La epidemia invisible
La droga ya no da tanto miedo. Se consume m¨¢s. Y antes. ?ste es el retrato del uso de drogas en Espa?a, el segundo pa¨ªs del mundo donde m¨¢s coca¨ªna se vende. Una epidemia silenciosa de consecuencias imprevisibles. Ma?ana es el D¨ªa Mundial contra la Droga. Un buen momento para la reflexi¨®n
En Las Barranquillas, a los toxic¨®manos, si se quedan dormidos a la intemperie, las ratas les devoran las orejas. Las partes blandas del cuerpo humano son su manjar favorito. Cuesta creerlo. Pero en el supermercado de la droga de Madrid todo es peor de lo que uno se imagina. No es miseria, es algo inhumano. Cuando un yonqui sufre una sobredosis, sus compa?eros se toman su tiempo en desvalijarle antes de arrojarle desnudo a las puertas de la narcosala. Un grupo de profesionales sanitarios, Cristian, Alfonso, Mario; sueldo escaso y mucha vocaci¨®n, resucitan todos los d¨ªas a moribundos que unas horas m¨¢s tarde volver¨¢n a la calle en busca de su dosis. Gajes del oficio. Una noche, uno de esos drogodependientes se electrocut¨® y perdi¨® un brazo. En el dispositivo asistencial de venopunci¨®n le recogieron abrasado. Hicieron bien su trabajo. Sobrevivi¨®. Ha aprendido a chutarse con la boca. "Esto es una mierda", balbucea Carlos, de 22 a?os, con las pupilas del tama?o de una moneda de c¨¦ntimo tras inyectarse dos micras de coca¨ªna. "De aqu¨ª no sales".
Las Barranquillas es el ¨²ltimo gran poblado de la droga. Uno de los enclaves marginales surgidos de la Ley de Seguridad Ciudadana, de 1992 (la ley Corcuera), que expuls¨® a los heroin¨®manos del casco viejo de las ciudades en direcci¨®n a guetos del extrarradio. As¨ª nacieron Can Tunis, en Barcelona; Las Ca?as, en Valencia; Parque Ansaldo, en Alicante; Penamoa, en A Coru?a; La Esperanza, en Valladolid, o Bakimet, en Burgos. La mayor¨ªa ha ido desapareciendo por la especulaci¨®n del suelo.
No es el caso de Las Barranquillas. Aqu¨ª aguantan. En este p¨¢ramo irreal de barro gris¨¢ceo, impregnado por el hedor de una depuradora y el humo de las hogueras; de charcos como lagunas de agua negra, monta?as de basura, m¨ªseras chabolas, perros y caballos ti?osos, entre los que pululan cada d¨ªa miles de depredadores en busca de una dosis de hero¨ªna o coca¨ªna que esnifar, inyectarse o fumar sobre plata. La ¨²ltima etapa en el descenso al infierno de la droga. No entran ni las ambulancias.
"Despu¨¦s de esto no hay nada", describe Alfonso Gil, el m¨¦dico que dirige la narcosala y el dispositivo de emergencia anexo, donde los toxic¨®manos pueden, adem¨¢s de picarse con un m¨ªnimo de higiene, tomar una ducha, un plato caliente o dormir en una cama. "Un sitio para recordarles que son personas, que no lleguen al m¨¢ximo de su deterioro f¨ªsico y mental, y si un d¨ªa deciden escapar de la droga, tengan una m¨ªnima posibilidad. Yo llevo en esto 13 a?os, y m¨¢s all¨¢ de Las Barranquillas s¨®lo queda el cementerio".
Por eso sorprende la variedad de usuarios que se dan cita en este descampado gobernado por las mafias de la droga. Mujeres presurosas y desdentadas con las venas acribilladas. Gitanos de luto. Un joven inyect¨¢ndose a la sombra de un contenedor de basura que le sirve de ponedero. Predominan los cad¨¢veres ambulantes, espectros cargados de tragedias y enfermedades; esclavos de alg¨²n traficante a cambio de unas migajas. ?ste es su hogar. Son los machacas. Tambi¨¦n abundan los chuteros: venden jeringuillas por 20 c¨¦ntimos o pliegos de aluminio por 10, para financiar su consumo. El trapicheo y la mendicidad han suplido a la delincuencia como fuente de ingresos entre los yonquis. Adem¨¢s, la droga est¨¢ m¨¢s barata que nunca.
