18 de julio: las cicatrices de la memoria
Las heridas de los vencedores tuvieron un largo y delicado tratamiento, deb¨ªan haber cicatrizado. Los vencidos vivieron con ellas, hasta que muri¨® el dictador y se restituy¨® la soberan¨ªa al pueblo espa?ol. Las manos expertas y cuidadosas de los cirujanos suturan las heridas con pausa y detalle de tal forma que, pasado el tiempo, la cicatriz se hace pr¨¢cticamente imperceptible.
Al comenzar la transici¨®n hab¨ªa que suturar las heridas, todav¨ªa abiertas, de los vencidos. Algunos sostienen que nuestra transici¨®n fue mod¨¦lica. En mi opini¨®n las heridas se cosieron apresuradamente, con hilo grueso, e inevitablemente, dejaron huella. Las leyes de Amnist¨ªa e Indulto est¨¢n plagadas de frases grandilocuentes y quiz¨¢ bien intencionadas. Pero no se encuentra ni una mirada al pasado esbozando una leve autocr¨ªtica por lo que hab¨ªa sucedido hace cuarenta a?os. El Real Decreto de 30 de julio de 1976, reconoce la imposibilidad de conseguir que los militares interioricen y asuman la nueva situaci¨®n. Llamo la atenci¨®n sobre un p¨¢rrafo del texto. Se condona la pena impuesta a los militares de Uni¨®n Militar Democr¨¢tica que hab¨ªan dado un paso arriesgado y ejemplarmente ¨¦tico para desmarcarse de las ideas autoritarias, cuando no n¨ªtidamente fascistas, de sus compa?eros de armas. Cuando vieron el ejemplo de sus compa?eros de armas portugueses cerraron filas entorno al R¨¦gimen y despreciaron a sus camaradas dem¨®cratas. No satisfechos con ello consienten, con cierta magnanimidad, que se les saque de prisi¨®n si bien seguir¨¢n definitivamente separados, justificando esta medida por la necesidad de "velar por la mejor organizaci¨®n y moral militar de las instituciones armadas". Cualquier estudioso de la transici¨®n, ajeno a los entresijos de nuestros poderes f¨¢cticos, no saldr¨¢ de su asombro. Ser dem¨®crata y jugarse la carrera a favor de su venida, es un acto desmoralizador para los nost¨¢lgicos herederos del golpe militar. Los militares portugueses saldaron su deuda hist¨®rica devolviendo la soberan¨ªa a sus conciudadanos, los nuestros la arrebataron en el 36 y no hicieron nada para restituirla.
Este punto de sutura se hizo groseramente y como era de esperar supur¨® el 23-F. Quedan muchas cicatrices por cerrar. Los vencedores est¨¢n mal acostumbrados a decidir lo que se puede y lo que no se puede hacer. Desarrollaron este vicio en condiciones favorables durante cuarenta a?os y les cuesta adaptarse al debate civilizado y a la necesidad de realizar una autocr¨ªtica liberadora. S¨®lo ellos pueden tener memoria y el monopolio de la verdad. Memoria siempre selectiva. La tesis que parece imponerse son las de una Rep¨²blica, sin orden ni ley, a la que casi tuvieron que salvar los propios militares. Parece que la historia vista desde fuera no va por esos derroteros, pero, en todo caso, es una opini¨®n que muchos no compartimos.
Los vencidos no s¨®lo no pueden tener memoria sino que, sea cual sea su an¨¢lisis, estar¨¢ siempre salpicado por el ruin ¨¢nimo de venganza que anida en sus duros y pervertidos corazones. Bastante condescendencia se tuvo con ellos permiti¨¦ndoles acceder a una democracia que consideran todav¨ªa tutelada por sus maniqueas tesis. Cualquiera que disienta pone en peligro la reconciliaci¨®n nacional, est¨¢ provocando a los fantasmas del pasado y preparando los bistur¨ªes de unos nuevos cirujanos. Citar¨¦ algunos puntos que considero imprescindible resolver: "nulidad de los consejos de guerra sumar¨ªsimos" y devoluci¨®n a las v¨ªctimas y sus familiares del honor de haber defendido a un r¨¦gimen constitucional y democr¨¢tico. Se trata de promulgar una ley de anulaci¨®n y no de reconocer, como se hace en la reciente Ley de la Memoria Hist¨®rica, los m¨¦ritos democr¨¢ticos de algunos protagonistas relevantes.
