El cante flamenco
Rafael Perona, el organizador del 16? Concurso de Cante Flamenco de la Mina (en Sant Adri¨¤ de Bes¨°s), lleva calado su sombrero negro de hombre tenaz, y con su silla de ruedas recorre atento las instalaciones del parque del Bes¨°s donde se concentran los cantaores. En un campo improvisado en el otro extremo del parque, juega al voleibol un grupo de paquistan¨ªes, y m¨¢s all¨¢ dos guardias urbanos se achicharran con el ¨²ltimo sol de la tarde dentro de su coche, que tiene las puertas abiertas de par en par, y un empleado del Ayuntamiento se come su bocadillo sosegadamente apoyado contra un muro. Camino del recinto donde se encuentran los participantes, Rubito de Pastora canturrea con una cerveza en la mano. "?Est¨¢ fresquita y buena, aaay!". A sus 61 a?os, a Rubito s¨®lo le queda el nombre de sus largos tirabuzones de oro agr¨ªcola que le hicieron popular por las pe?as flamencas de Barcelona. Esta noche del s¨¢bado 1 de julio se celebra la final del concurso.
"En la Mina hay una demanda social y cultural muy importante que atender. Por eso instituimos este concurso de cante", explica Rafael Perona, que es adem¨¢s presidente de la asociaci¨®n gitana del barrio. Perona, de 40 a?os, est¨¢ casado, tiene tres hijas y curs¨® hasta tercero de derecho. "Hubiese preferido estudiar ciencias o periodismo, pero el derecho me es m¨¢s ¨²til para ayudar a mi pueblo". Rafael Perona lleva una camisa negra de manga corta, y en su gesto hay una altivez de tratante de ganado heredada de su familia. "Quisimos, adem¨¢s, animar con este concurso al mundillo del flamenco para que conociese la Mina, porque aqu¨ª tenemos una cantera muy buena. Y tambi¨¦n queremos demostrar que la marginalidad se puede combatir con el flamenco".
El viento de la playa llega hasta el parque al caer la noche y ara?a con su fresco tr¨¦molo de guitarrista las mimbreras y los pl¨¢tanos. Los ¨²ltimos trenes de cercan¨ªas se desvanecen entre los ¨¢rboles, y detr¨¢s de una nube la luna les ense?a a los visitantes su cuarto creciente. Entre el p¨²blico, una mujer tatuada baila con la camiseta arremangada hasta el costillamen, y un padre juega con su hija y la hace girar en volandas, y corretea un ni?o que lleva una camiseta de Spiderman, y unas gitanas muy gordas toman el fresco sentadas con sus vestidos sin mangas, y lucen as¨ª sus brazos rollizos, y se han recogido sus cabellos violentamente te?idos de mechas, y conversan empapadas en un sudor nocturno y de extrarradio, y un gitano con tup¨¦ y un cigarrillo en la oreja y con los pu?os de su camisa de rayas vueltos baila ¨²nicamente moviendo las manos, y palmean unos muchachos con el pelo engominado y la barba muy delicadamente recortada, y las muchachas payas se contonean con sus vestidos veraniegos pose¨ªdas por una alegr¨ªa de verbena de San Juan y abrazan a sus novios payos, que siguen el ritmo con las manos metidas en los bolsillos. Y de golpe se ha esfumado pr¨¢cticamente la mitad de la concurrencia, y lo que ahora abundan son las sillas vac¨ªas, y un flamenco susurra que en el barrio acaban de matar a un ni?o en un tiroteo; pero en las calles de la Mina la noche transcurre lenta y vac¨ªa como si nada, o como ocultando el sudoroso pulso del barrio con su manto de arena estrellada, y todo en este sitio parece pesadamente rutinario a excepci¨®n de los corros de gitanos herm¨¦ticos que se han formado frente a la comisar¨ªa de los Mossos d'Esquadra, y de pronto un payo muy viejo nombra la calle de Saturno, y en esta calle lo que principalmente hay es m¨¢s noche y m¨¢s edificios, pero tambi¨¦n ha quedado una acera acordonada con cintas de pl¨¢stico y en ella unos polic¨ªas iluminan escasamente el suelo con sus linternas, y en la acera de enfrente m¨¢s corros de gitanos inescrutables contemplan la escena envueltos en silencio, que es aqu¨ª un silencio de plomo de bala, y sin embargo todo esto resulta absurdamente normal, y de repente un polic¨ªa me pregunta cu¨¢nto o qu¨¦ s¨¦ y, mientras sus compa?eros siguen buscando en la acera los casquillos de la reyerta, me corrige en mis elucubraciones y asegura que no ha habido muertos, ni tampoco heridos graves, "s¨®lo uno, y todo limpio", concluye, y tambi¨¦n de repente el agente deja de hablar, y ahora nadie habla en la Mina, y ya s¨®lo se canta. Y en el parque un concejal comenta apoyado en la complicidad de una barandilla que hay dos ni?os heridos, pero que quien de verdad ha pillado ha sido un barrendero que iba o ven¨ªa del trabajo, que le han dado en un pie, y un r¨ªo de especulaciones secretas y de informaciones sin confirmar empieza a fluir por los canales subterr¨¢neos de la noche, y a los rumores afluyen inmediatas las quimeras, y as¨ª un t¨¦cnico municipal asegura amistosamente que no ha pasado nada, acaso nada importante, y es de esta manera como otra vez se impone ese silencio insoportable hecho de rumores y de disimulos contra el que se lucha en el barrio. Y de nuevo, y tambi¨¦n de repente, ha vuelto a llenarse el recinto, y entonces el cantaor Jes¨²s Heredia, de 73 a?os, un ni?o del campo de ?cija, entona un martinete de su cosecha, que dice: "Probe siempre fui, pero me sobran las palabras para poderlas repartir. Las palabras son el viento, y el viento la libertad, tesoro del pensamiento, bandera de libertad".
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