M¨¢s curioso resulta toparse con ese profesional maduro que atraviesa la calle mayor del poblado a bordo de un Volvo descapotable; un par de veintea?eros con gafas oscuras repantigados en un coche elegantemente tuneado que desprende bakalao a todo trapo; otro pedaleando furioso con una jeringa entre los dientes, o un muchachote al volante de una furgoneta de reparto. Negros africanos y rubios del Este. Universitarios y gente que duerme entre cartones. Parte de la caravana que atraviesa este territorio d¨ªa y noche. Cuando cae el sol, a¨²n es peor: el resplandor de las fogatas le presta un aspecto dantesco.
El siguiente paso es atravesar el umbral de uno de los traficantes. Cada clan tiene su puesto. Cuentan los clientes que la presi¨®n policial tras un tiroteo entre bandas rivales los ha reducido. Aunque confirman que el ritmo de ventas se va recuperando. Por fuera, chabolas. Por dentro, fortalezas a prueba de registros. En esa atm¨®sfera irrespirable, tras aguantar un rato en la sumisa cola de los toxic¨®manos, una nueva sorpresa: la sustancia de mayor demanda en Las Barranquillas no es la hero¨ªna. As¨ª lo confirma tambi¨¦n la ong M¨¦dicos del Mundo en su IX Informe sobre Exclusi¨®n Social, que analiza las pr¨¢cticas de drogodependientes de toda Espa?a.
El negocio se ha reconvertido. La estrella de ventas es hoy la coca¨ªna. Una sustancia que, seg¨²n la psic¨®loga Marta Franco, responsable de prevenci¨®n en la Agencia Antidroga de Madrid, encarna perfectamente los valores de nuestro tiempo: "Estar siempre activo, brillante, locuaz; aguantar, triunfar". El precio de las dos drogas es el mismo, cinco euros la micra (la d¨¦cima parte de un gramo). Buen precio y buena calidad. Y seg¨²n las encuestas, cada vez m¨¢s f¨¢cil de conseguir.
En su establecimiento de Las Barranquillas, el camello maneja tres montones de polvo. Los de coca¨ªna y mezcla (coca y caballo) desaparecen r¨¢pido. La mezcla, tambi¨¦n denominada speedball, est¨¢ de moda. Fue el c¨®ctel que a punto estuvo de llevarse por delante a Lapo Elkann, el nieto predilecto del hist¨®rico patr¨®n de la Fiat, Giovanni Agnelli, hace un a?o. El mont¨®n de hero¨ªna a¨²n tarda en caer. Y para los que quieran algo m¨¢s duro, la base libre de coca¨ªna: un crack a la espa?ola que machaca en poco tiempo el cerebro.
Esto ocurre a 15 minutos del centro de Madrid. Tan lejos y tan cerca. Las Barranquillas es, period¨ªsticamente, un fil¨®n; pero su imagen infernal no refleja la actualidad de la droga. Remite a otra ¨¦poca. A la ola de hero¨ªna de los ochenta-noventa. Una pesadilla que muchos han olvidado. Y que los j¨®venes no llegaron a conocer. El soci¨®logo Domingo Comas, presidente del Grupo Interdisciplinar sobre Drogas (GID), calcula que murieron en nuestro pa¨ªs durante la epidemia 100.000 personas nacidas entre 1955 y 1965. Una generaci¨®n diezmada. Otras 90.000 a¨²n est¨¢n atadas a programas de metadona, un opi¨¢ceo sustitutivo de la hero¨ªna. Y 30.000 m¨¢s viven su adicci¨®n en prisi¨®n. Varios miles permanecen internados en comunidades por todo el Estado. Nadie se atreve a dar una cifra de la nebulosa bolsa de yonquis que persiste al margen de toda esa red asistencial.
La hero¨ªna es todav¨ªa un problema de salud p¨²blica, pero pocos j¨®venes caen ya en sus redes. Menos a¨²n se la inyectan. Un ejemplo: en 1992, m¨¢s de 20.000 personas fueron tratadas por primera vez en su vida por una dependencia a esta sustancia; en 2002, apenas 5.000, y de ellas, s¨®lo el 18% utilizaba la v¨ªa intravenosa. La gran mayor¨ªa la fumaba. En 1992 se registraron 544 muertes por sobredosis de caballo; en 2002, 221. La tendencia es que esta cifra contin¨²e descendiendo en los pr¨®ximos a?os.
