, afect¨® a EE UU. El rechazo de Francia a la guerra despert¨® una ola de francofobia contra un pa¨ªs en teor¨ªa aliado.
De repente, no hab¨ªa programa de humor que no tuviera una broma sobre los franceses. Tambi¨¦n hab¨ªa comentarios m¨¢s exaltados en tertulias de radio. En las cafeter¨ªas del Capitolio se cambiaron los nombres a los platos que tuvieran el t¨¦rmino french (franc¨¦s). Por Washington circulaba en 2003 un chiste, de nuevo con Google de protagonista: "Si se buscan p¨¢ginas con la categor¨ªa 'victorias militares francesas', no sale ning¨²n resultado", le dice un senador a otro. "Prueba con 'derrotas militares francesas", sugiere el ¨²ltimo.
Un estadounidense ha de bucear en las librer¨ªas para encontrar bibliograf¨ªa sobre el antieurope¨ªsmo. En este momento, hay dos libros que tocan el tema: Mientras Europa dorm¨ªa: c¨®mo el islam radical est¨¢ destruyendo Occidente desde dentro, de Bruce Bawer, y Amenaza en Europa: por qu¨¦ la crisis del continente es tambi¨¦n la de Am¨¦rica, de Claire Berlinski.
Para el cr¨ªtico Clive Davis, que trabaja para el Times de Londres, lo que le preocupa de ambos es "el riesgo de que reduzcan Europa a una caricatura, de la misma manera que se rebaja a caricatura a EE UU al representarlo por est¨²pidos hombres blancos que entran en un supermercado y se l¨ªan a tiros contra todo lo que se mueve".
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