Un monumento vanguardista
Filme de encargo para conmemorar el 20 aniversario de la revuelta de 1905, abierta inducci¨®n a la acci¨®n, expl¨ªcita propaganda bolchevique: todo eso es El acorazado Potemkin. Pero tambi¨¦n es algo m¨¢s: una de las cimas del cine mudo, un espl¨¦ndido ejemplo de disposici¨®n de elementos vanguardistas (un uso extraordinario del montaje, la ausencia de un protagonista con el cual identificarse) al servicio de un mensaje ideol¨®gico que pretendi¨® fijar en celuloide los hechos de la historia, y que impact¨® tanto a partidarios como a enemigos. Y lo hizo de tal forma que incluso, sin pretenderlo, rescribi¨® la misma historia: la c¨¦lebre secuencia de los fusilamientos de la escalinata del puerto de Odessa, una pura invenci¨®n de su director, Sergu¨¦i Mija¨ªlovich Eisenstein, ha pasado a no pocos libros de historia como un acontecimiento realmente ocurrido.
Para envolver con m¨²sica las impactantes im¨¢genes del amotinamiento de los marineros del acorazado hom¨®nimo (como no cuesta trabajo imaginar, el cine mudo no fue jam¨¢s verdaderamente silente), y dado que el encargo del filme, nada menos que del Comit¨¦ Central del Partido Comunista, era para una de las primeras conmemoraciones revolucionarias, Eisenstein pens¨® en un gran m¨²sico cl¨¢sico. El elegido fue Sergu¨¦i Prokofiev, pero el encargo no lleg¨® a realizarse, de manera que la primera partitura que tuvo la pel¨ªcula la ide¨® el propio Eisenstein, a partir de fragmentos de Johann S. Bach.
Pero pocos meses despu¨¦s de su estreno, el director logr¨® que el m¨²sico austr¨ªaco Edmund Meisel le escribiera, a partir de sus propias sugerencias, una partitura diferente. As¨ª lo hizo el compositor, y de una manera novedosa: no era s¨®lo un acompa?amiento, sino una rigurosa, exacta maquinaria de sonido y ruidos al servicio de la precisa duraci¨®n de cada plano, hasta crear un conjunto arm¨®nico entre ambos como no se hab¨ªa visto, ni o¨ªdo, nunca hasta entonces. Ya no se trataba de acompa?ar las im¨¢genes de cualquier manera, sino de darles una coherencia que las convirtiera verdaderamente en un arte nuevo. Tras la llegada del cine sonoro, la partitura de Meisel estuvo largos a?os perdida; encontrada finalmente en 1971, permiti¨® al norteamericano Arthur Kleiner la exacta reconstrucci¨®n de la misma: esa es la que conocen los espectadores desde entonces.
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