La ¨²ltima batalla de Castro / 1
A media tarde de un viernes de marzo, se concentr¨® una muchedumbre en el centro de La Habana para manifestarse en contra de un incidente ocurrido la noche anterior en San Juan de Puerto Rico. Durante un partido entre Cuba y Holanda dentro del primer torneo internacional Cl¨¢sico de B¨¦isbol, un espectador alz¨® un cartel hacia las c¨¢maras de televisi¨®n en el que se le¨ªa "Abajo Fidel" y grit¨® palabras similares a los cubanos que se encontraban en el terreno de juego. Entre ellos estaba Antonio Castro, un cirujano ortop¨¦dico que es el m¨¦dico de la selecci¨®n cubana e hijo de Fidel Castro. Un funcionario cubano se enfrent¨®, indignado, al espectador, y la polic¨ªa portorrique?a le detuvo. Qued¨® en libertad despu¨¦s de recibir un discurso sobre la libertad de expresi¨®n. Cuba gan¨® 11 a 2, pero, al d¨ªa siguiente, en tono muy ofendido, el peri¨®dico oficial del Partido Comunista Cubano, Granma, lament¨® las "c¨ªnicas provocaciones contrarrevolucionarias" de los funcionarios estadounidenses y Puerto Rico.
"Castro estaba angustiado por la idea de que el socialismo podr¨ªa no sobrevivirle"
La ca¨ªda de la URSS precipit¨® el final de los subsidios a Cuba y la econom¨ªa se derrumb¨®
Funcionarios cubanos y estadounidenses temen disturbios cuando muera Castro
Si Castro muere, Ra¨²l compartir¨¢ el poder con P¨¦rez Roque, Alarc¨®n y Carlos Lage
Dadas las carencias en la isla, todo el mundo tiene alg¨²n contacto en el mercado negro
La concentraci¨®n se celebr¨®, como casi todos los acontecimientos de este tipo ¨²ltimamente en La Habana, ante la Secci¨®n de Intereses de EE UU, un moderno edificio de siete pisos en una curva del paseo mar¨ªtimo de la ciudad, el Malec¨®n. Dado que no hay relaciones diplom¨¢ticas entre EE UU y Cuba, la Secci¨®n de Intereses sirve de Embajada de facto (en realidad, el edificio forma parte de la Embajada suiza). Hace seis a?os, durante la batalla por la custodia de Eli¨¢n Gonz¨¢lez, el ni?o de cinco a?os rescatado despu¨¦s de que su madre y otras personas se ahogaran mientras trataban de llegar a Florida en una lancha motora, Castro orden¨® la construcci¨®n de un foro de protesta permanente en una isla de tr¨¢fico situada frente a la Secci¨®n. Hoy, el Tribunal anti-imperialista (nombre que recibe el lugar) est¨¢ formado por un estrado elevado, lleno de focos, sobre un centro de mando que es una especie de b¨²nquer. Una gran pancarta muestra un montaje fotogr¨¢fico de hombres armados, casas incendiadas, gente que llora y un torvo veredicto: "Vosotros hicisteis esto".
La concentraci¨®n no estaba abierta al p¨²blico en general. En las barricadas que proteg¨ªan los accesos montaban guardia varias docenas de polic¨ªas. Unos centenares de personas, sobre todo funcionarios deportivos, deportistas y familiares suyos, escuchaban mientras un jugador de b¨¦isbol dec¨ªa a la multitud: "?Pese al desvergonzado robo de nuestros jugadores, y los constantes ataques contra nuestra gente, todav¨ªa no han podido disminuir la calidad de nuestro equipo!". Un anciano negro subi¨® al escenario para contar que, en su juventud, hab¨ªa jugado al b¨¦isbol en EE UU. "Conoc¨ª el racismo de aquel pa¨ªs personalmente, cuando me obligaban a sentarme en la parte trasera de los autobuses y a comer en la cocina". Tras ¨¦l lleg¨® la madre de uno de los jugadores. Despu¨¦s de denunciar la "provocaci¨®n" de Puerto Rico, se despidi¨® con un "?Viva Fidel!".
