Valencia
La semana pasada se produjo en el metro de Valencia un tr¨¢gico accidente que ha recibido de los medios de informaci¨®n una cobertura desproporcionada. A t¨ªtulo de ejemplo, este mismo diario le dedicaba el martes la portada, un editorial y 14 p¨¢ginas interiores sin contar las de publicidad intercaladas. El mi¨¦rcoles, la portada, 10 p¨¢ginas interiores, m¨¢s su correspondiente publicidad y varias cartas al director. Un accidente de aviaci¨®n habr¨ªa ocupado como m¨¢ximo una p¨¢gina.
No quiero parecer inhumano. Una cosa es el dolor individual y las muestras de solidaridad que se merece, y otra es la repercusi¨®n colectiva del suceso, que en este caso es poca.
Con esto no quiero decir que haya habido af¨¢n de sensacionalismo por parte de los medios, aunque no hay duda de que son muy sensibles a la demanda, sino que se ha reaccionado por analog¨ªa. Muchos muertos en un metro remiten de un modo autom¨¢tico a Londres, y por derivaci¨®n, al 11-M. ?sta debe de ser tambi¨¦n la raz¨®n que impuls¨® al presidente Rodr¨ªguez Zapatero a suspender su viaje oficial a la India, de importancia para la econom¨ªa espa?ola. No hac¨ªa falta. Si se produce un atentado como los que he dicho, es natural que el primer mandatario regrese al pa¨ªs, se haga cargo de la situaci¨®n y tome las decisiones que convengan. En el caso de Valencia, las medidas asistenciales, t¨¦cnicas y, si procede, judiciales van solas, y la representaci¨®n oficial en el sepelio la pod¨ªa desempe?ar la vicepresidenta, que est¨¢ precisamente para sustituir al presidente. Cuando pas¨® lo del Prestige, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se qued¨® en La Moncloa alegando que era m¨¢s ¨²til all¨ª que pasando el mocho por la playa. Fue una pifia y eso tal vez habr¨¢ influido.
Tambi¨¦n la televisi¨®n ha actuado con criterios b¨¦licos: mientras que las c¨¢maras husmeaban im¨¢genes y administraban el escaso material disponible, locutores y locutoras informaban huyendo del sentimentalismo, pero afectando el aire grave y sereno de quien da noticias inquietantes procurando que no cunda el p¨¢nico.
Al fondo del fondo, claro, est¨¢n los muertos. No han luchado por una causa justa ni se han sacrificado por el bien com¨²n. Nada los une, salvo la adversidad. Quer¨ªan ir de un sitio a otro en mala hora y no llegaron. Dej¨¦moslos tranquilos de una vez.
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