La amante conversa del narcotr¨¢fico
Una diva colombiana rompe su silencio y da pistas sobre la connivencia de mafia y pol¨ªtica
La mujer por cuyo amor se enfrentaron los dos narcotraficantes colombianos que intentaron poner de rodillas a su pa¨ªs ha resucitado. Tras 12 a?os de autoexilio, su belleza no la ha abandonado, y, aunque casi ciega, sus ¨²ltimas palabras han puesto a temblar a ex presidentes, pol¨ªticos, ex funcionarios, militares y familias de ilustres apellidos.
Es la misma Virginia Vallejo que empez¨® los a?os ochenta como amante de Pablo Escobar Gaviria (muerto en 1993), del cartel de Medell¨ªn, y habr¨ªa despedido la d¨¦cada en brazos del enemigo de ¨¦ste, Gilberto Rodr¨ªguez Orejuela, del cartel de Cali (extraditado a Estados Unidos). Ella, que acud¨ªa a verse, en alg¨²n escondite de los Andes colombianos, con el hombre m¨¢s buscado del mundo; ella, que oy¨® y vio todo; ella, que fue testigo de la manera como intentaron pudrir el tejido pol¨ªtico y gubernamental de Colombia, ha comenzado a unir las piezas del rompecabezas de aquellos tiempos en que los narcotraficantes ofrecieron pagar la deuda externa del pa¨ªs.
Su testimonio por televisi¨®n desmadeja los entresijos de la mafia y el intento por crear una tela de ara?a para convertir Colombia en narcoestado
?Y el precio de esos amores conversos? Dice que su suicidio social, pero Pablo Escobar le augur¨®: "Eres mi cronista de Indias. Mi historia la vas a escribir t¨²"
Es la misma Virginia Vallejo que durante los a?os ochenta fue amante de Pablo Escobar Gaviria y Gilberto Rodr¨ªguez Orejuela, 'El Ajedrecista'
Llevaba m¨¢s de una d¨¦cada recluida en su propia leyenda de diva de la televisi¨®n y de mujer bella, deseada y detonante de la guerra de los carteles del narcotr¨¢fico. O de haberla atizado. Ahora, con 56 a?os, ha salido de la penumbra de su esplendor. Todos la han vuelto a mirar. A o¨ªr. A imaginar bajo una de sus legendarias pamelas cuando abandon¨® el pa¨ªs en un avi¨®n de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), como posible testigo protegida, tras una entrevista al diario de Miami El Nuevo Herald. Hasta que por fin volvieron a verla por televisi¨®n, pero en un v¨ªdeo en el que desentra?a los entresijos de la mafia y la pol¨ªtica, y su intento por crear una tela de ara?a para convertir Colombia en un narcoestado.
Apareci¨® en los televisores el pasado martes, a las diez de la noche, con los fantasmas que emboscaron la guerra del narcoterrorismo. Lo hizo para se?alar al supuesto instigador de los dos magnicidios que desbarrancaron el pa¨ªs: el del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, en 1984 (del Nuevo Liberalismo, por denunciar los dineros de la mafia en la pol¨ªtica) y el del favorito a la presidencia en 1989, Luis Carlos Gal¨¢n Sarmiento (del mismo partido y prop¨®sitos de Lara). Ella culpa al senador Alberto Santofimio Botero, cuyo juicio por el asesinato de Gal¨¢n est¨¢ visto para sentencia. Y como tem¨ªa que fuera absuelto decidi¨® romper su silencio. S¨®lo que su testimonio ha llegado fuera del plazo y el juez est¨¢ pensando si lo acepta.
Para los colombianos, Virginia Vallejo hoy no es de la estirpe de Casandra. Le creen. Sus andanzas fueron sabidas. "Fui testigo de excepci¨®n de hechos que me cont¨® Pablo; despu¨¦s porque me los cont¨® Gilberto y me toc¨® vivirlos, y porque he visto episodios clave de las relaciones entre clase pol¨ªtica y narcotr¨¢fico", asegura. Como dice Gonzalo Guill¨¦n, periodista que la entrevist¨®: "Es la caja negra de los nexos criminales entre pol¨ªticos colombianos y el narcotr¨¢fico".
Como Evita Per¨®n
Encontr¨® la fama por s¨ª sola. Cuando los dos capos empezaron a hacerse un nombre, ella ya estaba ah¨ª; fueron ellos los advenedizos del lujo y la gloria, y los anhelantes de pasiones con una diva. Ellos s¨®lo hicieron realidad el sue?o de buena parte de los hombres colombianos de finales de los setenta y ochenta. Fue la mujer que confirm¨® que inteligencia, astucia y cultura van a juego con la belleza f¨ªsica, y que no hab¨ªa motivo para avergonzarse.
Conoci¨® a Pablo Escobar en 1982, cuando era representante a la C¨¢mara por Antioquia, y le acompa?¨® en sus campa?as, donde la hac¨ªa sentir "como Evita Per¨®n, como Manuelita S¨¢enz
[la amante de Sim¨®n Bol¨ªvar]". Supo del ascenso del capo, su amistad con el senador Santofimio, sus nexos con el poder, su infinito ego y su metamorfosis a narcoterrorista. Recuerda haber o¨ªdo a Santofimio pedir a Escobar la muerte del ministro Lara. Asesinado ¨¦ste, afirm¨®: "Ahora lo ¨²nico que se atraviesa entre nosotros y el poder es Gal¨¢n. Tienes que eliminarlo, y ya nada podr¨¢ detenernos".
Seg¨²n ella, "todo estaba encaminado a que Santofimio fuera presidente, acabara con la extradici¨®n y se asegurara que su sucesor fuera Escobar". Incluso, asegura, le dijo a Escobar: "Si eliminas a Gal¨¢n, al otro d¨ªa tenemos al pa¨ªs de rodillas". Y "lo ¨²nico que Santofimio no hizo fue oprimir el gatillo".
M¨¢s sorprendidos quedaron los colombianos cuando, con su voz pausada de bogotana culta, esparci¨® su testimonio de amor, poder, pol¨ªtica, corrupci¨®n y venganza con los nombres de algunos ex presidentes como Alfonso L¨®pez Michelsen y Ernesto Samper Pizano, y de senadores y representantes a la C¨¢mara. Dio pistas de la sombra de Escobar en la toma del Palacio de Justicia en 1985, de sus simpatizantes en los medios y de su presi¨®n a la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 para que anulara la extradici¨®n con Estados Unidos, porque su lema era: "Preferimos una tumba en Colombia que una c¨¢rcel en Estados Unidos". Pero, sobre todo, advirti¨® que la herencia de esos dineros calientes a¨²n sigue en la pol¨ªtica.
Pero, ?cu¨¢l es el precio de estos amores conversos 12 a?os despu¨¦s? Mientras para unos es un suicidio social, Virginia Vallejo confiesa que ya ha tenido 20 a?os de l¨¢grimas e infierno y s¨®lo ha ganado m¨¢s enemigos. Eso s¨ª, tambi¨¦n ha recordado que le pidi¨® a Pablo que no deb¨ªa matar a medio mundo y trat¨® de convencerle de que dialogara con el Gobierno. Un rapto de dignidad que algunos resuelven con una frase: "Est¨¢ quebrada". S¨®lo que Pablo Escobar le garantiz¨® el futuro cuando, despu¨¦s de amenazar con matar a todo aquel que la ofendiera, le augur¨®: "Eres mi cronista de Indias. Mi historia la vas a escribir t¨²".
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