Hace setenta a?os
Setenta a?os despu¨¦s de la sublevaci¨®n del Ej¨¦rcito de ?frica en el protectorado marroqu¨ª, el recuerdo del golpe militar contra las instituciones leg¨ªtimas de la Segunda Rep¨²blica que desemboc¨® en una larga y cruenta guerra civil contin¨²a suscitando emociones y opiniones encontradas, aunque con intensidad decreciente, en la sociedad espa?ola. La transici¨®n desde el franquismo -que hab¨ªa instrumentado durante cuatro d¨¦cadas la dictadura de los vencedores- a la monarqu¨ªa parlamentaria culminada con la Constituci¨®n de 1978 fue posible gracias a la reconciliaci¨®n cr¨ªtica no s¨®lo entre los supervivientes del conflicto sino tambi¨¦n entre sus descendientes. La construcci¨®n de un sistema pol¨ªtico democr¨¢tico superador del conflicto fratricida no fue el fruto vergonzante de un pacto secreto de olvido o de una amnesia inducida mediante amenazas, sino la lecci¨®n aprendida por la ciudadan¨ªa de una tragedia que nadie quer¨ªa repetir.
La conmemoraci¨®n el pasado 14 de abril del 75 aniversario de la proclamaci¨®n de la II Rep¨²blica derribada por la sublevaci¨®n del 18 de julio de 1936 mostr¨® ya el car¨¢cter infundado de las falsas expectativas creadas en torno a la posibilidad de que las preguntas y las respuestas sobre el inextricable continuo temporal formado por la experiencia republicana, la guerra civil, el franquismo y la transici¨®n pudieran ser relegadas a una especie de coto exclusivo de historiadores, situado extramuros de la vida pol¨ªtica. Esa ilusi¨®n inspiraba incluso el comunicado emitido en 1986 por el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez con ocasi¨®n del cincuentenario de la insurrecci¨®n militar. El documento part¨ªa de la constataci¨®n de que "una guerra civil no es un acontecimiento conmemorable", aun constituyendo un episodio determinante para la trayectoria biogr¨¢fica de quienes la vivieron y sufrieron: el conflicto de 1936 "es definitivamente historia" y "no tiene ya -ni debe tenerla- presencia viva" en la sociedad contempor¨¢nea. El homenaje del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez a los defensores de las instituciones republicanas frente a la sublevaci¨®n pretoriana no imped¨ªa, sin embargo, un recordatorio respetuoso para "quienes, desde posiciones distintas a la Espa?a democr¨¢tica, lucharon por una sociedad diferente a la que tambi¨¦n muchos sacrificaron su propia existencia". El comunicado conclu¨ªa con la esperanza de que "nunca m¨¢s, por ninguna raz¨®n, por ninguna causa, vuelva el espectro de la guerra civil y del odio a recorrer nuestro pa¨ªs".
Pero la esperanza de que el alejamiento en el tiempo del 18 de julio de 1936 sellase "definitivamente la reconciliaci¨®n de los espa?oles" no se ha confirmado. Algunas causas de la frustraci¨®n eran inevitables y f¨¢cilmente previsibles: las nuevas generaciones reclaman el derecho a enjuiciar desde su propia perspectiva las interpretaciones del pasado recibidas de sus padres o de sus abuelos; el debate sobre los dramas colectivos de otros pa¨ªses -la revoluci¨®n francesa, la guerra de secesi¨®n americana, el fascismo italiano o el nazismo alem¨¢n- tardan largo tiempo en apagarse. El trato discriminatorio dado durante el franquismo a la memoria de los vencidos -desde los enterramientos clandestinos de los muertos hasta las calumnias contra sus dirigentes- no fue reparado de forma suficiente en la transici¨®n y revierte ahora como reivindicaci¨®n de sus descendientes. La deuda con el exilio republicano fue pagada igualmente con una incomprensible cicater¨ªa.
Pero el pasado tambi¨¦n est¨¢ siendo manipulado al servicio de la pol¨ªtica del presente: por ejemplo, el revisionismo pseudohistoriogr¨¢fico alentado por el PP que hace retroceder la causa de la guerra civil a la huelga general de octubre de 1934 y exonera la sublevaci¨®n militar de 1936 como un supuesto movimiento defensivo frente a una inminente revoluci¨®n comunista. Los populares establecen igualmente ominosas analog¨ªas entre la II Rep¨²blica y el Gobierno de Zapatero: la alianza rojo-separatista para romper la unidad de Espa?a es la principal prueba de cargo. Y aunque las diferencias entre la d¨¦cada de los treinta y la Europa del siglo XXI sean tan significativas que esos paralelismos apocal¨ªpticos de vocaci¨®n predictiva suenen simplemente rid¨ªculos, los portavoces partidistas, period¨ªsticos y radiof¨®nicos del PP necesitan esos mensajes dementes para calentar al n¨²cleo duro de su electorado.
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