Los ciclistas no son como los futbolistas
David de la Fuente, l¨ªder de la monta?a tras una larga fuga que dio paso al 'sprint' victorioso de McEwen
Hay ciclistas que dicen que los futbolistas son como ellos, que tambi¨¦n est¨¢n atentos diariamente a todos los detalles que pueden afectar a su rendimiento f¨ªsico, que tambi¨¦n est¨¢n dispuestos a probar todas las recetas que les prometan la felicidad y el triunfo. Seguramente se equivocan. Ya quisieran los futbolistas ser como ellos.
Por los menos los futbolistas con los que tuvo que tratar este a?o un directivo del Madrid preocupado por la baja forma f¨ªsica que mostraban en el Bernab¨¦u. Cuenta este hombre que un d¨ªa llam¨® a su despacho a un eminente fisi¨®logo al que despu¨¦s de hacer part¨ªcipe de sus preocupaciones le solicit¨® que elaborara un estudio sobre la efectividad de la terapia hipob¨¢rica. Se trataba de ver si convirtiendo los dormitorios de los jugadores en instalaciones que simularan la altitud de Navacerrada o Sierra Nevada, por ejemplo, aumentar¨ªa su capacidad f¨ªsica los domingos. El cient¨ªfico prepar¨® el informe y se lo present¨® un d¨ªa al directivo. Le acompa?aba uno de los t¨¦cnicos del club, quien al desgaire tom¨® los papeles, los ley¨® por encima y proclam¨®: "Esto est¨¢ muy bien. El problema ser¨¢ conseguir que se acuesten alguna noche".
De la Fuente se junt¨® con Hern¨¢ndez en el kil¨®metro cero y a¨²n alargaba la agon¨ªa en el 215
Hushovd sufri¨® otro infortunio en la llegada, pero, v¨ªa bonificaciones, recuper¨® el liderato
Los ciclistas no son artistas, sino trabajadores. Hasta los m¨¢s tramposos, hasta los m¨¢s pringados por su relaci¨®n con Eufemiano Fuentes, por ejemplo, duermen en su casa todas las noches, madrugan y llueva, granice o nieve, salen a la carretera, sacrifican la vida familiar, se juegan la vida entre locos al volante, aprenden a luchar, aumentan su resistencia al dolor, lo que, en el fondo, es su m¨¢ximo atributo. Cuenta uno que un d¨ªa sali¨® a entrenarse a cinco bajo cero y que al cabo de una hora fue a echar un trago del botell¨ªn, pero no ca¨ªa ni una gota: el agua se hab¨ªa congelado.
El ciclismo es sus ra¨ªces y a los organizadores de las carreras les gusta recordarles de vez en cuando que ellas se encuentran bajo tierra. En el Giro, que sali¨® de B¨¦lgica, hubo una etapa que lleg¨® a Marcinelles, donde hace 50 a?os el incendio de una mina de carb¨®n mat¨® a m¨¢s de 200 trabajadores, la mayor¨ªa emigrantes italianos. Ayer el Tour atraves¨® la cuenca de la miner¨ªa de hierro de la antigua Lorena, pas¨® por Rumelange, donde se encuentra el museo de la mina, e hizo etapa en Esch, poblado con mayor¨ªa de emigrantes portugueses como lo probaba las decenas de banderas lusitanas -orgullo futbol¨ªstico al viento- que adornaban ventanas y balcones. Que el ciclista no olvide lo que es, carne y hueso de trabajador; que no olvide lo que representa, que no olvide su sino.
No lo olvid¨®, no lo olvidar¨¢ nunca, evidentemente, David de la Fuente, alegre y combativo corredor c¨¢ntabro, debutante en el Tour, que se junt¨® con Aitor Hern¨¢ndez, un vizca¨ªno tambi¨¦n novicio, en el kil¨®metro cero y a¨²n estaba, ya solo, en el kil¨®metro 215 apretando los dientes, superando el dolor, trabajando como un mulo, alargando la agon¨ªa, dando sentido a su vida. Y aun despu¨¦s, fuera de c¨¢mara, cuando el pelot¨®n, imparable, le dej¨® tirado, sigui¨® dando el callo en la mina: su compa?ero G¨®mez Marchante, el Pimiento, gran promesa para la monta?a, se hab¨ªa ca¨ªdo. Se fue al suelo de la misma manera que el a?o pasado, aunque con menores consecuencias que entonces. Ayer la costalada no le supuso la rotura de la clav¨ªcula, sino algunas l¨¢grimas, unos cuantos dolores en la ingle, un par de minutos perdidos y las consiguientes lamentaciones. Al Pimiento le acompa?¨® en sus ¨²ltimos kil¨®metros De la Fuente, quien obtuvo como pago a su jornada un maillot de lunares y el agradecimiento p¨²blico de su compa?ero.
Cuando los dos llegaron a meta, entremezclados con los varios pelotones en que se hab¨ªa disuelto el gran grupo por culpa de una ca¨ªda a dos kil¨®metros -por lo tanto no se les cont¨® el tiempo perdido a los rezagados por esta ca¨ªda-, ya hac¨ªa tiempo que Robbie McEwen, el lobo estepario, hab¨ªa cruzado la meta. Fue tras un sprint marcado, una vez m¨¢s, por el infortunio de Hushovd, el coloso noruego cuyo brazo reg¨® de sangre la llegada la v¨ªspera. En este caso, a Hushovd, brazo derecho bien vendado, se le sali¨® el pie del pedal en el momento de m¨¢ximo apoyo. Su p¨¦rdida de velocidad en el instante cumbre conden¨® a Boonen, que intentaba remontar desde su rueda e hizo feliz al diminuto australiano, ganador pese a correr con un divieso del tama?o de un huevo de paloma. Como consolaci¨®n, y v¨ªa bonificaciones, el noruego recuper¨® el maillot amarillo.
Hoy, la etapa no termina en una mina, sino en el Cauberg, el muro de la Amstel Gold Race. Hoy, muchos esperan ver delante el maillot blanco de Alejandro Valverde.
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