Y ahora, la mala noticia. El hueco que ha dejado esa sustancia en el mercado se ha cubierto con coca¨ªna. Alicia Acero, psic¨®loga y responsable del servicio de reparto m¨®vil de metadona en la Comunidad de Madrid, afirma: "De pronto, la hero¨ªna cogi¨® mala prensa entre los consumidores: sonaba a muerte. Era lo peor. Y la industria del narcotr¨¢fico [un negocio de 350.000 millones de d¨®lares al a?o] ha tenido que buscar otra sustancia con mejor imagen para seguir ganando dinero. Puro marketing. Y hasta tal punto ha aumentado el consumo de coca¨ªna en nuestro pa¨ªs que, en los centros de atenci¨®n a drogodependientes, los tratamientos por problemas con la coca comienzan a ser mayoritarios".
Los ¨²ltimos datos avalan la afirmaci¨®n de Alicia Acero. S¨®lo en Madrid, donde se habla de 40.000 consumidores habituales, el 60% de los nuevos usuarios de los Centros de Asistencia Integral a los Drogodependientes (CAID) llegan con problemas de coca¨ªna. Diversas fuentes cifran en m¨¢s de 350.000 el n¨²mero de consumidores en nuestro pa¨ªs, de los que un 15% ya habr¨ªa desarrollado dependencia. Seg¨²n el Plan Nacional sobre Drogas, el consumo de coca¨ªna se ha duplicado en los 10 ¨²ltimos a?os. Y en ese mismo espacio de tiempo, el consumo entre adolescentes se ha multiplicado por cuatro. Espa?a es hoy el rinc¨®n del mundo, junto al Reino Unido y EE UU, donde m¨¢s coca¨ªna se consume.
Por eso, para entender el presente de la droga en Espa?a, el mejor escenario no est¨¢ en Las Barranquillas, sino en el Centro de Atenci¨®n Integral a Cocain¨®manos (CAIC), en la as¨¦ptica cuarta planta del hospital Nuestra Se?ora de la Paz, en Madrid. Es el primer establecimiento de toda Europa dedicado exclusivamente a los adictos a la coca¨ªna. Est¨¢ financiado por la Comunidad de Madrid. Fue fundado en 2001, cuando el consumo de esa sustancia despeg¨® de forma espectacular en nuestro pa¨ªs. Hace s¨®lo cinco a?os, la demanda de adictos que deseaban ser internados en este CAIC era m¨ªnima. Se viv¨ªa el que se ha denominado "silencio cl¨ªnico de la coca¨ªna". Ning¨²n consumidor se daba por aludido. La creencia generalizada era que la coca¨ªna no produc¨ªa s¨ªndrome de abstinencia. No creaba dependencia f¨ªsica. Era limpia y manejable. Y muy divertida. Las cosas han empezado a cambiar: para entrar en el centro hay que esperar ya tres meses.
Por esta ala hospitalaria aislada del mundo -y cerrada con llave- han pasado 750 adictos (600 eran hombres). Su edad media, 34 a?os. Ingresan, seg¨²n el director m¨¦dico del centro, el psiquiatra ?lvaro Rivera, tras largos consumos de coca¨ªna. ?Cu¨¢ndo se les considera adictos? "Cuando organizan su vida en torno a la droga y esa pr¨¢ctica erosiona distintas ¨¢reas de su vida". Acceden a ser internados bajo presi¨®n familiar. Siguen minimizando su problema. "El adicto niega su adicci¨®n para poder seguir consumiendo. Que reconozcan el problema es el primer paso para su recuperaci¨®n", afirma el doctor Rivera.
Llegan deprimidos, ansiosos, irritables. Unos tienen dolencias cardiovasculares. Otros padecen psicosis; trastornos mentales que se prolongar¨¢n a lo largo de su vida aunque abandonen el consumo. Lo explica Emilio Ambrosio, catedr¨¢tico de psicobiolog¨ªa y especialista en la investigaci¨®n de las adicciones a trav¨¦s de animales de laboratorio que se autoadministran droga: "El consumo de coca¨ªna provoca alteraciones mentales, neuroadaptaciones que nunca se borran. Y no tenemos medios para arreglarlo. Se est¨¢ trabajando en una vacuna, que podr¨ªa reducir los efectos euf¨®ricos que experimentan los consumidores de coca¨ªna, pero es una inversi¨®n enorme y los laboratorios no terminan de decidirse. No les parece un buen negocio. Con la hero¨ªna, el m¨¦dico tiene herramientas farmacol¨®gicas, la metadona o la naltrexona, que ayudan al paciente. Con la coca¨ªna no tenemos nada. Esta droga cambia sutilmente la funci¨®n cerebral. Y cuando eso pasa, ya no hay remedio".
