Capital del orgullo
La Puerta de Alcal¨¢, la plaza de Cibeles, la Gran V¨ªa y hasta el monumento cervantino de la plaza de Espa?a aparec¨ªan el pasado fin de semana en las televisiones europeas como iconos del alegre paisaje de la capital de las libertades, sin que para eso tuviera que gastarse un euro el Ayuntamiento de Madrid.
Por esos espacios discurr¨ªa la marcha de una sociedad nueva, joven, que avanzaba con entusiasmo hacia la conquista de su futuro. No se trataba de una manifestaci¨®n exclusivamente madrile?a, pero quiz¨¢ por eso mismo lo fuera: no hay nada m¨¢s caracter¨ªstico de Madrid que su voluntad de inclusi¨®n, que su naturaleza de lugar de encuentro.
Tampoco se trataba de una concentraci¨®n de gays y lesbianas exclusivamente: las conquistas de los derechos de los homosexuales son, entre otras cosas, consecuencia de la transformaci¨®n social conseguida por las mujeres.
El D¨ªa del Orgullo Gay mostr¨® una sociedad nueva, joven y que avanza con entusiasmo
Pero tampoco les acompa?aban s¨®lo mujeres: en la medida en que algunos sectores intransigentes de la sociedad han demonizado la ley que acaba con la discriminaci¨®n del homosexual la bandera del arco iris ha sido tomada por muchos ciudadanos como propia, s¨ªmbolo de la sociedad emancipada que defiende la igualdad. Estaban all¨ª, adem¨¢s, algunas de las propias familias de origen de los gays (tradicionales) y los miembros de otras nuevas y diferentes familias, unidos todos bajo un lema integrador: "Por la diversidad. Todas las familias importan".
No coincid¨ªa el mensaje naturalmente con el que el mundo pueda recibir estos d¨ªas desde Valencia, donde las familias cat¨®licas, adem¨¢s de defender con todo derecho su modelo de familia, tratan de imponerlo como ¨²nico y verdadero, mientras atacan, sin piedad, cualquier otra opci¨®n.
La del matrimonio entre personas del mismo sexo es la que les despierta mayor agresividad. Quieren negarle a los gays las posibilidades que tienen algunos de los suyos en el santo matrimonio. Por ejemplo: que el matrimonio pueda ser tambi¨¦n para ellos una SL, es decir, una sociedad, una unidad de negocio en lo universal.
V¨¦ase si no el buen ejemplo de la cat¨®lica familia Aznar-Botella que ha conseguido rentabilizar su servicio a la patria en el seno familiar de Famaztella, SL, en la que adem¨¢s de vender santas ideas se gestionan los derechos de autor de una concejala madrile?a por su inteligente teor¨ªa sobre las peras y las manzanas en su condena de la boda gay.
De modo que es comprensible que frente a la actitud hostil de la Iglesia se oyeran en la manifestaci¨®n gritos poco amables contra ella, tan cicatera en su amabilidad con el pr¨®jimo. Pero lo bueno de esta doble oferta de Madrid y Valencia es que el espectador extranjero pueda asistir al espect¨¢culo de la Espa?a vieja y la nueva, sin que llegue a entender por eso que la vieja sea eterna.
Lo malo es que pueda revivir la idea recurrente de otras dos Espa?as; no s¨®lo porque no es cierta, aunque algunos se empe?en en lo contrario y haya comportamientos que recuerden momentos hist¨®ricos que las hicieron posibles, sino porque al margen de la Iglesia que alienta esa divisi¨®n, en su seno y fuera de ¨¦l, hay una vigorosa ciudadan¨ªa del siglo XXI, y en ella no faltan cat¨®licos de distintas ideas pol¨ªticas y votantes de centro derecha, que no alimenta viejos fantasmas.
As¨ª quiz¨¢ lo entendieran quienes contemplaran en sus televisores la celebraci¨®n en Madrid del D¨ªa del Orgullo. El orgullo, que significa vanidad o arrogancia, expresa tambi¨¦n "exceso de estimaci¨®n propia, que a veces es disimulable" -dice el diccionario- "por nacer de causas nobles y virtuosas". Y pudo ser el orgullo esta vez, adem¨¢s, un orgullo patri¨®tico.
No porque se hubiera producido una s¨²bita adhesi¨®n de los manifestantes a los sombr¨ªos conceptos de patria que sirven para enfrentarnos, sino porque la patria puede que fuera ahora para ellos el conjunto de los ciudadanos que apoyan sin recelos en un alto porcentaje el logro de la felicidad personal y familiar de sus compatriotas.
Por lo dem¨¢s, la alegre cabalgata del s¨¢bado fue, como le gusta a nuestro alcalde, una buena oportunidad de promoci¨®n del Madrid moderno, sin que en esta ocasi¨®n, como le ha sucedido en otros acontecimientos, deba el regidor dar cuenta de gastos del erario p¨²blico para justificarlos con posteriores r¨¦ditos tur¨ªsticos.
No corren la misma suerte sus compa?eros valencianos, que ahora esperan alcanzar una gran promoci¨®n que justifique el despilfarro de dinero p¨²blico, nada evang¨¦lico, del encuentro de la ¨²nica y verdadera familia.
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