Los justos
"El d¨ªa en que nos decidamos a olvidarnos de los ni?os, seremos los amos del mundo y la revoluci¨®n triunfar¨¢", dice Stepan, un personaje de Los justos, de Albert Camus, despu¨¦s de que Kaliayev haya decidido no hacer estallar la bomba contra el archiduque gobernador de Mosc¨², pues en el mismo coche viajaban su mujer y sus hijos. Estos d¨ªas, el mundo, y especialmente Oriente Pr¨®ximo, est¨¢ m¨¢s lleno de Stepan que de Kaliayev. Pese a que vaya contra el derecho de la guerra (pero ya no hay guerras regulares), los civiles son los que m¨¢s pagan, de forma masiva, por la violencia. Hace tiempo que se han convertido en blanco de las guerras y del terror. El nuevo terrorismo, del 11-S en Nueva York al 11-M en Madrid o el 7-J en Londres, tambi¨¦n revolucionario a su estilo, o los atentados suicidas en Irak o en Israel, no tiene concepto de lo civil. Entre ellos, no hay Kaliayev. Pero tampoco entre los actuales mandos militares y pol¨ªticos israel¨ªes, de Hezbol¨¢, de Ham¨¢s u otras milicias. No es una novedad: Londres, Dresde, Hiroshima, My Lai, Sbrenica o Haditha, son otros inolvidables casos de uso de las poblaciones civiles en guerras.
Estados Unidos destruy¨® Irak para acabar con Sadam Husein. Israel est¨¢ destruyendo L¨ªbano para intentar acabar con Hezbol¨¢, al menos como organizaci¨®n militar (y Washington durante d¨ªas ha puesto vergonzantemente la diplomacia en pausa para dar tiempo a Israel a lograr este fin). La estrategia militar israel¨ª va directamente contra todos los centros de Hezbol¨¢ o sus apoyos, desde el aeropuerto de Beirut a carreteras para evitar que la milicia lleve refuerzos al sur, o lo que sea, aunque pille por medio a la poblaci¨®n civil, que huye de la ratonera. Est¨¢ por ver si as¨ª destruir¨¢ a Hezbol¨¢, pues ¨¦sta busca justamente lo contrario: una guerra de desgaste. En un intento de forzar un cambio psicopol¨ªtico, Hezbol¨¢ dispara contra poblaciones israel¨ªes, e Israel contra las de L¨ªbano. Israel pretendi¨® forzar al Gobierno liban¨¦s, en el que participa Hezbol¨¢, a sacar al grupo armado del sur de L¨ªbano. Era una quimera y lo sabe: el Ej¨¦rcito liban¨¦s no tiene capacidad para ello.
El problema pol¨ªtico-moral de Kaliayev, versi¨®n militar, se plantea tambi¨¦n cuando los cohetes que lanza Hezbol¨¢ desde L¨ªbano, o Ham¨¢s desde Gaza, se instalan en, y se disparan, desde casas o apartamentos particulares. Los militares israel¨ªes no tienen duda alguna: atacan, aunque causen eso que eufem¨ªsticamente se llama da?os colaterales. A diferencia de la campa?a militar contra Hezbol¨¢, la de Gaza (casi olvidada) es una pol¨ªtica criticada en Israel por ex generales y otros. Aunque oficialmente los ataques israel¨ªes sean para evitar que en Gaza se fabriquen o disparen cohetes Kassam, la realidad es que con los bombardeos desde Israel se destruyen centrales el¨¦ctricas, y otros medios esenciales para la vida diaria en la franja y en la ciudad que lleva su nombre, la m¨¢s poblada de los territorios ocupados. De all¨ª la poblaci¨®n no puede salir huyendo, incluso si quisiera.
Hay un intento deliberado de amedrentar a las poblaciones y aplicar castigos colectivos. A ello respond¨ªan los llamados sonic booms, provocados por aviones israel¨ªes a gran velocidad y bajos sobre Gaza, aunque peores son los bombardeos reales. Si las poblaciones cercanas israel¨ªes viven atemorizadas por los Kassam, la instrucci¨®n del primer ministro israel¨ª, Ehud Olmert, fue clara: "Que nadie duerma por la noche en Gaza". All¨ª y en otros lugares, algunos militantes palestinos, como ha quedado grabado, se protegen con sus ni?os para plantar explosivos. A veces las archiduquesas se rodean conscientemente de ellos para protegerse. La ONG B'Tselem ha acusado a su vez a militares israel¨ªes de usar a palestinos como escudos humanos en una operaci¨®n en el norte de Gaza el 17 de julio.
La llamada revoluci¨®n de los cedros, tras el asesinato de Hariri, hizo salir al Ej¨¦rcito sirio de L¨ªbano. La ofensiva israel¨ª no est¨¢ destruyendo Hezbol¨¢, sino destruyendo lo que se ha hecho en los ¨²ltimos 20 a?os en L¨ªbano. Israel aprovecha la ocasi¨®n, pero ?acaso no ha ca¨ªdo en una trampa? aortega@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.