Frente a la imagen cl¨¢sica de gran deterioro f¨ªsico y social del heroin¨®mano, los pacientes del CAIC tienen un aspecto de lo m¨¢s normal. Es gente joven. Integrada. Con empleo. Domicilio. Sin antecedentes penales. Se les fue la coca de las manos. Y comenz¨® la tragedia. Todos recuerdan las noches sin dormir. Y las ma?anas sin trabajar. Los problemas econ¨®micos. Las man¨ªas persecutorias. Las arritmias. Sus historias son calcadas. Terribles. "Un d¨ªa, la coca comienza a darles m¨¢s problemas que satisfacciones, y en ese momento ya no pueden cortar", describe el doctor Carlos Dulanto, que atiende en su consulta a adictos a las drogas desde hace 23 a?os. "En aquella ¨¦poca, mis pacientes ven¨ªan un 80% por hero¨ªna, un 15% por alcohol y un 5% por coca¨ªna. Hoy, el 80% son adictos a la coca¨ªna, y el resto, policonsumidores. De hero¨ªna pura no llega al 1%".
Han probado el mayor reforzador del placer que existe en la naturaleza, el estimulante m¨¢s poderoso que se conoce, y tienen que aprender a vivir sin ¨¦l. Alicia Acero explica que los cocain¨®manos son m¨¢s rebeldes al tratamiento que los heroin¨®manos "porque est¨¢n menos deteriorados y son menos conscientes de su problema". Carlos Dulanto lo confirma: "Cuando me llega un paciente con problemas de coca¨ªna prefiero que est¨¦ metido hasta las cejas a que ande a medias tintas, porque, si no, la reca¨ªda es autom¨¢tica. La cuesti¨®n es entrenarle para que vuelva a disfrutar de las cosas normales. Y es imprescindible que colabore; si no, no hay nada que hacer".
Tras un periodo de recuperaci¨®n de entre tres y cuatro meses, en el que los 30 primeros d¨ªas transcurren en r¨¦gimen de total aislamiento; tras antidepresivos y ansiol¨ªticos, una terapia intensiva y las primeras salidas con tiento a la calle, incluso despu¨¦s de alguna reca¨ªda, los drogodependientes abandonan el CAIC con buenas expectativas de futuro. El doctor Rivera habla de un 64% de altas adecuadas. Les queda, sin embargo, un largo y dif¨ªcil camino por recorrer. El adicto a la hero¨ªna consume para no sufrir el s¨ªndrome de abstinencia; sin embargo, el de coca¨ªna asocia su consumo a est¨ªmulos externos: la m¨²sica, los amigos, una copa, una reuni¨®n de trabajo. "Es un clic que salta inesperadamente en tu cerebro y te obliga a meterte un tiro. La trampa es continua, est¨¢ en cualquier sitio", afirma un cocain¨®mano. "Lo mejor con la coca es no iniciar el juego. Es la droga que m¨¢s les gusta a los animales de laboratorio. Se mueren por conseguirla", describe el profesor Ambrosio.
Nos enfrentamos a una epidemia invisible. Y m¨¢s compleja que nunca. Ya no hay muertos con la jeringuilla en el brazo por las esquinas, 40.000 seropositivos ni aquella "inseguridad ciudadana" que achacaba a los yonquis el 80% de los delitos. Hoy la lucha es m¨¢s dif¨ªcil. Hay que combatir una droga que se identifica con el ¨¦xito. Que no da miedo. Se prueba en la adolescencia. Consume mucha gente. Y siempre se combina con otras sustancias, especialmente alcohol y hach¨ªs, que la convierten en una bomba de relojer¨ªa. Una epidemia mucho m¨¢s extendida que la de hero¨ªna de los ochenta, pero con un perfil menos agresivo. Y sobre todo, m¨¢s f¨¢cil de ocultar. Hasta que es demasiado tarde.
