Iberia: la mirada ajena
Los innumerables relatos de viajeros extranjeros por Espa?a han encontrado siempre entre nosotros lectores fieles. El deseo de conocer el pa¨ªs busca esa mirada m¨²ltiple y ajena para escapar al propio ensimismamiento. Hace algunos a?os, la Junta de Castilla y Le¨®n public¨® una obra en seis vol¨²menes, a cargo de Garc¨ªa Mercadal, que recopilaba muchos de esos relatos, desde las noticias sobre Espa?a del ge¨®grafo Estrab¨®n hasta las p¨¢ginas que nos dedic¨® Simone de Beauvoir. Es obra de consulta y biblioteca, una especie de dietario sobre las diferentes formas de aproximaci¨®n geogr¨¢fica, mental y emocional a la Pen¨ªnsula.
Siempre se ha considerado que la Contrarreforma hizo de Espa?a un pa¨ªs aparte, separado del resto de Europa por una barrera ideol¨®gica de mayor envergadura que los Pirineos. De ah¨ª arranca la idea de una Espa?a "diferente", de tan largo arraigo entre nosotros que un esl¨®gan del tardofranquismo lleg¨® a convertirla en un atractivo tur¨ªstico. Para los viajeros rom¨¢nticos Espa?a fue un pa¨ªs ex¨®tico. Para algunos fue tambi¨¦n un destino que aliment¨® fantas¨ªas sexuales, como pueden serlo ahora en su forma masiva y democr¨¢tica Bangkok y las Antillas. Esa idea perdur¨® mucho m¨¢s all¨¢ del romanticismo. Th¨¦ophile Gautier le escrib¨ªa a un amigo: "Llevo veinti¨²n d¨ªas en Valencia y he echado treinta polvos". Si esa imagen de Espa?a ha sido sustituida por la forma moderna del culto solar, la idea de una Espa?a "diferente" es tenaz. El aislacionismo del Gobierno actual, despu¨¦s del acceso de fiebre imperial del Gobierno anterior, hace pensar que nuestra diferencia con Europa a¨²n no ha terminado y que una invisible cortina ideol¨®gica se alza por encima de los Pirineos.
La editorial Espasa acaba de publicar las p¨¢ginas que Giacomo Casanova consagra a Espa?a en sus Memorias. Cuando Casanova nos visit¨® era ya un hombre maduro. Su intenci¨®n no era aumentar sus conquistas sino recomponer su fortuna. Se hosped¨® en la calle de la Cruz y estuvo preso en el cas¨®n del Buen Retiro. Casanova se ha convertido en un arquetipo de potencia sexual, una especie de caballero Seis Veces. Era sin embargo un hombre ilustrado y sobre todo un transgresor, un plebeyo que quiso realizar sus deseos con la impunidad de un gentilhombre. Cuando Casanova se olvida de s¨ª mismo, lo que sucede raras veces, sus observaciones son agudas, a veces desconcertantes, a veces halagadoras.
Ser¨ªa interesante que se publicaran de la misma forma los cap¨ªtulos que Saint-Simon dedica a Espa?a. El Duque de las Minucias, como le llamaba no halagadoramente Montherlant, estuvo en nuestro pa¨ªs hacia 1721. Conoci¨® el interior de la corte del primer Borb¨®n espa?ol y vivi¨® el largo invierno de noviazgo de dos infantes en una aldea burgalesa cercana a Lerma. Si se salvan las cuestiones de protocolo, las minucias del Duque suelen ser deliciosas.
Muchos soldados saben que la guerra es una forma de viajar, aunque no de la forma m¨¢s segura y m¨¢s amena. El coronel franc¨¦s Marbot viaj¨® de esa forma por Espa?a como oficial de Estado Mayor durante la Guerra Peninsular. Marbot era entonces un joven de veinte a?os, lleno de ambici¨®n y agilidad. Contempor¨¢neo de Stendhal, su escritura goza de la misma libertad de pluma que la del autor de La Cartuja de Parma. Sus memorias, en lo que nos concierne, merecer¨ªan ser traducidas.
Los r¨ªos, lo mismo que la guerra, han sido siempre grandes conductores de viajeros. Ser¨ªa interesante leer, y as¨ª lo voy hacer porque no lo he le¨ªdo, El Guadalquivir de Paul Gwynne, que ha editado la Junta de Andaluc¨ªa.
Manuel de Lope es autor de los libros Iberia: La puerta iluminada e Iberia: La imagen m¨²ltiple (ambos en Debate). Los dos vol¨²menes son un recorrido por Espa?a regi¨®n por regi¨®n. Novedades literarias: Memorias de Espa?a (Espasa), Giacomo Casanova; Impresiones espa?olas (Almuzara), Max Nordau, y El Guadalquivir. Su personalidad y sus gentes (Renacimiento), Paul Gwynne.
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