De Atocha a Bombay
La Diputaci¨®n Permanente del Congreso fue escenario la semana pasada de una nueva comedia bufa protagonizada por el portavoz parlamentario del PP, dispuesto a sembrar todo tipo de conjeturas paranoicas, dudas simuladas, insinuaciones rastreras y acusaciones encubiertas sobre las imaginarias responsabilidades del partido del Gobierno como inductor, coautor, c¨®mplice o encubridor del atentado del 11-M. Zaplana solicit¨® sin ¨¦xito -los restantes grupos parlamentarios votaron en su contra- la comparecencia del ministro del Interior para aclarar las contradicciones o los errores cometidos por un comisario de polic¨ªa acerca de la composici¨®n de los explosivos empleados en los trenes de la muerte y exigi¨® tambi¨¦n la reapertura de la comisi¨®n parlamentaria de investigaci¨®n. El pasado 11 de julio, el Grupo Parlamentario Popular hab¨ªa preparado el terreno con la presentaci¨®n artillera de 263 preguntas sobre el curso de las indagaciones sumariales despu¨¦s de considerar insatisfactorias las contestaciones dadas en mayo por el Gobierno a otra tanda de 215 cuestiones formuladas el 20 de abril.
Zaplana considera "descorazonador" el resultado obtenido durante estos dos a?os: "Son m¨¢s las inc¨®gnitas que los hechos esclarecidos". La fingida decepci¨®n del portavoz popular -"no sabemos pr¨¢cticamente nada y a algunos les molesta que queramos saberlo"- es f¨¢cil de explicar: la indagaci¨®n sumarial no ha descubierto ni una brizna confirmatoria de las disparatadas fantas¨ªas acu?adas por su partido sobre la participaci¨®n en el 11-M de ETA, los servicios secretos de Marruecos y un grupo de funcionarios de los cuerpos de seguridad espa?oles manipulados por los socialistas. Si hasta ahora el emperramiento del PP en desviar la atenci¨®n de la opini¨®n hacia pistas falsas hab¨ªa sido una maniobra pol¨ªtica para eludir las graves responsabilidades del Gobierno de Aznar por su atolondrada infravaloraci¨®n de los peligros del terrorismo islamista, la conclusi¨®n del sumario -el juez Del Olmo ratific¨® el pasado 6 de julio el auto de procesamiento de 29 de los 116 imputados- lo convierte en un mecanismo de obstrucci¨®n que podr¨ªa llevar a la escandalosa puesta en libertad de los imputados si el tiempo m¨¢ximo de prisi¨®n preventiva se agotase antes de que fuese dictada sentencia.
La sangrienta marca de f¨¢brica del fundamentalismo islamista es evidente en el 11-M: sus semejanzas estructurales con el atentado londinense de 7 de julio de 2005 y la matanza de Bombay del pasado 11 de julio han disipado cualquier duda razonable de buena fe al respecto. Por lo dem¨¢s, el fiscal general del Estado considera que el sumario esclarece de manera suficiente los hechos esenciales del crimen aunque queden pendientes -como en todos los casos complejos- extremos menores. Para mayor paradoja, los dirigentes del PP, que atribuyen ahora a las instituciones del Estado de derecho (Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, ministerio p¨²blico, Gobierno, Poder Judicial y Parlamento) el doloso ocultamiento de la verdad sobre el 11-M, fueron los encargados durante varias semanas de controlar la investigaci¨®n del atentado: el 5 de abril de 2004, Acebes, titular entonces de Interior (con Ignacio Astarloa como secretario de Estado) y hoy secretario general del PP, difundi¨® orgullosamente la noticia seg¨²n la cual "el n¨²cleo central que perpetr¨® la masacre est¨¢ detenido o muerto en suicidio".
?C¨®mo justificar, as¨ª pues, que el principal partido de la oposici¨®n, que ocupaba el poder hace dos a?os y que aspira a recuperarlo, acuse al Gobierno de Zapatero de borrar las huellas del atentado del 11-M para hacer desaparecer los indicios que le relacionar¨ªan de una forma o de otra con su g¨¦nesis y desarrollo? Es cierto que los dirigentes populares est¨¢n siendo tironeados del ronzal y aguijoneados en los flancos -para que no desfallezcan en esa infame tarea- por una cuadrilla de periodistas y locutores que confunden c¨ªnicamente la prensa de investigaci¨®n con el libelo de intoxicaci¨®n y la cr¨ªtica al poder con la extorsi¨®n a sus titulares. Lejos de constituir un atenuante moral o pol¨ªtico, ese s¨®rdido entendimiento bajo la mesa del PP con el amarillismo informativo de sentina, sin embargo, no s¨®lo le distanciar¨¢ cada vez m¨¢s del centro moderado sin cuyos votos nunca conseguir¨¢ ganar las elecciones sino que le acerca a las posiciones de la ultraderecha antisistema.
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