Ignacio Calder¨®n, director de la Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n (FAD), hace su an¨¢lisis: "Ese c¨®ctel de alcohol, cannabis y coca¨ªna no conduce a la delincuencia, no degrada r¨¢pidamente y potencia divertirse (justo lo opuesto que la hero¨ªna), pero va a causar enormes trastornos a nuestra sociedad. La hero¨ªna conduc¨ªa a la muerte f¨ªsica, y esta epidemia, a la muerte civil. Va a dejar una secuela de j¨®venes inadaptados, candidatos al fracaso escolar, que ni estudian ni trabajan. Con problemas ps¨ªquicos. Gente perdida en la sociedad a los 27 a?os. Y la tragedia es que la percepci¨®n que tienen los ciudadanos de los riesgos de la droga no est¨¢ ajustada al riesgo real que supone su consumo. Hace 20 a?os, la tremenda imagen de 150.000 adictos a la hero¨ªna provoc¨® una movilizaci¨®n de nuestra sociedad sin precedentes. Ahora, que estamos hablando de un mill¨®n de alcoh¨®licos, de 400.000 j¨®venes usuarios del cannabis y otros tantos de coca¨ªna, el relajo y el desinter¨¦s de la sociedad es total".
?Pruebas? Seg¨²n los sondeos del Centro de Investigaciones del CIS, entre 1984 y 1989 la droga era percibida por los espa?oles como el segundo problema del pa¨ªs; en estos momentos ocupa el puesto noveno. Y en ca¨ªda libre.
Eran otros tiempos. Aquella ola de hero¨ªna golpe¨® por sorpresa a una sociedad que carec¨ªa de experiencia, recursos y especialistas en el tratamiento de las drogodependencias. "Eran pacientes de tercera tratados por m¨¦dicos de segunda", describe el doctor Dulanto. Tras cinco a?os de desconcierto, en los que la primera respuesta corri¨® a cargo de las sectas y los espont¨¢neos, la sociedad se puso por fin manos a la obra. En 1985, fruto del consenso pol¨ªtico, nac¨ªa el Plan Nacional sobre Drogas para coordinar la labor de las administraciones y financiar los proyectos de tratamiento y reinserci¨®n. Su labor ha sido un ¨¦xito. En estos momentos se contabilizan en Espa?a 509 centros ambulatorios, 52 unidades de desintoxicaci¨®n y 116 comunidades terap¨¦uticas financiados con dinero p¨²blico. En torno a 60 ong trabajan en el ¨¢mbito de las dependencias. En 20 a?os se ha construido una de las mejores redes antidroga del mundo. Se ha ganado la batalla? a la hero¨ªna.
Carlos ?lvarez Vara es psiquiatra y cerebro de la Agencia Antidroga de Madrid. A este m¨¦dico se debe el cambio de la mentalidad p¨²blica asistencial en el tema de las drogas, desde las posturas integristas, que exig¨ªan al drogadicto que abandonara su adicci¨®n a pelo, hasta la actual pol¨ªtica de reducci¨®n de da?os. "En aquella Espa?a inmersa en la crisis de la hero¨ªna se tard¨® en ver que hab¨ªa otras sustancias peligrosas adem¨¢s de la hero¨ªna. No se conceb¨ªa. Y en materia de drogas, el error es pensar que no es para tanto. Ha pasado con la coca¨ªna. Y hemos mirado hacia otro lado. Y el porro nunca se ha tomado en serio en Espa?a. No se ha transmitido bien el mensaje, no se ha hecho publicidad en contra. Era una droga blanda. Lo m¨¢ximo que se dec¨ªa de ella es que era el primer paso en la escalada hacia la hero¨ªna -algo que hoy da risa-. Pero nunca que era una sustancia peligrosa por s¨ª misma. No hay conciencia del riesgo que representa. Y nos encontramos con 50.000 j¨®venes que ya tienen problemas con el cannabis".
