Lectura andaluza del 18-J
La democracia representativa descansa en la presunci¨®n de que la voluntad de los ciudadanos y la de sus representantes coinciden. De ah¨ª que, al obedecer la ley, que ha sido aprobada por nuestros representantes, es como si nos estuvi¨¦ramos obedeciendo a nosotros mismos.
Mientras nos mantenemos en el interior de un sistema exclusivamente representativo esta presunci¨®n opera como una presunci¨®n iuris et de iure, es decir, no admite prueba en contrario. La presunci¨®n tiene que ser revisada por el cuerpo electoral cada cuatro a?os, pero en el curso de la legislatura la presunci¨®n es indestructible.
Cuando entra en juego una instituci¨®n de democracia directa, como es el refer¨¦ndum, se corre el riesgo de que la presunci¨®n quede destruida, esto es, que la voluntad de los representados no coincida con la de sus representantes.
Esto es lo que convierte al refer¨¦ndum en un elemento tan potencialmente pertubardor de la democracia representativa, pues la puede atacar en su n¨²cleo esencial, ya que el rechazo por los ciudadanos de lo aprobado por sus representantes pone en cuesti¨®n el proceso de legitimaci¨®n democr¨¢tica del Estado.
Quiere decirse, pues, que la coincidencia o la discordancia entre lo aprobado por los representantes y lo votado directamente por los representados es el canon con el que enjuiciar, ante todo, el resultado de un refer¨¦ndum. La magnitud de la participaci¨®n es un elemento de mucha menor importancia. Expresa falta de entusiasmo, pero no supone deslegitimaci¨®n de la democracia representativa.
Contemplado desde esta perspectiva, el resultado del 18-J en Catalu?a no puede ser valorado negativamente. El grado de coincidencia entre la voluntad de los representantes y la de los representados ha sido m¨¢s que notable. Si alg¨²n o algunos partidos tienen algo que reprocharse, son los que han propugnado el no (PP y ERC), ya que el porcentaje de votos en este sentido en el refer¨¦ndum ha sido considerablemente menor (20,7%) que el porcentaje de votos que dichos partidos obtuvieron tanto en las elecciones auton¨®micas como en las generales (28% y 31% respectivamente). Por el contrario, los partidos del s¨ª han conseguido un porcentaje superior al que obtuvieron en dichas elecciones.
De ah¨ª que no se entienda la reacci¨®n de los partidos del no y en particular del PP. No han sido los partidos del s¨ª sino los del no los que han sido desautorizados por sus votantes. Ha habido transferencia de votantes de los partidos del no al campo del s¨ª y no a la inversa. No se por qu¨¦ brindaban con cava los dirigentes del PP la noche del 18-J.
Pero menos se entiende todav¨ªa que los partidos del no en el proceso de reforma estatutaria en Andaluc¨ªa, PP y PA, hayan interpretado el resultado del refer¨¦ndum catal¨¢n como una llamada de atenci¨®n a los partidos que propugnan el s¨ª en nuestra comunidad, PSOE e IU.
El resultado del refer¨¦ndum del 18-J en Catalu?a supone un aval a la trayectoria que est¨¢n siguiendo el PSOE e IU. No hay nada en este resultado que indique que son ellos los que tienen que rectificar. M¨¢s bien lo contrario. Son el PP y el PA los que deber¨ªan reflexionar y corregir el rumbo. Poner toda su esperanza en que se repita el porcentaje de abstenci¨®n es como dar por perdido el partido antes de salir a disputarlo.
El precedente del refer¨¦ndum del 18-J no significa ni puede significar lo que el PP y el PA est¨¢n pretendiendo. Es, adem¨¢s, sumamente improbable que en Andaluc¨ªa la abstenci¨®n vaya a alcanzar el nivel que ha tenido en Catalu?a. Entre otras razones, porque el reto de superar el resultado del 18-J operar¨¢ como un est¨ªmulo para acudir a votar.
Al PP y al PA no le quedan ya coartadas y se les est¨¢ agotando el tiempo. No est¨¢n en condiciones de exigir nada, sino de incorporarse a lo que queda del proceso de reforma. Si no lo hacen, el proceso va a seguir de todas formas y va a ser un ¨¦xito. Que nadie se llame a enga?o.
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