Todas las desgracias
No bastaba con el esc¨¢ndalo de los campeonatos ama?ados ni con el m¨¢s que probable descenso del Juventus (principal responsable, pero no ¨²nico) a la Serie B. No bastaba con que el hijo del seleccionador, Marcello Lippi, fuera uno de los manipuladores del calcio. No bastaba con que el ¨²nico futbolista realmente bueno, Francesco Totti, se rompiera una pierna a tres meses del Mundial. No bastaba con que el jugador m¨¢s especial, Antonio Cassano, se convirtiera en un se?or gordito con residencia en Madrid. No bastaba con que el portero de la selecci¨®n, Gigi Buffon, fuera acusado de realizar apuestas ilegales.
Faltaba el aut¨¦ntico mal trago. Faltaba lo de Pessotto.
Gianluca Pessotto fue, hasta mayo, uno de esos gregarios de lujo imprescindibles en cualquier equipo italiano. Un tipo con un mont¨®n de scudetti y una Copa de Europa en el palmar¨¦s del que, sin embargo, no se recordar¨¢ ning¨²n golazo, ninguna jugada sensacional, ning¨²n momento extraordinario. Pessotto no iba a pasar a los anales del f¨²tbol porque no ten¨ªa la calidad en los pies, sino en el coraz¨®n: era un tipo que le¨ªa a Dostoievski en las concentraciones, que ten¨ªa una buena palabra para todos, que mejoraba el vestuario con su presencia.
Pessotto lleg¨® el martes, puntual como siempre, a la sede de la Juve, pero no lleg¨® a entrar en su nuevo despacho de gerente de la plantilla. Subi¨® hasta la buhardilla, sali¨® a un alero del tejado y se arroj¨® a la calle con un rosario en la mano. Sigue entre la vida y la muerte. No se sabe por qu¨¦ lo hizo. Esa ma?ana discuti¨® con su mujer porque Pessottino, como se le conoce en el calcio, cancel¨® un fin de semana familiar para dedicarse al trabajo. Su mujer dice que estaba deprimido, que no superaba el fin de su vida como jugador, que le abrumaban las nuevas responsabilidades. Tampoco debi¨® ser f¨¢cil para ¨¦l descubrir que hab¨ªa entregado sus mejores a?os a una sociedad deshonesta, y que todos los t¨ªtulos ganados iban a quedar empa?ados para siempre.
La selecci¨®n italiana est¨¢ como de costumbre: en los cuartos ce final y, salvo heroicidad de la selecci¨®n de Ucrania, con serias perspectivas de colarse en las semifinales. Juega bien atr¨¢s y poco delante, como de costumbre. Tambi¨¦n escucha las cosas habituales: el Der Spiegel alem¨¢n llamaba el otro d¨ªa "par¨¢sitos" a los futbolistas italianos y otras cosas igualmente lindas a los italianos en general. En estas mismas p¨¢ginas, y con toda justicia, se dec¨ªa tras el infame Italia-Australia que los azzurri hab¨ªan recuperado su vieja tradici¨®n cavern¨ªcola.
Todo va mal, como siempre. Y sigue la angustia por Pessotto.
Pero hay signos portentosos. Por primera vez en la historia, Materazzi sufri¨® el otro d¨ªa una expulsi¨®n inmerecida. Y Totti, con todos los elementos a su favor para fallar gloriosamente un penalti de ¨²ltimo segundo, marc¨®.
Esta gente tiene que acabar ganando.
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