La doncella y la muerte
La fotograf¨ªa de la portada del mi¨¦rcoles 26 de julio me produce a¨²n m¨¢s horror que las numerosas fotograf¨ªas de ni?os ensangrentados en brazos de sus padres o de cad¨¢veres de civiles alineados en el suelo. Su personaje central es una joven soldado israel¨ª, casi una ni?a, rubia y fina, la imagen misma de la inocencia y la candidez. Su larga melena sedosa, recogida con los mismos ganchitos que le pongo yo en el pelo a mis nietas. Escucha, con carita de alumna aplicada, las palabras de su primer ministro. Pero sus manos, sus manos de adolescente, blancas y menudas, se apoyan confiadas en sendas bombas, como si acariciaran el brazo de su novio o la cabecita del hermano peque?o. Me produce el mismo horror que aquella otra fotograf¨ªa, ya lejana, de la joven kamikaze palestina que se inmol¨®, matando al mismo tiempo a varias personas, con la bomba que llevaba en el bolso, en la puerta de un comercio. Creo firmemente que una sociedad cuyas mujeres j¨®venes acarician bombas o deciden convertirse en bombas, est¨¢ condenada a sucumbir.
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