Como el agua y el aceite
Las radicales diferencias ideol¨®gicas y de concepci¨®n democr¨¢tica hacen impensable, seg¨²n el autor, una colaboraci¨®n del PSE y Batasuna
Euskadi est¨¢ cambiando para bien. Las modificaciones en la pol¨ªtica que se han introducido desde marzo de 2004 est¨¢n sirviendo para crear las condiciones necesarias para que en el Pa¨ªs Vasco se viva, primero, en paz, y posteriormente en libertad. Parece que el PNV ya no se debate entre mantener la acci¨®n en torno a un frente abertzale con o sin atentados, sino en c¨®mo compatibilizar su enso?ada construcci¨®n nacional con la transversalidad y la estabilidad institucional. Y despu¨¦s de tres a?os sin atentados mortales, la amenaza m¨¢s grave que sufre el Estado de Derecho a manos de ETA son sus bravuconadas para consumo interno.
Un afiliado del Partido Socialista me contaba recientemente que, al pasar delante de la manifestaci¨®n semanal que la izquierda abertzale convoca por el acercamiento de los presos en la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria-Gasteiz, segu¨ªa teniendo la sensaci¨®n de que media un abismo entre lo que son y representan los militantes de ese mundo con lo que son y representan los afiliados y simpatizantes del PSE-EE. Y as¨ª es.
La praxis de la izquierda 'abertzale' no resulta compatible con la de un partido de izquierdas, si es democr¨¢tico
Se nos puede pasar una mano o alguna se?a en esta partida de mus que es Euskadi, pero al final las cartas mandan. Los vascos sabemos muy bien qui¨¦n es cada uno, qu¨¦ desea y c¨®mo act¨²a para conseguir sus objetivos. Y es literalmente imposible una unidad pol¨ªtica, y mucho menos de gobierno, con los herederos de HB.
Que nadie se lleve a enga?o. Todav¨ªa, y me temo que durante muchos a?os m¨¢s, la izquierda abertzale presenta una praxis pol¨ªtica incompatible no ya con un partido de izquierdas, sino con cualquier partido democr¨¢tico moderno. La movilizaci¨®n como principal activo pol¨ªtico, solapando la imprescindible etapa de reflexi¨®n y de autocr¨ªtica; la identificaci¨®n con una agonizante comunidad de resistencia, combativa y anti-sistema, que antepone el control social a la libertad individual de elecci¨®n; el voluntarismo extremo en oposici¨®n a la testaruda realidad; el ultim¨¢tum cotidiano como forma de comunicaci¨®n pol¨ªtica; el militarismo militante contra la legalidad y, sobre todo, la facilidad con que se dogmatizan y sacralizan las propias posiciones. Es decir, una cultura pol¨ªtica propia de las comunidades tradicionales anteriores a las democracias occidentales. A pesar de su ret¨®rica y su imagen, el nacionalismo de Otegi y compa?¨ªa est¨¢ infinitamente m¨¢s cerca del carlismo parroquiano requet¨¦ del siglo XIX que de la izquierda pos-moderna, libertaria, igualitaria, pacifista y pactista del actual Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero.
Al nacionalismo radical le queda mucho camino por transitar para poder equipararse a una ideolog¨ªa moderna, inclusiva y democr¨¢tica. Para empezar, deben andar el camino democr¨¢tico que otros muchos llevamos recorriendo desde hace 30 a?os. Pero la aut¨¦ntica frontera que debe traspasar es la de reconocer que las personas son m¨¢s importantes que los territorios. Que una voluntad ciudadana mayoritaria -que no es el caso de sus reivindicaciones- se debe imponer s¨®lo en el marco del Estado de Derecho de una democracia, pero salvaguardando los derechos ciudadanos de las minor¨ªas.
Si los socialistas creemos que las naciones y los Estados son fruto de la libre voluntad de adhesi¨®n de ciudadanos para el desarrollo de sus derechos plenamente reconocidos, el nacionalismo radical a¨²n permanece en la idea de que la voluntad ciudadana deviene de una comunidad sobrevenida, anterior y con m¨¢s prevalencia que la propia voluntad de las personas; y que esta comunidad -ling¨¹¨ªstica, ¨¦tnica, e hist¨®rica- debe condicionar la existencia de las personas, pues sus derechos no dependen de su voluntad manifestada en ley, sino de lo que dicte el "pueblo", la comunidad en gen¨¦rico. Su ideario pol¨ªtico es una cuesti¨®n para analizar desde la antropolog¨ªa social, no desde la pol¨ªtica democr¨¢tica.
Esta diferencia sit¨²a a los abertzales radicales y a los socialistas, respectivamente, antes y despu¨¦s de la democratizaci¨®n de las sociedades. Por eso, los deseos, expresados a modo de chascarrillo en mentideros pol¨ªticos, de que la alternativa al Gobierno del PNV es una entente a la catalana con EA y una legalizada Batasuna no son m¨¢s que intoxicaciones y bulos malintencionados. La voluntad ciudadana o la voluntad comunitarista no se mezclan, como tampoco se mezclan el agua con el aceite.
S¨ª es cierto que Euskadi necesita una alternativa desde la izquierda. Nuestra autonom¨ªa sufre 26 a?os de gobierno nacionalista, la sanidad hace a?os que dej¨® ser referente en Espa?a, la educaci¨®n privada supera en matriculaciones a la p¨²blica y la universidad se cae a pedazos. Un buen n¨²mero de municipios vascos votan mayoritariamente a fuerzas situadas o que se autodenominan progresistas, pero son gobernadas por la derecha del PNV. Tambi¨¦n, se producen saludables coincidencias sindicales entre UGT, CC OO y LAB. Pero estos elementos no son suficientes para avalar las intoxicaciones malintencionadas de las que hablaba anteriormente, dada la completamente divergente concepci¨®n de la pol¨ªtica, de la ideolog¨ªa y de los derechos que tenemos los socialistas y el nacionalismo radical.
Ahora bien, espero que en un futuro no muy lejano hagan todo el recorrido democr¨¢tico que tienen que hacer para que s¨ª nos pueda unir algo: el deseo de alcanzar la paz en libertad.
?scar Rodr¨ªguez Vaz es secretario general de Grupo Parlamentario Socialistas Vascos.
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