El eterno problema
Comentaba la semana pasada c¨®mo se est¨¢ ampliando este a?o el diferencial de inflaci¨®n entre Espa?a y los pa¨ªses de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria (UEM). Desde 1999 hasta 2005, dicho diferencial se situ¨® en media anual en 1,2 puntos porcentuales y en los cinco primeros meses de 2006 se ha elevado a 1,7. Los ciudadanos, sobre todo los que hacen habitualmente la compra, empiezan a considerar la inflaci¨®n como uno de los problemas principales del pa¨ªs. Ahora bien, la mayor¨ªa percibe s¨®lo una parte del problema, la p¨¦rdida de poder adquisitivo de sus rentas y la dificultad de llegar a fin de mes. Otros, posiblemente pocos pero muy significativos, perciben adem¨¢s otro problema asociado a la inflaci¨®n, la p¨¦rdida de competitividad. Son los empresarios o directivos de empresas que venden sus productos fuera de Espa?a y los que los venden dentro y ven que los productos importados son cada vez m¨¢s baratos respecto a los que ellos producen. ?ste es un problema m¨¢s grave que el anterior, pues de ¨¦l depende no ya el poder adquisitivo, sino las propias rentas, es decir, la capacidad de supervivencia de las empresas y, por tanto, el empleo.
Una de las causas del diferencial de inflaci¨®n con los pa¨ªses de la UEM es el exceso de demanda
La inflaci¨®n ha sido el sempiterno problema de la econom¨ªa espa?ola. Si hacemos un ¨ªndice del IPC espa?ol respecto al IPC medio del G-7 (los siete pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo), tomando como base 100 el a?o 1980, el valor del mismo en enero-mayo de 2006 se eleva a 189, es decir, que en estos veinticinco a?os y pico los precios crecieron en Espa?a un 89% m¨¢s que en esos pa¨ªses (gr¨¢fico izquierdo). L¨®gicamente, los efectos negativos sobre la competitividad-precio de este diferencial de inflaci¨®n tuvieron que ser corregidos por la depreciaci¨®n de la peseta. El problema es que ahora ya no tenemos peseta que devaluar.
En principio, un deterioro del IPC relativo no tendr¨ªa que suponer autom¨¢ticamente p¨¦rdidas de competitividad. El nivel (no la variaci¨®n, es decir, la inflaci¨®n) de los precios en Espa?a es inferior al de los pa¨ªses de la UEM en su conjunto y la evidencia hist¨®rica nos muestra que un pa¨ªs que converge en renta real per c¨¢pita con otros m¨¢s desarrollados tambi¨¦n tiende a converger en niveles de precios y salarios, lo que significa, que mientras dura ese proceso hist¨®rico de convergencia, ese pa¨ªs tiene m¨¢s inflaci¨®n que los dem¨¢s. En el gr¨¢fico central puede verse c¨®mo Espa?a converge en renta real y en precios con la UEM. Ahora bien, para que este proceso no implique p¨¦rdidas de competitividad, tiene que ir acompa?ado de ganancias de productividad mayores que en el resto de pa¨ªses, especialmente en los sectores productores de bienes y servicios expuestos a la competencia internacional. Estas ganancias relativas de productividad compensar¨ªan los mayores aumentos de los costes de producci¨®n. Sin embargo, como se ve en el gr¨¢fico derecho, en Espa?a no s¨®lo no se producen ganancias relativas de productividad, sino p¨¦rdidas, y ¨¦sta es la causa de que, a pesar de la moderaci¨®n salarial, los costes laborales relativos por unidad producida en la industria (quiz¨¢s el mejor indicador de competitividad) se est¨¦n deteriorando igual o m¨¢s que el IPC relativo.
La baja productividad es, pues, una de las causas del diferencial de inflaci¨®n espa?ol, pero otra es el exceso de demanda, y contra esto, los gobiernos (central, auton¨®micos y locales) tienen un arma que parece no quieren utilizar: la restricci¨®n fiscal. Al menos, el proyecto de PGE-2007 que ya se empieza a preparar no pinta muy restrictivo.
?ngel Laborda es director de coyuntura de la Fundaci¨®n de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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