Buenas intenciones

Como ocurr¨ªa en una olvidada pel¨ªcula americana del franc¨¦s Julien Duvivier, Seis destinos, en la que un frac serv¨ªa como hilo conductor para hilvanar seis historias sucesivas, en ¨¦sta, la segunda realizaci¨®n comercial del valenciano Sigfrid Monle¨®n, ocurre algo parecido con una bicicleta, que re¨²ne los destinos de varios personajes en tres historias que se entrecruzan y que pretenden ser una mirada progresista sobre la vida en los barrios populares de una ciudad cualquiera, pongamos que la Valencia de hoy mismo.

C¨®mo no estar de acuerdo con lo que, al menos te¨®ricamente, propugna la pel¨ªcula, un mundo en el que la gente se entienda, en el que las relaciones personales no est¨¦n presididas s¨®lo por el inter¨¦s, en el que la solidaridad de los j¨®venes pueda crear hermosos encuentros en, claro est¨¢, bicicleta para protestar por una ciudad mejor... c¨®mo no estar a favor de una pel¨ªcula que se confiesa y muestra abiertamente de izquierdas, incluso republicana.

Y sin embargo, algunas cosas fallan en el filme, y tampoco conviene olvidarlas. Por ejemplo, un aire demasiado "de buen rollito". Por ejemplo, algunas situaciones que se ven venir de lejos (como la relaci¨®n entre Bardem y Gracia); por ejemplo, y por no hacer la lista demasiado larga, el parlamento lamentable de Gracia en la concentraci¨®n bicicletera, que no lo salva ni las tablas del veterano actor. As¨ª, las buenas intenciones naufragan ante la inconsistencia de un gui¨®n al que le falta mala baba, mirada aut¨¦nticamente cr¨ªtica (con todos, naturalmente) y al que le sobran buenas, demasiado buenas palabras.