400 piezas recogen el riesgo y el dolor de un siglo de migraciones
El C¨ªrculo de Bellas Artes inaugura 'De la Espa?a que emigra a la Espa?a que acoge'
Fotos en blanco y negro y documentos ya amarillentos (autorizaciones para emigrar, pasaportes, billetes de barco, cartas) dan paso a instant¨¢neas en brillantes colores y a una burocracia -a¨²n conserva el blanco impoluto- que no ha cambiado demasiado a pesar del paso del tiempo (alrededor de 124 a?os). La exposici¨®n De la Espa?a que emigra a la Espa?a que acoge, que ha puesto en marcha la Fundaci¨®n Francisco Largo Caballero, muestra los cambios de un pa¨ªs que export¨® emigrantes hasta los a?os noventa y que se convirti¨®, desde 1997, en lugar de acogida.
Entre 1882 y 1935 cerca de 3,5 millones de hombres y mujeres cruzaron el Atl¨¢ntico en busca de nuevas oportunidades. En 2006 miles de inmigrantes se agolpan ante las oficinas de la Seguridad Social para conseguir su regularizaci¨®n. La muestra De la Espa?a que emigra a la Espa?a que acoge, organizada por la Fundaci¨®n Francisco Largo Caballero, con la colaboraci¨®n de la Obra Social de Caja Duero y la Direcci¨®n General de Emigraci¨®n de la Secretar¨ªa de Estado de Inmigraci¨®n y Emigraci¨®n del Ministerio de Trabajo y de Asuntos Sociales, ocupa desde ayer al 20 de agosto el Sal¨®n de Baile del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid. "El objetivo es dar a conocer a la opini¨®n p¨²blica, sobre todo a los j¨®venes, que Espa?a ha sido hasta la d¨¦cada de los ochenta un pa¨ªs de emigraci¨®n. Nuestra historia nos va a ayudar a comprender mejor el fen¨®meno, que no problema, de la inmigraci¨®n", asegur¨® Ant¨®n Sarac¨ªbar, presidente de la fundaci¨®n.
La muestra, dirigida por la comisaria Mar¨ªa Jos¨¦ Mill¨¢n, parte de una maqueta del transatl¨¢ntico Reina Victoria Eugenia, que traslad¨® a millones de emigrantes a las costas de Am¨¦rica (principalmente Estados Unidos, Brasil y Argentina). Las fotos muestran embarcos y desembarcos, autom¨®viles llenos de maletas, mujeres con pa?uelo y cara de despedida -con todos sus papeles en regla, ahora de color marfil-. Ah¨ª comienza el viaje de la emigraci¨®n en Espa?a. Se retoma en la ya derrotada Rep¨²blica, una emigraci¨®n con un cariz m¨¢s pol¨ªtico, contin¨²a con las migraciones interiores, hace escala en la emigraci¨®n dentro de los l¨ªmites de la vieja Europa durante el franquismo (entre 1956 y 1974), regresa de nuevo a las Am¨¦ricas, hace parada en las campa?as estacionales para trabajar en la agricultura, la construcci¨®n o la hosteler¨ªa y, en el tramo final, retorna a casa, permanece. En ese punto se cierra un ciclo e inaugura otro: Espa?a como pa¨ªs de acogida. Hoy, los inmigrantes representan un 8,5 % de la poblaci¨®n de Espa?a y en su mayor¨ªa proceden de Iberoam¨¦rica, Europa del Este y ?frica. El de la inmigraci¨®n es un fen¨®meno, se?al¨® Sarac¨ªbar, que "requiere rigor y seriedad" y debe deshacerse de "luchas partidarias, populismo, y demagogia. Y desde luego, del racismo y la xenofobia".
De la Espa?a que emigra a la Espa?a que acoge cambia de rumbo, aunque s¨®lo unos grados. Los rostros de las fotograf¨ªas -en color- no nos parecen ya lejanos porque sus propietarios habitan desde hace tiempo en nuestras ciudades. Y los documentos son recientes y est¨¢n, por tanto, en buen estado aunque ponen de manifiesto que los tr¨¢mites para saltar de un pa¨ªs a otro, de una cultura a otra, no se han agilizado lo m¨¢s m¨ªnimo. Han prestado su abono -mensual- del metro de Madrid, su tarjeta de la seguridad social, dibujos de sus hijos, fotograf¨ªas, cartas personales, artesan¨ªas...
El final de este recorrido por dos siglos de movimientos migratorios responde a una apuesta m¨¢s vanguardista que el tramo anterior de la exposici¨®n, que se apoya ¨²nicamente en documentos, fotograf¨ªas y objetos diversos -tambi¨¦n v¨ªdeos- procedentes de los archivos. El cuerpo del n¨¢ufrago, de Pepa Rubio, surge de la intenci¨®n de "personalizar" la inmigraci¨®n. Es una suerte de mural del que cuelgan los objetos de cientos de inmigrantes que la autora ha recogido de las playas de C¨¢diz. Tambi¨¦n ahonda en esa personalizaci¨®n del inmigrante, Fernando Claver¨ªa, que ha levantado una mara?a de escaleras -reales, etiquetadas con el nombre del subsahariano que la construy¨® y, posteriormente, subi¨®- para retratar el drama de Melilla. Esas escaleras ya no sirven, estaban pensadas para una valla de tres metros que, ahora, mide ya seis.
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