Fidel no estaba presente, pese a que, como la mayor¨ªa de los cubanos, se toma el b¨¦isbol muy en serio (durante a?os, se corri¨® el mito de que, cuando era estudiante, un equipo de la liga profesional estadounidense se hab¨ªa interesado por ¨¦l). Castro, que cumplir¨¢ 80 a?os el 13 de agosto, aparece cada vez con menos frecuencia en p¨²blico, y muy pocas veces en actos en los que hay extranjeros. Durante varios decenios, su legendaria energ¨ªa le fue muy ¨²til. Ten¨ªa 32 a?os cuando derroc¨® al dictador cubano Fulgencio Batista en 1959, con una guerrilla de barbudos entre los que estaba Ernesto Che Guevara. Castro se present¨® como un nacionalista decidido a erradicar de Cuba la cultura de casinos dirigidos por g¨¢ngsteres y poner fin a su reputaci¨®n de ser "el burdel del Caribe". Una vez en el poder, dio un r¨¢pido giro hacia la izquierda, nacionaliz¨® las grandes plantaciones (entre ellas, la de su madre) y empresas de propiedad extranjera, y se acerc¨® a la URSS. En 1961, la CIA., con ayuda de exiliados cubanos, organiz¨® la invasi¨®n de Bah¨ªa de Cochinos para apartar a Castro del poder. Sufrieron una derrota ignominiosa y, desde entonces, pese al embargo comercial aplicado por EE UU y numerosos intentos de asesinato, Fidel Castro ha sobrevivido a nueve presidentes estadounidenses. Es el gobernante m¨¢s antiguo del mundo.
En junio de 2001, Castro se desmay¨® debido al calor mientras se dirig¨ªa a una muchedumbre, y en 2004, despu¨¦s de pronunciar un discurso, tropez¨® y se cay¨®, con el resultado de la r¨®tula izquierda hecha pedazos y el brazo derecho roto. Aunque sigue pronunciando las largas peroratas por las que es famoso, a veces le tiembla la mano y anda de forma inestable; en ocasiones se le ve olvidadizo e incoherente; y de vez en cuando se duerme en p¨²blico. En un informe presentado al Congreso en 2005, la CIA notific¨® que Castro sufr¨ªa la enfermedad de Parkinson. Castro se burl¨® del documento, dijo que, aunque fuera cierto, era capaz de permanecer en el cargo, y cit¨® al papa Juan Pablo II como modelo.
Esta primavera, un amigo de Castro y veterano miembro del Partido me dijo que el l¨ªder cubano estaba angustiado por hacerse viejo y obsesionado por la idea de que el socialismo podr¨ªa no sobrevivirle. Por eso, Castro ha lanzado su ¨²ltima gran lucha, la que denomina la Batalla de las Ideas.
Su objetivo es lograr que los cubanos vuelvan a comprometerse con los ideales de la revoluci¨®n, sobre todo los j¨®venes que alcanzaron la mayor¨ªa de edad durante el llamado Periodo Especial. En los primeros a?os noventa, la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica precipit¨® el final de los subsidios a Cuba, y la econom¨ªa se derrumb¨®. La crisis oblig¨® a Castro a autorizar m¨¢s apertura en la vida econ¨®mica y civil de la isla, pero ahora parece empe?ado en invertir esa tendencia. En un discurso pronunciado el pasado mes de noviembre, declar¨®: "Este pa¨ªs puede autodestruirse, esta revoluci¨®n puede acabar consigo misma". Se refiri¨® a Estados Unidos para decir: "No pueden destruirla, pero nosotros s¨ª. Podemos destruirla, y ser¨ªa culpa nuestra". Y en mayo, durante un airado debate televisivo de siete horas que convoc¨® para protestar por su inclusi¨®n en la lista de los dirigentes m¨¢s ricos del mundo seg¨²n Forbes (la revista valoraba su fortuna en 900 millones de d¨®lares), dijo: "Debemos seguir pulverizando las mentiras que se dicen en nuestra contra... ?sta es la batalla ideol¨®gica, todo es la Batalla de las Ideas".
