El campo humano se deshumaniza

Hubo un tiempo no lejano en el que Valencia y muchos pueblos valencianos ol¨ªan a huerta y productos de la tierra, tanto de regad¨ªo como de secano. Nuestra estampa m¨¢s universal era la del labrador y la riqueza agraria, preponderante y casi ¨²nica en nuestro panorama econ¨®mico. El t¨®pico ha venido despu¨¦s, a caballo de la fama y en parad¨®jica sinton¨ªa con la acusada decadencia relativa del sector en el Producto Interior Bruto, la p¨¦rdida consiguiente de la temperatura pol¨ªtica del campo y el discurso permanente de sus gemidos. Claro que de poco le ha servido. Algunos de los problemas agrarios no han hecho m¨¢s que agravarse, como delata un manifiesto reciente de la Uni¨® de Llauradors i Ramaders-Coag, que m¨¢s bien parece un r¨¦quiem por la figura cl¨¢sica del campesino, rememorando a Ram¨®n S¨¦nder.

Claro que antes de seguir con nuestro comentario quiz¨¢ convenga puntualizar que cuando hablamos de agricultura nos referimos a las labores y oficio que se desarrollan a pie de surco, y no a ese marco m¨¢s amplio y complejo que abarca la agroindustria, la comercializaci¨®n y el transporte, que parecen gozar de mejor salud y absorben algo as¨ª como un 10% y un 15%, respectivamente, del PIB y del empleo. O sea, que tiene su peso. Ahora, la que est¨¢ fastidiada y en proceso de liquidaci¨®n -y de eso nos ocupamos- es la explotaci¨®n agraria tradicional, con lo que se?alamos uno de sus d¨¦ficit cl¨¢sicos: el minifundismo.

Los de la Uni¨® mentada han puesto el grito en el cielo denunciando la reducci¨®n acelerada de la superficie agr¨ªcola, del n¨²mero de explotaciones y del censo de cultivadores. De "brutal" han calificado el fen¨®meno, y no es para menos. Se han perdido m¨¢s de 144.000 Has. en quince a?os y resulta espectacular el proceso de envejecimiento de la poblaci¨®n agraria. En 1999 el 46% ten¨ªa m¨¢s de 60 a?os y el 33% estaba jubilado. En 2003, el primer porcentaje referido ascend¨ªa al 52% y a 37% el segundo, habi¨¦ndose superado hoy con creces. En ese periodo los menores de 30 a?os han bajado del 2,44% al 1,76%. Sobran datos para ilustrar el cambio.

?Pero pod¨ªa esperarse otra cosa? No cesa de caer el poder adquisitivo de los agricultores y ya no es noticia el hundimiento de los precios en el campo, por m¨¢s que a los consumidores finales nos expriman en el punto de venta. ?Qu¨¦ eslabones de la cadena de distribuci¨®n se quedan con el santo y la peana? Una pregunta que habr¨ªa de tener su respuesta clara, y no la tiene por ahora. Ca¨ªda de precios que, trat¨¢ndose de productos mediterr¨¢neos (frutas, hortalizas, aceite y etc¨¦tera), no tiene la menor cobertura o garant¨ªa por parte de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC), pr¨®diga con otros productos y con las grandes explotaciones.

No obstante estas aciagas circunstancias, a las que habr¨ªa que a?adir la declinante competitividad de la agricultura valenciana con respecto al promedio de la espa?ola y el decreciente consumo de frutas y hortalizas, hay gente que tiene vocaci¨®n de agricultor y piensa, incluso, que es una opci¨®n con futuro, siempre y cuando pudiera racionalizarse el tama?o de las explotaciones. Un antiguo anhelo, adem¨¢s de un prop¨®sito pol¨ªtico, que se va diluyendo a medida que el territorio cultivado o cultivable, con o sin agua, se va transformando en objetivo de los urbanizadores y cotizando a precios inalcanzables para los labradores. De poco vale que, l¨¢piz en mano, se demuestre -como hizo el Col.lectiu Terra Viva- que una hect¨¢rea de clementinas es mucho m¨¢s rentable que esa misma porci¨®n en un campo de golf.

Para unos labradores, pero no para otros inversores que apuestan por la agricultura de exportaci¨®n y las grandes superficies que no est¨¢n al alcance del peque?o agricultor. Es posible que tal sea la pol¨ªtica del partido que gobierna y la interpretaci¨®n que el PP hace del Estatuto. A lo peor entiende que apostar por la gran propiedad, el mercado puro y duro, es garantizar los derechos del sector, su desarrollo y protecci¨®n, como se recoge en nuestra Carta Magna. Ignoramos si ello nos abocar¨¢ a un grado de mayor eficiencia, pero lo cierto es que ya estamos hablando de una agricultura deshumanizada, de otro paisaje y hasta de otra sociedad. Aunque no dejemos de solazarnos con los viejos y manidos t¨®picos agrarios.