Del S¨¢hara a Valencia
Unos 240 ni?os saharauis pasan el verano con familias valencianas
"?Com es porta la xiqueta?". Habba llama pr¨¢cticamente todos los d¨ªas a casa de Paco y Laura desde el S¨¢hara. Pas¨® con ellos los cuatro ¨²ltimos veranos hasta que cumpli¨® los 12, la edad l¨ªmite para venir de vacaciones a Espa?a, y se fue hablando un estupendo valenciano "de la Costera" como apunta Paco. Ahora, no deja pasar un d¨ªa sin preguntar por la ni?a que le ha tomado el relevo, Lalti, de ocho a?os. "Si es porta mal, m'ho dieu i quan torne la renyar¨¦".
El lunes Lalti era una del medio centenar de chavales que recorr¨ªan de la cabeza (en este caso del sombrero) a los pies el gigantesco Gulliver que yace en el antiguo cauce del Turia de Valencia para disfrute de los m¨¢s peque?os. Junto a los liliputienses habituales, una veintena con la tez algo m¨¢s oscura que el resto recorr¨ªan incansablemente los toboganes, las escaleras y las rampas situadas sobre el personaje de Jonathan Swift bajo la mirada de sus padres adoptivos. "Durante los dos meses hacemos varias reuniones en grupo que nos vienen muy bien para que los ni?os se vean entre ellos y que los padres intercambien experiencias", apunta. "Sobre todo para las familias que acogen por primera vez". En total, 420 ni?os saharauis de ocho a 12 a?os est¨¢n pasando el verano en las comarcas valencianas, a trav¨¦s de la Federaci¨®n de Asociaciones de Solidaridad con el Pueblo Saharaui, que se coordina con entidades locales. Este es el caso de Al-Amal, asociaci¨®n que dirige Paco Gonz¨¢lez y que ha organizado la acogida de 47 ni?os gracias a la colaboraci¨®n de otras tantas familias, as¨ª como del Ayuntamiento de Valencia, que ha sufragado los billetes de avi¨®n y la manutenci¨®n de los monitores, que suelen ser estudiantes saharauis.
"Venir a Espa?a es un premio para ellos", comenta Paco. A lo largo de todo el curso las vacaciones escolares se presentan como la recompensa a un a?o de trabajo y s¨®lo podr¨¢n disfrutar del viaje si aprueban. Pero estos dos meses son bastante m¨¢s que una recompensa. Permiten a los chavales salir de las duras condiciones de vida de los campamentos de refugiados, con temperaturas de hasta 50 grados en verano, y de la espartana dieta que soportan basada en poco m¨¢s que productos imperecederos como legumbres secas o alimentos enlatados. "Tratamos de variar al m¨¢ximo la alimentaci¨®n con una dieta a base de carne, pescado, verduras y mucha fruta", apunta. "No veas como comen. En dos semanas, Lalti se ha puesto como una sand¨ªa, se toma unos bocatas m¨¢s grandes que los m¨ªos. Se trata de que cojan unos kilos que les vendr¨¢n muy bien para el resto del a?o".
"Tortilla", grita Alme de 10 a?os cuando se le pregunta por su plato favorito. "Lentejas, arroz, cusc¨²s", apunta Iselmu.
Otra parte importante del viaje es la revisi¨®n m¨¦dica a la que se someten en centros de salud valencianos.
Las dos primeras semanas suelen ser de adaptaci¨®n. "Hay cosas que les chocan, como los grifos o los interruptores. A algunos les cuesta subir escaleras porque no lo han hecho nunca". Pero no se trata de amoldarse s¨®lo a un nuevo entorno muy distinto sino a la familia y a disfrutar de unas vacaciones. "Lalti es la mayor de tres hermanos y se nota la responsabilidad que tiene en su casa. Los primeros d¨ªas quitaba la mesa, se pon¨ªa a limpiar... Aqu¨ª es una ni?a que se dedica a ser ni?a".
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