La edad del gallo
El gran misterio de la nueva serie diaria Amistades peligrosas (Cuatro) es la edad. En el primer cap¨ªtulo, un grupo de treinta?eros (a?o m¨¢s, a?o menos) van por un bosque disfrazados de adolescentes que, reci¨¦n acabados sus estudios en el insti, salen de excursi¨®n. La incredulidad que produc¨ªan iba a ser explicada en el segundo episodio, pens¨¦, como ejemplo del famoso efecto V, tambi¨¦n conocido como distanciamiento brechtiano: el actor hace de un personaje, revelando a las claras, con su atuendo y su comentario exagerado, cierta lejan¨ªa ir¨®nica o did¨¢ctica. Pero no. Acabada la excursi¨®n campestre, en la que se comete un crimen, los siete amigos supervivientes han crecido diez a?os y deben tener en torno a los 26, edad que de nuevo varios de los int¨¦rpretes sobrepasan en la realidad. Unido al poco inter¨¦s que el argumento presenta hasta ahora, cuesta trabajo entender que ¨¦ste sea un proyecto que Cuatro dice haber preparado desde los preliminares de la cadena y llega adem¨¢s con el aval de una productora de la solvencia de BocaBoca.
Aunque su trama, mezcla de intriga criminal muy de hoy y costumbrismo juvenil, no sea nada del otro jueves, SMS (La Sexta) no enga?a al menos en cuestiones cronol¨®gicas: los adultos est¨¢n en edad, y los chicos y chicas, todos con un glamour estilo Al salir de clase, hacen de lo que son, si bien lo m¨¢s aut¨¦nticamente adolescente que se ve estos d¨ªas en la tele es el muchacho del anuncio del desodorante para pies que pide la mascarilla cuando su amigo se quita los zapatos. Aut¨¦ntica voz de gallo.
The Office, producci¨®n de la BBC que Cuatro estren¨® de madrugada, da plenamente lo que uno espera de una comedia tipically English: exc¨¦ntricos simp¨¢ticos, lectores de tabloides, chistes subidos de tono sobre Camilla Parker-Bowles. Con su tradicional humor de Ealing pasado por Monty Phyton, The Office hace que los actores se dirijan de vez en cuando a la c¨¢mara y la hablen directamente, algo que el joven Woody Allen ya copi¨® a dos ilustres ancianos, Godard y Bergman. Todo est¨¢ inventado. Hasta la juventud.
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