Las ¨²ltimas lecciones de Gramoz Pashko
A¨²n no hay rastro del helic¨®ptero que se supone posado en las profundidades marinas del estrecho de Otranto. Pero todos los que le conocieron, amigos y enemigos, saben ya de la redoblada tragedia que ha costado la vida a Gramoz Pashko, el que fuera viceprimer ministro alban¨¦s, a su hijo Ruben y a la tripulaci¨®n que lo llevaba a un hospital en Italia despu¨¦s de caer en coma a causa de una ca¨ªda mientras se ba?aba en las rocas de la costa albanesa, cerca del estuario de Vlora. Desapareci¨® en una turbulenta noche sobre el Adri¨¢tico. Como habr¨ªa dicho ¨¦l entre carcajadas, tuvo que caerse dos veces al mar para matarse del todo este brillante personaje con s¨®lida fama de ser uno de los seres m¨¢s optimistas que han poblado los Balcanes. Era Pashko uno de esos individuos improbables a los que el estalinismo m¨¢s oscuro e infecto de Enver Hoxha no logr¨® mutilar intelectual y an¨ªmicamente. Miembro de la minor¨ªa cristiana ortodoxa, fue de los primeros que alz¨® la voz en favor de seguir el camino de las revoluciones democr¨¢ticas habidas en Europa Central y fund¨® con el ex presidente y actual primer ministro, Sali Berisha, el Partido Democr¨¢tico. Acabaron siendo grandes y solemnes enemigos. Tanto que seguro que Berisha le echar¨¢ de menos.
Pero su principal virtud, m¨¢s all¨¢ de su inteligencia y conversaci¨®n virtuosista, era ese optimismo que le hac¨ªa ver oportunidades en situaciones en las que otros estaban tentados de cortarse las venas. En las peores situaciones de miseria, violencia y caos de los a?os noventa en Albania, cuando muchos cre¨ªan que aqu¨¦lla era una sociedad de esclavos -no liberados sino descontrolados y enajenados por falta de due?o- y abocada a convertirse en un pozo negro en Europa, Pashko explicaba brillantemente los mecanismos que, seg¨²n ¨¦l, encauzar¨ªan a sus compatriotas hacia conductas homologables a las de los pa¨ªses bienaventurados que jam¨¢s conocieron un infierno remotamente comparable al del pasado alban¨¦s. Hablaba del optimismo obligado al ser ¨²nica alternativa al horror. Pashko tuvo raz¨®n. Albania sali¨® de aquel pozo.
En estos ¨²ltimos d¨ªas, el optimismo de Pashko -lo recordaba tambi¨¦n su gran amigo el gran conocedor de la Europa Oriental, balcan¨®logo, periodista y escritor Misha Glenny- nos habr¨ªa venido bien a todos los que lo disfrutamos en el pasado. Porque el estado an¨ªmico en los foros pol¨ªticos internacionales se halla en las cotas albanesas depresivas de los peores momentos. Angustia y alarma crecen sin cesar. El grito de espanto es generalizado. Con toda raz¨®n. La estrategia del silencio y la ocultaci¨®n de la violencia y el desafuero son una ofensa a las v¨ªctimas y propios de reg¨ªmenes como el vivido por Pashko, los existentes en Ir¨¢n y Siria o el que se ha ido formando en el sur de L¨ªbano en estos a?os ante la impotencia de Beirut. El grito de espanto ante los ni?os muertos de Qana nos debe hacer reaccionar a todos. Por intolerables. Y por evitables antes de esta guerra que comenz¨® porque los enemigos de las libertades y la sociedad abierta se sienten fuertes. La tragedia se ha instalado exactamente seg¨²n los planes de quienes dedican vida y muerte a verter sangre, "los nuevos nihilistas", dice Andr¨¦ Glucksmann.
En Irak, entre sun¨ªes y chi¨ªes, en L¨ªbano en Hezbol¨¢, en Gaza y ya en gran medida en Cisjordania en todo su cuerpo social enloquecido por la miseria, la humillaci¨®n y el culto a la muerte. Cabezas m¨¢s fr¨ªas -o no- en Damasco o Teher¨¢n, ven con satisfacci¨®n c¨®mo Israel gana enemigos al mismo ritmo que EE UU pierde aliados. Crece el estado de ¨¢nimo que clama venganza a corta distancia, y la convicci¨®n de que Israel mata a prop¨®sito a civiles. Si no logra adivinar un imposible beneficio lo atribuye al instinto. Alegrar¨¢ a muchos el hecho de que Israel va perdiendo esta guerra. Pero los que se alegran y viven en libertad tendr¨¢n suerte por el hecho de que Israel no puede perder sin perderse a s¨ª mismo. Y habr¨¢ una paz impuesta a quienes creen poder medrar en guerra. Porque, como dec¨ªa Pashko, la alternativa es el horror.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.