Un aroma de especias
Las diez mil cosas, de la holandesa Maria Dermo?t (Java, 1888-La Haya, 1962), es uno de esos libros de dif¨ªcil clasificaci¨®n, fruto de una peculiar autobiograf¨ªa y de un talento literario paciente y remansado. Maria Dermo?t se hizo escritora con m¨¢s de sesenta a?os, en los ¨²ltimos once de su vida. Pas¨® su infancia en una plantaci¨®n de az¨²car de Java, estudi¨® en Holanda y regres¨® casada a las Indias Orientales Holandesas, la actual Indonesia, donde vivi¨® hasta 1933. El universo que refleja su literatura corresponde a aquel espacio colonial, una mezcla de para¨ªso y tragedia que, a diferencia de las Memorias de ?frica, de la Dinesen, no se evoca con nostalgia, sino que se recrea desde la conciencia de desaparici¨®n y ruina de quien reconstruye un mundo perdido con recuerdos que tienen la condici¨®n de fantasmas de la memoria.
LAS DIEZ MIL COSAS
Maria Dermo?t
Pr¨®logo de Hans Koning
Traducci¨®n de
Rafael V¨¢zquez Zamora
Libros del Asteroide
Barcelona, 2006
247 p¨¢ginas. 17,95 euros
Maria Dermo?t no se lamenta, no orienta su prosa a la eleg¨ªa, sino que ve claramente, en un presente perpetuo, la realidad vivida. El personaje central de su hermosa novela, la figura solitaria y dram¨¢tica en quien se inmoviliza el tiempo -el pasado de la gran ¨¦poca de las especias, las casas destruidas por los terremotos, las historias de los asesinados-, se llama ir¨®nicamente Felicia, una mujer que perdi¨® a su hijo en una emboscada, asaetado por un cazador de cabezas. Esta mujer dedica un d¨ªa al a?o a conmemorar a los desaparecidos por muerte violenta: "No era hipersensible ni propensa al sentimentalismo, pero mientras viviese, no se extinguir¨ªa en ella la profunda y ardiente l¨¢stima por todos aquellos que hab¨ªan sido asesinados". Las diez mil cosas evita, en efecto, ser hipersensible o sentimental, pero transmite una tristeza que, seg¨²n avanza la lectura, se va haciendo m¨¢s intensa y a la vez m¨¢s pudorosa, como si la autora fuera consciente de imponer un sentimiento excesivo, una emoci¨®n demasiado com¨²n que podr¨ªa falsificar el tono susurrante con que est¨¢ escrita la novela. Pese a ese fondo dram¨¢tico, la visi¨®n de Maria Dermo?t, sostenida en un estilo que fluye con aparente sencillez, no se sit¨²a en una perspectiva europea, como ocurre en la Dinesen; al contrario, se dir¨ªa que se proyecta al modo de una f¨¢bula generada en alguna de aquellas islas de las Molucas, la leyenda de una mujer cuya soledad concentra tanto la prosperidad como el fracaso del colonialismo, ampar¨¢ndose a¨²n en una forma de vida ya abocada a la desaparici¨®n.
Y ¨¦ste es el aspecto m¨¢s ins¨®li-
to, la esencial caracter¨ªstica de esta novela de estructura circular, que comienza con la evocaci¨®n de "un intenso aroma de especias", lo ¨²nico que queda de la gloria pasada, y concluye con el viejo deseo de Felicia de "procurar seguir viviendo" para dar vida a los fantasmas. Entre el aroma de las antiguas plantaciones y la actual decadencia persisten las figuras de los asesinados que acompa?an su soledad: su propio hijo, un catedr¨¢tico de bot¨¢nica, la lujuriosa mujer llamada Constante, un marinero de Macasar, el comisario que nunca supo si se ahog¨® o fue asfixiado por su mujer y sus criadas, historias de violencia, azar y misterio que Maria Dermo?t inserta en cap¨ªtulos apartes, como si fueran relatos exentos, y s¨®lo al final comprendemos que conforman la memoria de Felicia, su devoci¨®n a los muertos, el sufrimiento del recuerdo de lo que ella no puede tolerar: "Que un ser humano mate a otro".
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