El honor de Maragall
En el ¨²ltimo momento, Pasqual Maragall ha tenido dos gestos de grandeza, el segundo de los cuales ha sido renunciar a volver a ser candidato. La decisi¨®n se produce tras unos resultados en el refer¨¦ndum de ratificaci¨®n del nuevo Estatuto que m¨¢s bien certifican el fracaso de los objetivos que se marc¨® con ese proyecto, eje de su presidencia. Habr¨ªa sido pedir demasiado que, adem¨¢s del gesto, hubiera un reconocimiento de ese fracaso. El m¨¦rito consiste en haber vencido la tentaci¨®n de darse una nueva oportunidad.
Maragall justific¨® la reforma por necesidades de la sociedad catalana, por sus beneficiosos efectos para el sistema auton¨®mico espa?ol y por su posible influencia positiva en el problema vasco. El balance es en los tres terrenos bastante menos satisfactorio de lo que ayer sostuvo. La fuerte abstenci¨®n desmiente que existiera una fuerte demanda de m¨¢s autogobierno en Catalu?a, y parece revelar una considerable distancia entre las emociones interesadas de su clase pol¨ªtica y las de la poblaci¨®n. No es que la mayor¨ªa de los catalanes se oponga a un nivel m¨¢s alto de autonom¨ªa; si se la ofrecen, les parece bien. Pero se ha demostrado que no era una prioridad que justificase los efectos negativos provocados.
El primero, que, lejos de posibilitar un acomodo definitivo de Catalu?a en Espa?a, el nuevo Estatuto cuenta con menos respaldo, cuantitativo y cualitativo, que el de Sau. No s¨®lo no ha propiciado la integraci¨®n de Esquerra, sino que la ha sacado del consenso de 1979. Y se ha proporcionado al nacionalismo la baza de un programa com¨²n de contenido muy radical para un frente CiU-ERC: el texto (inconstitucional) votado el 30 de septiembre por el Parlamento catal¨¢n, y que hubo de ser limado en las Cortes.
No refuerza sino desestabiliza el Estado auton¨®mico, en el que ya ha comenzado una incongruente carrera de emulaci¨®n, incluso en comunidades cuyos intereses son directamente contradictorios con el modelo de Estado que resultar¨ªa de la generalizaci¨®n del modelo catal¨¢n. El objetivo de cierre del modelo auton¨®mico en clave federal se ha convertido en apertura de un proceso de desfederalizaci¨®n, en el que el valor de la igualdad ha sido sustituido por el de la diferencia. Est¨¢n por ver los efectos del nuevo sistema catal¨¢n de financiaci¨®n, pero ya es grave que se haya introducido el criterio de relacionar las inversiones del Estado en cada territorio con su aportaci¨®n al PIB general. Que en Baleares la derecha haya intentado aplicar la misma regla muestra la din¨¢mica que podr¨ªa abrirse si los partidos de ¨¢mbito nacional no la frenan.
Desde el punto de vista del PSOE, el nuevo Estatut significa la renuncia a las pautas marcadas en Santillana para las reformas institucionales: adem¨¢s de la plena constitucionalidad y un consenso no inferior al existente, congruencia "con nuestro propio proyecto". Contra lo que dijo ayer Maragall, el experimento de Gobierno de izquierdas se zanja con un descr¨¦dito del tripartito (Perpi?¨¢n, 3%, oficinas de correcci¨®n ling¨¹¨ªstica, informe sobre periodistas no afectos, cuotas obligatorias de los funcionarios adscritos a consejer¨ªas de ERC) que posiblemente favorecer¨¢ el regreso de CiU. Tambi¨¦n Zapatero paga un precio ante la opini¨®n p¨²blica: su imprudente compromiso de asumir lo que llegase de Catalu?a fue respondido con la deslealtad de presentar un proyecto inasumible.
Esto afecta de rebote a las esperanzas de que el modelo catal¨¢n sirviera para encauzar la cuesti¨®n vasca. Por una parte, ha puesto de relieve la inviabilidad de la f¨®rmula (ideada por el socialista Eguiguren) de un punto de encuentro entre soberanistas y autonomistas consistente en el compromiso de refrendar en el Parlamento espa?ol la reforma consensuada en el vasco. Pues s¨®lo ser¨ªa viable si lo consensuado es constitucional y compatible con el Estado auton¨®mico. Adem¨¢s, la inclusi¨®n en el pacto del Tinell de una cl¨¢usula que amenazaba con someter a consulta ciudadana la reforma del Estatut si era muy recortada fue interpretada por Ibarretxe como un aval a su pretensi¨®n de convocar un refer¨¦ndum sobre su plan soberanista si era rechazado en Las Cortes.
Hab¨ªa motivos, por tanto, para que Maragall renunciara a seguir, pero es seguro que no habr¨¢n faltado voces que le aconsejaran permanecer al menos hasta encontrar una posici¨®n m¨¢s airosa. Que las haya deso¨ªdo es algo que le honra tanto como el hecho de haber sido el ¨²nico pol¨ªtico catalanista que critic¨® incondicionalmente el acoso sufrido por Rajoy en la campa?a: el otro gesto de grandeza del todav¨ªa presidente de la Generalitat en los ¨²ltimos d¨ªas.
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