A la sombra del Montsant
Hace unos cuantos a?os, por muy peque?o que fuera un pueblo, ten¨ªa su propio p¨¢rroco, que era considerado casi una divinidad. Ahora el clero est¨¢ de baja, las vocaciones escasean y los sacerdotes tienen que repartirse tres y cuatro rector¨ªas, lo que significa que se pasan la vida yendo y viniendo por carreteras a veces en p¨¦simo estado, y en invierno soportando las inclemencias del tiempo. Es lo que toca, y mientras los seminarios no se llenen o el Vaticano decida cambiar algunas cosas, todo seguir¨¢ igual. Paso parte del verano en un pueblo que comparte cura con otros cuatro municipios, aunque en el cuarto, en invierno, apenas viven tres o cuatro personas. El sacerdote, o el mos¨¦n, como he o¨ªdo llamarle por aqu¨ª, es Joan Roig, un hombre apasionado por el coleccionismo, por la figura de san Jorge, por Ramon Llull, Dostoievski, los gozos que se cantan en las ermitas, la cer¨¢mica, los libros antiguos, los iconos... Su casa, la peque?a rector¨ªa de Ulldemolins, en un extremo del Priorat, podr¨ªa parecer un museo si no fuera porque Joan la llena de vida con sus papeles desordenados por la mesa (su despacho) y los cachivaches que siempre tiene que llevar de un sitio para otro.
Mos¨¦n Joan Roig no s¨®lo atiende cuatro parroquias, tambi¨¦n rehabilita a drogadictos
Joan naci¨® en Felanitx, pero hace 28 a?os que vive por estas tierras, a la sombra del Montsant. Dice sentirse muy a gusto aqu¨ª y aunque el trabajo pastoral propiamente dicho no es mucho, me confiesa que ama a sus feligreses. Y puedo asegurar que es un amor correspondido: lo noto enseguida cuando me acerco a Ulldemolins y la gente lo para por la calle, y cuando todos se preguntan sin disimular qui¨¦n es esa forastera que lo sigue. En su casa, Joan me ense?a parte de esos 10.000 ex libris que tiene bien guardados en un archivo. Me nombra muchos artistas y me quedo maravillada de tanta belleza. Me ense?a los gozos, buena parte de ellos con letra suya, me muestra libros que ha escrito sobre el tema y me saca de una vitrina algunas piezas de cer¨¢mica trabajadas con sus manos, cuando ten¨ªa m¨¢s tiempo. Tambi¨¦n me confiesa que de noche, o de madrugada, que representa sus horas libres, escribe poes¨ªa. Al final descubro estanter¨ªas con libros antiguos, porque hace a?os sol¨ªa encantarse en las librer¨ªas de viejo, aunque ahora tampoco tiene tiempo para visitarlas. ?Qu¨¦ pasa, pues, que a este hombre se le va el tiempo?, ?no hemos quedado en que la actividad pastoral es muy relajada? Pues en realidad, no. Joan va cada d¨ªa a uno de los pueblos que le tocan, pero no contento con las misas o con recibir a sus feligreses en la rector¨ªa, organiza cursos de historia y de plantas medicinales, por las que dice tener gran devoci¨®n; incluso prepara talleres de cocina. Y ha conseguido que restauren la fenomenal iglesia de Ulldemolins, que yo siempre hab¨ªa visto con la fachada partida, literalmente, en dos. Le faltan la iglesia de Prades, que parece eternizarse, y la de Capafons. Pero en realidad no es esto lo que le roba las horas, sino todo un proyecto que hace de este cura una persona especial.
Hace 15 a?os, le llamaron un d¨ªa porque una gente que viv¨ªa en una mas¨ªa, a pocos kil¨®metros de Ulldemolins, hab¨ªa matado un cerdo y no sab¨ªa qu¨¦ hacer con ¨¦l. Joan parece tener traza para todo y se ofreci¨® a trocearlo. Lo que no sab¨ªa en aquel momento era que este encuentro le cambiar¨ªa la vida. Mas d'en Lluc era un centro de rehabilitaci¨®n para toxic¨®manos organizado por C¨¢ritas. Joan conoce a la gente, se encari?a con ellos y sin querer la cosa le proponen dar clase de cer¨¢mica a los chicos. Naturalmente, acepta. A veces se queda a dormir y sin querer, o queriendo, acaba implic¨¢ndose. A?os m¨¢s tarde se decide trasladar la entidad a Can Puig, en Barcelona. ?l lo considera un disparate, pero poca cosa puede hacer. Aunque lo que hace es descomunal: organiza de nuevo el proyecto por su cuenta y riesgo. Vive all¨ª, les ense?a a cultivar el huerto, a orde?ar una cabra, a elaborar queso, a mantener un gallinero... A los que est¨¢n enfermos los lleva a Reus y cuando hay problemas le toca solucionarlos. Llega a tener cuatro chicos viviendo en su casa de Ulldemolins, con los consiguientes desastres. Desde hace un a?o, tiene un refuerzo de dos monitores que se turnan, pagados por las Hermanas de San Juan de Dios y las Hijas de la Caridad. Joan va cada d¨ªa a comer con sus chicos, como los llama ¨¦l, y contin¨²a yendo arriba y abajo con el coche para lo que haga falta. La comunidad se autoabastece, pero falta mucho m¨¢s que no llega. Seg¨²n Joan, el 98% de los que pasan por Mas d'en Lluc no tienen familia y aquello es su hogar. "Yo soy su familia", dice.
Un camino entre pinos, encinas y cereales da la bienvenida a esta mas¨ªa del siglo XVII. Joan ha plantado ¨¢rboles que ya dan fruto y ha intentado sacar provecho de los que sab¨ªan algo de construcci¨®n para restaurar el edificio. Los visito al atardecer, cuando est¨¢n a punto de cenar. Joan se queda con ellos. "El d¨ªa que me jubile, que no cuento con ello, escribir¨¦ versos", me confiesa riendo.
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