El mercado tiembla con el nuevo jefe
Cuando falleci¨® Luis XIV, todos emitieron la oraci¨®n acostumbrada: "El rey ha muerto. Larga vida al rey". As¨ª fue el 1 de febrero, cuando Alan Greenspan, durante tanto tiempo presidente de la Reserva Federal estadounidense, fue sucedido por Ben Bernanke. Wall Street y los gestores de dinero de todas partes empezaron a cotillear: "?Dejar¨¢ Bernanke de subir los tipos de inter¨¦s oficiales de Estados Unidos? ?O, como esperamos y rogamos, har¨¢ una pausa para as¨ª mantener el cr¨¦dito en Estados Unidos suficientemente f¨¢cil como para impulsar el precio de las acciones y crear montones de nuevos puestos de trabajo bien remunerados en Estados Unidos?".
Los inversores especulativos son famosos por ser algo ilusos. Durante toda la primavera estuvieron empujando al alza los precios burs¨¢tiles bas¨¢ndose en la esperanza de que los bancos centrales de todo el mundo promovieran la prosperidad mundial manteniendo una abundante liquidez del cr¨¦dito. Prefirieron pasar por alto lo que el presidente Bernanke hab¨ªa insinuado repetidamente: mi Reserva Federal se centrar¨¢ en el control de la inflaci¨®n. M¨¢s del 2% de inflaci¨®n anual es definitivamente inaceptable. Si el precio del barril de petr¨®leo de la OPEP a 70 d¨®lares empieza a filtrarse y eleva la tasa de inflaci¨®n subyacente, crean que reaccionaremos, y lo haremos con decisi¨®n.
"La estanflaci¨®n de la d¨¦cada de 1970 debida a las crisis de la oferta est¨¢, en cierto modo, levantando nuevamente su fea cabeza"
As¨ª que las so?adoras cartas de los intermediarios burs¨¢tiles cambiaron de tono: seguramente, cuando la burbuja inmobiliaria empiece a explotar; seguramente, cuando las nuevas estad¨ªsticas de empleo se vuelvan tan decepcionantes por su debilidad; seguramente entonces la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, el Banco de Jap¨®n y el Banco Central Europeo saldr¨¢n a rescatar a los aterrados mercados.
Tengo que tachar esos "seguramente" de ingenuos. Lo que es m¨¢s seguro es que el presidente Bernanke har¨¢ todo lo posible por establecer su credibilidad como "controlador de la inflaci¨®n" que no tolera blandamente la excesiva inflaci¨®n del nivel de precios. Si Bernanke est¨¢ dispuesto a arriesgarse a cometer un error en su primer a?o de presidente pensar¨¢ que es m¨¢s ¨²til para su causa a largo plazo que dicho error sea el de ser demasiado r¨ªgido que no el de ser relajado en exceso. No soy experto en relaciones p¨²blicas. Pero en mi opini¨®n de aficionado, los bancos centrales modernos conseguir¨¢n controlar mejor las futuras recesiones si en este momento respaldan con acciones la ret¨®rica de que la inflaci¨®n es el objetivo fundamental. Adem¨¢s, aquellos que no nos hemos convertido a¨²n al control estricto de la inflaci¨®n podemos esperar aprender m¨¢s de un experimento que intenta controlar la inflaci¨®n que con las meras charlas ret¨®ricas sobre dicho control. ?stas son, pues, mis opiniones sobre las probables consecuencias de la restricci¨®n del cr¨¦dito en todo el mundo.
Normalmente, siempre que hay un exceso de dinamismo, tanto en el gasto en inversi¨®n empresarial como en el gasto en consumo, la subida de los tipos de inter¨¦s es de hecho la prescripci¨®n ordinaria para enfriar la econom¨ªa. ?sa es la simple normalidad. A lo que el presidente Bernanke se enfrenta esta vez no es tan simplemente normal. Ahora las principales razones que subyacen tras la nueva amenaza de inflaci¨®n proceden del Oriente Pr¨®ximo de la OPEP, rico en petr¨®leo, y del voraz apetito de China por los metales escasos. ?Qu¨¦ diferencia supone esto? Significa en parte que la restricci¨®n crediticia dise?ada en general tal vez tenga esta vez que causar una mayor reducci¨®n del empleo interior por cada nivel de reducci¨®n de la inflaci¨®n que alcance. En resumen, la estanflaci¨®n de la d¨¦cada de 1970 debida a las crisis de la oferta est¨¢ en cierto modo levantando nuevamente su fea cabeza.
Eso es m¨¢s bien mala suerte para Bernanke. Y puede suponer mala suerte a corto plazo para las econom¨ªas mundiales de hoy. Por fortuna, me parece s¨®lo una mala suerte moderada. ?Por qu¨¦? No soy uno de esos economistas modernos que creen que en el futuro nunca se producir¨¢n las grandes oscilaciones del ciclo econ¨®mico. La econom¨ªa no est¨¢ tan cerca de convertirse en una ciencia exacta. Sin embargo, el registro documentado de la intensidad y la frecuencia de las recesiones en la sociedad globalizada posterior a la Segunda Guerra Mundial no justifica el pesimismo extremo. Si la econom¨ªa antes merec¨ªa el apelativo dado por Thomas Carlyle de "ciencia deprimente", eso fue en una ¨¦poca muy anterior a Keynes.
(c) 2006 Paul Samuelson.
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