Ahora no es un regalo
Pereiro recupera el liderato tras una soberbia etapa que deja a Sastre segundo en la general y a Landis hundido
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Ataque, ataque, ataque. Suenan tambores de guerra en Bourg d'Oisans, a la sombra imponente del Alpe d'Huez. Impaciencia de aficionados mal contenida. Aficionados decepcionados. Aficionados que no quieren un l¨ªder que no ataca, que se conforma con ir a rueda. Aficionados que buscan algo m¨¢s en el ciclismo, h¨¦roes solitarios, h¨¦roes derrotados, h¨¦roes que desaf¨ªan a la monta?a, al calor absurdo, a todo el pelot¨®n, mitos. Buscan imposibles. Ataque.
Ataque, ataque. Los ecos llegan al autob¨²s del Caisse d'?pargne, donde Eusebio Unzue dicta a los corredores la t¨¢ctica del d¨ªa. Le llega la reclamaci¨®n popular, la duda, cu¨¢ndo va a atacar Pereiro, cu¨¢ndo va a morir matando, cu¨¢ndo va a ser Perico redivivo. Que demuestre que no fue l¨ªder de rebote, que se gane los galones, que ataque. Que estamos hartos de este Tour al tran-tran. Queremos llama fuerte. Y todo eso al viejo Eusebio, general con un mapa del escenario de la batalla desplegado ante la mesa, le recuerda como un clavo a otro a la situaci¨®n que vivi¨® otro 19 de julio por la ma?ana, ¨¦ste de hace 15 a?os, cuando tantas cr¨ªticas recibi¨® su equipo porque en la primera etapa de los Pirineos Perico no hab¨ªa atacado. Varias horas despu¨¦s, aquella tarde del 91, Miguel Indurain, tranquilo, tranquilo, vest¨ªa el primer maillot amarillo de su carrera. Y ayer, tambi¨¦n 19 de julio, tranquilo, tranquilo, esperando el momento justo para actuar, tras una soberbia jornada de t¨¢ctica, de juego de equipo, de astucia, por la tarde Unzue volvi¨® a presentar a los impacientes el fruto de su calma: la p¨¢jara tremenda de Landis, que perdi¨® 8m 10s respecto a Pereiro en los ¨²ltimos 12 kil¨®metros de La Toussuire, un puerto que no es espectacularmente duro, el maillot amarillo de nuevo en poder de Pereiro, ahora conseguido sin regalos por medio, con 1m 50s sobre el segundo, que no es otro que Carlos Sastre, autor del ataque que todo desencaden¨®, y 2m 29s sobre el alem¨¢n Andreas Kloden, el hombre m¨¢s complicado. A cuatro d¨ªas del final, el ciclismo espa?ol se encuentra en una situaci¨®n in¨¦dita desde 1995: ganar el Tour no es una utop¨ªa, tampoco un sue?o, sino una posibilidad.
A cuatro d¨ªas del final, para el ciclismo espa?ol ganar el Tour no es una utop¨ªa, sino una posibilidad
Del autob¨²s bajan Zandio, Arroyo, Txente, Portal, el n¨²cleo duro del equipo, los trabajadores, los corredores que la v¨ªspera, en el Izoard y en el Alpe d'Huez consiguieron que su l¨ªder, ?scar Pereiro, perdiera por s¨®lo 10s el maillot amarillo, los que lograron que la etapa reina de los Alpes, la temible de ayer, la del Galibier, la Croix de Fer, el Mollard y la in¨¦dita subida final a La Toussuire pudiera planearse con optimismo y posibilidades. Del autob¨²s baja Pereiro. Le animan. Le gritan. Le piden: "L¨ªate la manta a la cabeza, ataca de salida, revienta el Tour, revienta a todos, acu¨¦rdate de tus tiempos de cascarilla, de cabra loca, al ataque, al ataque, as¨ª te has hecho grande". Y ¨¦l sonr¨ªe, y responde. "Pero est¨¢is locos. Voy segundo en el Tour. Voy a intentar ganar el Tour. No se puede atacar a lo loco. S¨®lo el que no tiene nada que perder puede hacerlo..." A Carlos Sastre, que corre en el CSC, equipo dan¨¦s dirigido por Bjarne Riis, no hace falta decirle nada. En la cuneta le esperan los de su pe?a exigi¨¦ndole que vuelva a ponerse el chupete, que ataque y vuelva a ganar una etapa. "Pero ya sab¨¦is todos", dice el de El Barraco, "que siempre ataco, que siempre lo intento, que siempre lo doy todo".
Son poco m¨¢s de las tres de la tarde. Ascensi¨®n de la Croix de Fer, la cruz de hierro, el dolor. El CSC acelera la marcha. El pelot¨®n se queda en nada. Landis se queda sin equipo. El l¨ªder aislado. S¨®lo aguanta a su lado el fiel Axel Merckx. Todos al tran-tran en el horno. Delante, con un mont¨®n de minutos, el dan¨¦s Michael Rasmussen, el nuevo Virenque, prosigue la cabalgada solitaria que le reportar¨¢ al final de la jornada el reinado de la monta?a, la victoria de etapa. Fignon, el fogoso corredor, ahora comentarista de televisi¨®n, se impacienta con lo que ve detr¨¢s. Ataque, ataque, reclama. A qu¨¦ esperan Sastre, Menchov, Kloden, Pereiro, a qu¨¦ esperan apara atacar, no ven que el l¨ªder est¨¢ solo, que le pesa el culo, que no tiene agilidad, a qu¨¦ esperan para mover el ¨¢rbol. A su petici¨®n responde Leipheimer, pero es un corredor que no inquieta en exceso, que no pone nervioso a nadie. A su petici¨®n responde Unzue ordenando a sus chicos que que coman antes de comenzar el descenso, pidi¨¦ndole al bueno de Zandio que acelere, que no permita que los del Phonak perdidos enlacen en el descenso, que no deje respirar a Landis.
Zandio marca el ritmo del descenso y el del ascenso al Mollard, y al pie de La Toussuire hace mutis por el foro. Ahora toca a los grandes buscarse las cosquillas. Menchov, impaciente, prueba a 15 kil¨®metros. Landis, d¨¦bil, mal alimentado, no responde de inmediato. Tampoco Kloden, pero su compa?ero Mazzoleni acelera ligeramente y los conecta. Tres kil¨®metros m¨¢s tarde, el golpe de teatro, el momento definitivo. Sastre ataca. Nadie se mueve en su busca, pero en la cola del grupo, catacrac. Landis se paraliza sobre la bicicleta, se aleja, se aleja. Una mancha perdida. Un Tour perdido. A Pereiro, Kloden le corta el viento, le lleva de nuevo al liderato, al territorio en que los sue?os cada vez se parecen m¨¢s a la realidad.

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