Los ¨²ltimos informes del Plan Nacional sobre Drogas afirman que el consumo de hach¨ªs se inicia a los 14 a?os; que lo ha consumido en el ¨²ltimo a?o cerca de un 40% de los j¨®venes entre los 15 y los 18 a?os (cerca de 1,5 millones de personas), y que un 92% lo toma mezclado con alcohol. ?Son peligrosos los porros? El Plan da una respuesta: el 10% de las solicitudes para recibir un tratamiento de deshabituaci¨®n ya se deben al cannabis. M¨¢s all¨¢ del inmenso (y a veces contraproducente) laberinto de cifras, Jos¨¦ Pe?as, m¨¦dico del Centro de Asistencia Integral a los Drogodependientes de Usera, un barrio madrile?o castigado por el caballo en los ochenta-noventa, da su versi¨®n sobre el terreno: "El problema es que la edad de inicio del consumo est¨¢ bajando. Y cuanto antes se empieza, antes llega la dependencia. Sin contar con los trastornos que provocan en un cerebro y un organismo que se est¨¢n formando. El cannabis no es ninguna broma. Es psicoactivo y te remite a un mundo que no es real. Crea distorsiones a la hora de relacionarte. Desencadena problemas psiqui¨¢tricos, alteraciones de la memoria, falta de inter¨¦s y de concentraci¨®n. Sin contar, por ejemplo, con los accidentes de tr¨¢fico. No se puede banalizar su consumo".
Algunos expertos opinan que el Plan Nacional sobre Drogas, creado en una situaci¨®n de emergencia sanitaria, fue en realidad un plan nacional contra la hero¨ªna. Que la presi¨®n social ante los estragos del caballo hizo que se bajara la guardia frente al alcohol, la coca¨ªna y el cannabis. Que la epidemia de coca ya se ve¨ªa venir a comienzos de la d¨¦cada de los noventa. "Lo que pasa es que las drogas llevan a?os fuera de la agenda pol¨ªtica e informativa", reflexiona Carmen Moya, delegada del Plan Nacional sobre Drogas, "y el problema no est¨¢ solucionado. Debemos romper con el mito de que no pasa nada si se consumen esas sustancias. Y al mismo tiempo enviar un mensaje de esperanza: se puede salir de la droga. En Espa?a somos los mejores del mundo. Y con recursos p¨²blicos".
Por ejemplo, la Comunidad Terap¨¦utica de Castillejos, una casa de labranza perdida en el coraz¨®n de Ciudad Real, gestionada por Proyecto Hombre, donde conviven 40 adictos a la coca¨ªna y a la hero¨ªna (10 son mujeres con hijos menores de tres a?os). Aqu¨ª pasar¨¢n 12 meses luchando por resolver su dependencia. El programa completo, desde la fase de acogida hasta la de reinserci¨®n, dura en torno a 30 meses. Tres a?os de disciplina, muchas l¨¢grimas y descubrimiento personal para resolver adicciones de toda una vida.
La historia de cada una de estas 40 personas es completamente distinta. Lo mismo que el recorrido que siguieron hasta quedar enganchados. Y el camino que les ha tra¨ªdo a Castillejos. Hay adictos a la hero¨ªna vapuleados por la vida; con los brazos cubiertos de tatuajes patibularios y el virus del VIH a cuestas. Y tambi¨¦n adictos a la coca de clase media-alta, con estudios, una profesi¨®n y una familia estructurada, que lo han perdido todo. Aqu¨ª son iguales. Sobran las preguntas. Luchan codo con codo. Es el secreto de su recuperaci¨®n. "El problema no es la sustancia por la que vienen, sino que detr¨¢s de cada adicci¨®n hay una problem¨¢tica personal que hay que solucionar", afirma el director del centro, Modesto Salgado, un cura (aunque no lo parece) que lleva trabajando 15 a?os con toxic¨®manos. "El adicto tiene que bucear en su historia y su comportamiento. Corregir su vida. Si no, volver¨¢ a consumir tarde o temprano".
Y no nos enga?emos; al final es exactamente igual la historia de Mar¨ªa, de 35 a?os, una educada decoradora valenciana adicta a la coca¨ªna desde hace 15, con el paladar y el tabique nasal necrosados por la droga, que la de Jos¨¦, de 40, heroin¨®mano, seropositivo, 10 condenas y 20 c¨¢rceles. Los dos han visto la muerte de cerca. Relatan noches infernales en busca de una dosis. El cuchillo de un camello en el cuello. El descenso a los poblados marginales. Han perdido a sus hijos. Han vivido una continua mentira. Saben lo que es tocar fondo. Una y otra vez. Y quieren empezar de nuevo. Les falta poco tiempo para volver a la calle. Y pese a lo incierto del futuro que se abre ante ellos, su alegr¨ªa y sus ganas de vivir son contagiosas.
