La marca Espa?a
La vieja historia del fracaso de nuestra selecci¨®n es un cuento demasiado viejo. Todos los equipos de f¨²tbol, nacionales o no, son productos elaborados no frutos naturales de la regi¨®n, el pa¨ªs o la patria. Seguir atribuyendo la imposibilidad de traspasar octavos o cuartos de final a la idiosincrasia de nuestros jugadores es equivalente a negar la posibilidad de mejorar el vino, la productividad o la calidad del profesorado.
Francia no era nada hace diez a?os y ahora nos atemoriza porque adem¨¢s de mostrarse superior posee el aura formidable de haber ganado un Campeonato del Mundo. Francia no se encontr¨® con el regalo de una cosecha natural, fabric¨® su equipo. Hasta el ma¨ªz, la soja o el arroz se fabrican detenidamente, recurriendo a la bioqu¨ªmica o al injerto.
Ahora, pr¨¢cticamente en la selecci¨®n de cualquier pa¨ªs se alinean jugadores nacionalizados, injertados de otras plantaciones. Nosotros tenemos ya dos y Francia re¨²ne a m¨¢s de la mitad procedentes de fuera o nacidos de ciudadanos sin ra¨ªz aut¨®ctona. Lo que cuenta es la marca Francia. Ocurre lo mismo que con Tommy Hillfiger: ni una sola prenda naci¨® de sus dise?os ni de sus f¨¢bricas: todos son productos de osutsurcing expuestos bajo una marca.
?Formar, por tanto, toda una selecci¨®n con jugadores extranjeros? No es necesario tanto. Bastan unos cuantos de alt¨ªsima calidad, al modo del argelino Zidane para aspirar al campeonato. Injertar, planificar y promover las propias canteras, desplegar una racionalizaci¨®n inteligente del trabajo, con f¨®rmulas extranjeras o no, conducir¨ªa a mejores cosechas. Y as¨ª se act¨²a generalmente en todo el mundo globalizado donde los art¨ªculos se controlan desde el principio al fin con la m¨¢xima racionalidad y estrategias de mercado.
Seguimos aqu¨ª, sin embargo, demasiado abrazados al t¨®tem de la fatalidad. Porque todav¨ªa parece creerse en los imponderables designios del destino, en nuestra pobreza hist¨®rica, en nuestra inferioridad secular respecto a la Europa rica. No obstante, ?qui¨¦n no ve hoy en esta creencia lo m¨¢s reaccionario y negativo de nuestra tradici¨®n tr¨¢gica?
La consecuencia de llevar la selecci¨®n hasta la final de un Mundial de f¨²tbol puede ser m¨¢s importante econ¨®mica y pol¨ªticamente que la apropiada negociaci¨®n con ETA, que la firma del Estatut y los Estatutos, que el equilibrio presupuestario, que el crecimiento del empleo y del PIB porque la totalidad de estos factores se aprovechar¨ªan de su ben¨¦fica influencia. ?C¨®mo comprender, por tanto, que no se convierta en una primera cuesti¨®n de Estado?
Los d¨ªas pasados, previos a la humillaci¨®n de Hannover, la posible victoria de la selecci¨®n en un Mundial de f¨²tbol fomentaba el buen humor, la salud y la trabaz¨®n colectiva. Con el ¨¦xito en el Mundial la marca Espa?a se habr¨ªa alzado con tal resonancia internacional que todav¨ªa es m¨¢s desconcertante c¨®mo las autoridades pol¨ªticas y deportivas siguen los hechos, desde hace a?os, con tanta ignorancia, pasividad e inepcia.
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