"Ejecuciones extrajudiciales y desaparici¨®n forzada de personas". Esta pr¨¢ctica sistem¨¢tica durante la guerra puede ser imputada a rebeldes y republicanos. En la larga y dolorosa posguerra es el monopolio de los vencedores. Se trata de un crimen de lesa humanidad y por tanto, imprescriptible ante el derecho internacional consuetudinario y el de los tratados cuya aplicaci¨®n retroactiva, a partir de N¨²remberg, est¨¢ admitida por la doctrina internacional. La Justicia Internacional est¨¢ abierta a estos cr¨ªmenes y cualquier juez podr¨ªa enjuiciarlos del mismo modo que Espa?a ha juzgado a los asesinos de la dictadura argentina.
"Confiscaci¨®n de bienes particulares y de entidades p¨²blicas". El despojo fue el bot¨ªn de los vencedores. La situaci¨®n, seg¨²n se ha visto, puede ser corregida utilizando f¨®rmulas parecidas a la que se contiene en el Real Decreto que devuelve su patrimonio a la Uni¨®n General de Trabajadores.
"Indemnizaciones pendientes por otros perjuicios no comprendidas de las leyes de Amnist¨ªa". Lo ha hecho el Estado alem¨¢n y debemos hacerlo tambi¨¦n nosotros. El Caudillo, se consider¨® investido por la gracia de Dios y s¨®lo admiti¨® responsabilizarse ante ¨¦l y ante la Historia. La Historia nunca se detiene ni dejar¨¢ de valorar su conducta.
Los m¨¢rtires de la fe que, seg¨²n el cardenal arzobispo de Toledo, murieron por odio a la religi¨®n, pueden ser inmediatamente beatificados sin m¨¢s tr¨¢mites. Sin embargo, resulta dif¨ªcil admitir que alguien odie a una religi¨®n, por sus dogmas, ritos o ceremonias, m¨¢s bien ser¨ªa una confrontaci¨®n con los representantes humanos de unas creencias que no se compart¨ªan y por un rechazo a comportamientos personales. En todo caso los hechos son condenables. Tambi¨¦n los vencedores ejecutaron a sacerdotes, se supone que por no odio a la religi¨®n, sino por su falta de adhesi¨®n al nacional-catolicismo que, seg¨²n propia confesi¨®n de Franco, fue decisiva para ganar la Cruzada.
Todav¨ªa no han pedido perd¨®n y ya ha pasado bastante tiempo como para que hubieran reflexionado sobre su inhumana postura. El Papa Benedicto XVI ha desaprovechado, una vez m¨¢s, la ocasi¨®n durante su reciente visita a Valencia. No hay obst¨¢culos para seguir con las canonizaciones sin temor a ser tachados de rencorosos, sin embargo, el perd¨®n se reserva para la influyente comunidad jud¨ªa que, por fin ha conmovido el coraz¨®n de un Papa alem¨¢n angustiado ante el monumento al horror que se escenifica en el campo de Auschwitz. Ahora tratan de endosarle la responsabilidad a Dios, y se preguntan d¨®nde estaba cuando aquellos horrores suced¨ªan. Si de verdad no encuentran a Dios en los momentos dif¨ªciles, ?por qu¨¦ no intentan mirar a los ojos de las v¨ªctimas, donde seguramente podr¨¢n encontrarlo?
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo.
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