Proyecto Hombre naci¨® en plena epidemia de la hero¨ªna para dar una respuesta asistencial en colaboraci¨®n con la Iglesia. Actualmente es una de las organizaciones m¨¢s s¨®lidas en la lucha contra la droga. Su modelo ha sido copiado por las autoridades sanitarias francesas, que pretenden dar un mayor papel a las ong en su estrategia antidroga. Como en Espa?a. Seg¨²n Lino Salas, director de comunicaci¨®n, por Proyecto Hombre pasan 13.000 drogodependientes al a?o. Pero los tiempos est¨¢n cambiando. Lo que surgi¨® en 1983 como una puerta de salida para los heroin¨®manos ha comenzado a recibir una avalancha de cocain¨®manos. Desde 1997 tienen un programa espec¨ªfico de rehabilitaci¨®n para dependientes a esta droga en r¨¦gimen ambulatorio. En sus comunidades terap¨¦uticas, en torno al 30% ya son adictos a la coca¨ªna. "Nuestra apuesta de futuro es ir m¨¢s all¨¢ del tratamiento; queremos dedicar m¨¢s esfuerzos a la prevenci¨®n y la formaci¨®n de profesionales. El a?o pasado trabajamos con 60.000 ni?os. ?sa es la clave".
Prevenci¨®n. La palabra m¨¢gica. El concepto m¨¢s repetido. Del que hablan todas las instancias pol¨ªticas y sanitarias. Quiz¨¢ sea el ¨²ltimo cartucho. Porque nadie sabe muy bien qu¨¦ va a deparar a nuestra sociedad esta epidemia invisible. La banalizaci¨®n del consumo de drogas. Entre los profesionales implicados se viven momentos de desconcierto. Y de debate. "Esto pinta muy mal", comenta uno de ellos. Ya no se trata tanto de rehabilitar toxic¨®manos, como con la hero¨ªna, sino de que millones de j¨®venes no lleguen nunca a esa situaci¨®n.
Y no se ha hecho bien. A los pol¨ªticos, la prevenci¨®n les proporciona unos r¨¦ditos menos espectaculares que el tratamiento. Es menos rentable electoralmente. La prevenci¨®n se ha convertido en la pariente pobre de la lucha contra la droga. Seg¨²n diversas fuentes, el presupuesto para esta partida supone menos del 10% del total de la inversi¨®n en programas antidroga. Otros expertos afirman que apenas se est¨¢ llegando a uno de cada 10 ni?os. ?Y el resto?
Esos expertos afirman que la clave es fortalecer las redes de informaci¨®n y concienciaci¨®n de los padres, profesores y alumnos desde la infancia. "Hay que vacunar mentalmente a los ni?os, lo mismo que les inmunizas contra otras enfermedades. Hay que dedicar medios y esfuerzo. No se trata de asustar ni de ser moralista, porque le quitas credibilidad al mensaje; no se trata de decir que se van a morir por una raya. Pero s¨ª que la coca¨ªna tiene graves efectos sobre la salud", explica Marta Franco, responsable de prevenci¨®n en la Agencia Antidroga. "Ser insistentes, como se ha hecho en la pol¨ªtica antitabaco. Para empezar, restringiendo la publicidad de alcohol. Invertir un euro en prevenci¨®n ahorra diez en tratamiento. Y la mejor pol¨ªtica contra la droga es ense?ar a los ni?os a decir no".
A Juan, nadie se lo ense?¨®. Es un tipo alto y guapo. Un treinta?ero que trabaj¨® durante a?os en la noche. En las mejores discotecas. Alcohol y coca¨ªna. Un arma contra su timidez. Ca¨ªda en picado. Varias reca¨ªdas. As¨ª durante 10 a?os. Ha pasado 12 meses en la Comunidad de Castillejos. Con sus consiguientes crisis. Pero ha cambiado. Est¨¢ a punto de salir. Sus padres le esperan. A Juan se le humedecen los ojos cuando imagina el d¨ªa que se despida de sus 39 compa?eros. El momento en que le rodeen y uno a uno le expresen sus sentimientos. Y le deseen toda la suerte del mundo. Una ceremonia solemne que se repite siempre que un interno abandona esta comunidad. "Va a ser muy duro. Pero cuando cruce la puerta sabr¨¦ que he vuelto a nacer".
Plan Nacional sobre Drogas: www.pnsd.msc.es. Agencia Antidroga: www.madrid.org/web_agencia_antidroga / index.html. www.proyectohombre.es. Fundaci¨®n de Ayuda contra la Drogadicci¨®n: www.fad.es.
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