Rituales
La pol¨ªtica tiene mucho de representaci¨®n teatral. La pasada semana asistimos a uno de sus rituales cl¨¢sicos: el solemne anuncio del inicio de las negociaciones oficiales con ETA para el fin de la violencia. Durante las ¨²ltimas semanas, esta cuesti¨®n ha centrado el debate entre los dos principales partidos espa?oles. Y sin embargo, todo es pura comedia. Se discute sobre si hay que negociar con ETA o no cuando se lleva ya m¨¢s de un a?o haci¨¦ndolo. Todo el mundo lo sabe, representantes del Gobierno y de ETA y su entorno han estado reuni¨¦ndose con mediadores internacionales en distintos lugares de Europa. Fruto de estas relaciones fue el anuncio de la tregua. Incluso parece que la declaraci¨®n del presidente Zapatero se retard¨® alg¨²n d¨ªa a la espera de conocer los resultados de una ¨²ltima reuni¨®n. Y esto es bueno porque si las negociaciones se oficializan despu¨¦s de una serie de contactos previos, cabe pensar que las partes consideran posible el acuerdo. Pero todos los actores han actuado como si estuvi¨¦ramos ante la primera reuni¨®n. Es un rito. Todos los procesos de fin de la violencia pasan por estas situaciones.
En cualquier caso, es un momento solemne porque marca el reconocimiento al grupo terrorista. Se le concede el estatuto de negociador. Nadie puede escandalizarse por ello. No hay negociaci¨®n si no se acepta al otro -a ETA en este caso- como interlocutor. Aunque se repita que no habr¨¢ negociaci¨®n pol¨ªtica. ?Qu¨¦ es y qu¨¦ no es pol¨ªtica? La idea est¨¢ clara: los terroristas no pueden conseguir un precio que signifique la modificaci¨®n de las reglas del juego, como incentivo para el abandono de las armas. Ser¨ªa injusto y peligroso. En realidad, a lo que incentivar¨ªa es a otros grupos a acudir a la violencia cuando no vieran posibilidad de conseguir sus reivindicaciones por las v¨ªas normales. ?ste es el meollo del debate: en una sociedad democr¨¢tica no se puede conseguir nada mediante la amenaza, el chantaje y el crimen, pero cualquier reivindicaci¨®n pol¨ªtica -dentro de los valores que definen el sistema democr¨¢tico- debe tener cauces para su expresi¨®n y propuesta sin necesidad de acudir a la violencia, al chantaje y al crimen. ?stas son las dos piezas del problema y de ah¨ª el debate sobre las dos mesas: la del fin de la violencia, con ETA, y la pol¨ªtica, sin ETA. La posibilidad de ¨¦xito del proceso de paz se basa en estas dos cosas: que todos acepten que con la violencia no se puede conseguir nada, pero que las reivindicaciones que los violentos plantean, en aquellas cosas que no sean incompatibles con los principios de libertad y autonom¨ªa de las personas propios de la democracia, deben encontrar cauces representativos y reconocimiento institucional. ?stos son a la vez los l¨ªmites y las posibilidades del proceso paz. Si todos tienen claro que ¨¦ste es el per¨ªmetro del acuerdo final, puede haber ¨¦xito; si no, ser¨¢ imposible.
Y ¨¦ste es el marco que ha intentado definir el presidente Zapatero en su declaraci¨®n. Hay cr¨ªticas sobre la forma. Entiendo que al Gobierno y al PP pod¨ªa aliviarles evitar un debate parlamentario sobre la cuesti¨®n. Pero Zapatero se hab¨ªa comprometido y aunque hay consenso en no ten¨¦rselo en cuenta, en aras de un bien superior, el miedo al hemiciclo nunca es una buena noticia. Ciertamente, la posici¨®n del PP es una atenuante para Zapatero. Mariano Rajoy, aunque quisiera -cosa que dudo, porque no hay una sola muestra de que sea menos radical que su entorno-, no est¨¢ en condiciones de dar marcha atr¨¢s en la estrategia obstruccionista del proceso de fin de la violencia que ha definido el n¨²cleo duro de su partido. Pero si alguna se?al del mundo exterior llega al limbo en que el PP se coloc¨® la semana del 11-M, sus dirigentes se deben dar cuenta del car¨¢cter suicida de su estrategia. Los que la manejan sabr¨¢n qu¨¦ intereses buscan con ello. Probablemente todo acabe en una pugna interna que desplace a Mariano Rajoy, porque las instituciones casi siempre -aunque pueda presentarse el argumento en contrario de la UCD- sacan sus mecanismos de correcci¨®n antes de caer en p¨¦rdidas irreparables. Pero el PP tendr¨¢ durante muchos a?os enormes dificultades para explicar a la ciudadan¨ªa por qu¨¦ no quiso que durante el Gobierno de Zapatero se llegara al fin de la violencia en Euskadi. Y esto tendr¨¢n que explicarlo tanto si el proceso acaba bien como si acaba mal.
Pero vuelvo a la declaraci¨®n de Zapatero y a su contenido. El presidente del Gobierno, que va tan sobrado -y esto s¨ª que es peligroso- que se permiti¨® el lujo de no leer un discurso que ser¨¢ escrutado hasta la palabra m¨¢s inofensiva, quiso delimitar el marco de lo posible al que me he referido antes. Y lo hizo de forma clara, por mucho que algunos hablan de ambig¨¹edad, especialmente en dos momentos. Al afirmar que el proceso ser¨¢ regido por "el principio irrenunciable de que las cuestiones pol¨ªticas s¨®lo se resuelven con los representantes leg¨ªtimos de la voluntad popular", estaba dejando claro que no hay negociaci¨®n pol¨ªtica -en el sentido al que me he referido antes- con ETA y, por tanto, estaba invitando a Batasuna a aceptar las reglas del juego y legalizarse, para que sus reivindicaciones pol¨ªticas entren en el juego democr¨¢tico. Naturalmente, los dirigentes de Batasuna deber¨¢n pasar por las urnas antes de poder presentarse a negociar como representantes de la voluntad popular. Lo cual es muy clarificador respecto al calendario: primero, legalizaci¨®n, y cuando hayan pasado las elecciones, negociaci¨®n pol¨ªtica. O sea que con esta frase Zapatero marca el camino y gana tiempo.
La segunda frase definidora del marco del proceso es la que han utilizado profusamente los tramposos tanto de la derecha como del abertzalismo para manipularla en busca del derecho de autodeterminaci¨®n. Zapatero se comprometi¨® a respetar "las decisiones que los vascos adopten libremente", empieza la frase. Y aqu¨ª se han quedado los voceros medi¨¢ticos de la derecha y la izquierda abertzale. S¨®lo que la frase contin¨²a diciendo: "Respetando las normas y procedimientos legales". Lo cual delimita bastante el terreno de juego. Los catalanes sabemos algo de esto, por experiencia propia en el proceso estatutario.
El marco y los actores est¨¢n definidos, es posible que los caminos que lleven a este valle sean largos y tortuosos. Pero en el fondo todo depende de algo relativamente simple: que ETA tenga claro que ya no tiene lugar en el mundo. Y no lo tiene: porque ha sido derrotada, porque el contexto mundial le es adverso y porque, despu¨¦s del 11-M, es imposible dar el m¨ªnimo sentido -incluso para los m¨¢s fan¨¢ticamente fieles- a sus acciones. ETA debe asumir su realidad. Todo lo dem¨¢s es literatura. Alpiste espiritual para los suyos.
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