Una noche tranquila con Dylan
El artista se impuso, sin modificar en exceso sus piezas, en un recital sin aspavientos
Pasaban diez minutos de las diez de la noche del jueves y con el escenario a oscuras una voz en off enfatiz¨® los m¨¦ritos del artista: un icono de los sesenta que ha descubierto a Jes¨²s. Pocos segundos despu¨¦s se apagaban las luces completamente y, una vez encendidas de nuevo, seis m¨²sicos estaban en escena. Bob Dylan comenzaba su primer concierto del verano de 2006 en Espa?a y el p¨²blico de Calella de Palafrugell (Girona) lanzaba los primeros aplausos c¨®mplices. Fue el comienzo de una noche en la que Dylan volvi¨® a imponerse sin aparente esfuerzo a base de reinventar su propio repertorio, que esta vez no quiso alterar con versiones especialmente ins¨®litas.
Vest¨ªa de negro, tocado con un sombrero vaquero igualmente negro. Su vestimenta destacaba de la del resto de sus cinco m¨²sicos, todos de gris y todos, menos el encargado de la steel guitar, con sombrero. Con una voz que parec¨ªa desganadamente arrancada del fondo de alguna tripa maltrecha, Dylan, tocando el teclado ante el que se sentaba en un taburete alto que le permit¨ªa separar informalmente sus piernas, inici¨® los primeros versos de Maggie's farm, canci¨®n que invariablemente, al menos hasta ayer, inicia esta temporada todos los conciertos del de Duluth. Con un marcado acento vaquero, arranc¨® despu¨¦s uno de los primeros cl¨¢sicos de la noche, The times they are a-changin, que son¨® convenientemente alterada por los arreglos y por una voz que, de nuevo, pareci¨® emerger de alguna ¨²lcera. De los pulmones surgi¨®, sin embargo, el aire que sirvi¨® a Dylan para exprimir los primeros sonidos de la arm¨®nica en la parte final del tema. Unos entregados "uuuuuhhhh" certificaron que para el p¨²blico Dylan es m¨¢s cantautor, m¨¢s artista, m¨¢s reconocible y m¨¢s cercano, si es que se le puede llamar as¨ª, cuando sopla una arm¨®nica.
A todo esto, el contexto en el que Dylan actuaba era poco menos que de postal. Un palacete fortificado con trozos de historia en sus piedras se recortaba tras el escenario, con el Mediterr¨¢neo oscuro y perceptible a la derecha, y la Luna tras las cabezas de los espectadores y frente a Dylan, quien, a pesar de ello, s¨®lo parec¨ªa mirar su micro y sus teclas. Adem¨¢s de un leve aroma a mar y pese a la brisa nocturna, intensos perfumes femeninos salpicaban el concierto de Dylan, convertido en todo un acontecimiento social en la provincia de Girona. Las entradas, de algo caras (55 euros) a car¨ªsimas (180 euros para los m¨¢s vip), atrajeron a un p¨²blico con posibles cuya inversi¨®n se desconoce si lleg¨® a paliar la minuta abonada al artista, situada, seg¨²n fuentes oficiosas, en torno a los 380.000 euros que garantizaban que el de ayer ser¨ªa su ¨²nico concierto en Catalu?a.
Dicen que Dylan escoge el repertorio en funci¨®n de su estado de ¨¢nimo o de las caras que ve entre el p¨²blico. Pues bien, o el jueves no mir¨® a la platea o ¨¦sta le pareci¨® igual que la de Clermont Ferrand, su anterior cita con el escenario. El arranque de su actuaci¨®n result¨® id¨¦ntico, con Down along the cove como tercera pieza y Mr. Tambourine man, de nuevo con arm¨®nica, en cuarto lugar. Poco m¨¢s tarde son¨® otro cl¨¢sico, por supuesto convenientemente adaptado y acercado al country con la steel guitar. Fue Stuck inside of mobile with the Memphis blues again, una pieza en la que se vio cabecear a Enrique Bunbury, quien ten¨ªa previsto seguir toda la gira espa?ola de Dylan, cosa que se ignora si tambi¨¦n quiere hacerlo Miguel Bos¨¦, otro de los artistas presentes en el concierto. Para acabar de darle ritmo a la noche, Love sick son¨® en clave de reggae.
La electricidad, el rock y el consiguiente cabeceo del p¨²blico, por lo dem¨¢s bastante comedido en sus expresiones de alegr¨ªa hasta pr¨¢cticamente el final, se hicieron patentes con una rugosa toma de Highway 61 revisited, a la que sigui¨® una ac¨²stica y sentida versi¨®n de Girl of the north country, que volvi¨® a reposar los ¨¢nimos con el concierto ya en su recta final. Masters of war y una aproximaci¨®n en clave de rock swingueado a Summer days acabaron con el cuerpo central de la actuaci¨®n.
En los bises, con el p¨²blico ya en pie, se escuch¨® una demoledora Like a rolling stone y, tras presentar a su banda sin apenas vocalizar, la final All along the watchtower. Dylan, despu¨¦s de interpretar 15 piezas y no tocar ni una sola vez la guitarra, acababa as¨ª un concierto cuyas horas previas hab¨ªa pasado metido en su autob¨²s, estacionado en el mismo aparcamiento en el que sus espectadores iban dejando los coches. Cosas de Dylan.
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