Castro ha abordado la campa?a como un mariscal de campo, con un Mando Central de leales ide¨®logos sacados de la Uni¨®n de Juventudes Comunistas, la U. J. C. Algunos cubanos les llaman, sarc¨¢sticamente, los talibanes. Quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s apropiado compararles con la Guardia Roja: en cierto sentido, la Batalla de las Ideas ha pasado a ser la Revoluci¨®n Cultural de Cuba, aunque sin la violenta intensidad de aquella. El Mando Central de Castro organiza manifestaciones y env¨ªa "batallones" especialmente reclutados de Trabajadores Sociales, que intervienen en casi todas las ¨¢reas de la vida diaria. A principios de este a?o, cuando Castro anunci¨® que los cubanos deb¨ªan empezar a usar m¨¢s bombillas de ahorro, los batallones fueron de casa en casa por todo el pa¨ªs para repartir las bombillas y asegurarse de que las instalaban.
En privado, muchos cubanos consideran la Batalla de las Ideas como un espect¨¢culo que tienen que tolerar pero que no cuenta nada en su vida. Pocos ganan suficiente para comer bien ni mucho menos vivir con desahogo. Como consecuencia de las carencias end¨¦micas de la isla, casi todo el mundo tiene alg¨²n contacto con el mercado negro. La tensi¨®n entre la Cuba p¨²blica de concentraciones y tribunales y esta otra oculta es cada vez mayor, y varios funcionarios cubanos y estadounidenses con los que he hablado temen que el caos contenido hasta ahora estalle en claros disturbios cuando muera Castro: saqueos, motines y asesinatos por represalias. El senador Mel Mart¨ªnez, de Florida, que sali¨® de Cuba cuando ten¨ªa 15 a?os, en 1962, dice: "Mi esperanza es que haya una de esas maravillosas revoluciones europeas, como la Revoluci¨®n de Terciopelo
[la separaci¨®n pac¨ªfica de la Rep¨²blica Checa y Eslovaquia], sin violencia, pero, con todo lo que ha ocurrido -la represi¨®n y la mano de hierro de quienes llevan tanto tiempo en el poder-, podr¨ªa crearse un vac¨ªo, y eso favorece la posibilidad de violencia". A los cubanos les preocupa la reacci¨®n que puedan tener EE UU y el exilio de Miami, que lleva decenios preparada para la desaparici¨®n de Castro. Tanto para ellos como para los posibles sucesores de Castro, ¨¦stos son tiempos de enorme ansiedad.
Hubo un tiempo en el que los chistes sobre la supuesta inmortalidad de Fidel Castro constitu¨ªan un canon en La Habana. En uno, le regalaban una tortuga, pero ¨¦l la rechazaba cuando se enteraba de que pod¨ªa vivir m¨¢s de 100 a?os. "Eso es lo malo de los animales", dec¨ªa Castro. "Uno les toma cari?o, y luego se mueren". Ahora, casi todos los chistes se basan en la situaci¨®n contraria. Por ejemplo: Castro se ha muerto y su cuerpo est¨¢ en exposici¨®n. Los visitantes hacen cola para presentarle sus respetos. Encabeza la fila Felipe P¨¦rez Roque, el ministro cubano de Exteriores, de 41 a?os, al que suelen llamar Felipito (tambi¨¦n le llaman "talib¨¢n", a sus espaldas). P¨¦rez Roque se detiene ante el ata¨²d de Castro e inclina la cabeza, mientras Ricardo Alarc¨®n, presidente de la Asamblea Nacional cubana, aguarda su turno. Pasan los minutos; Alarc¨®n se impacienta, da un toque en el hombro a P¨¦rez Roque y murmura: "Felipito, ?a qu¨¦ esperas? Est¨¢ muerto, lo sabes, ?no?" P¨¦rez Roque responde, tambi¨¦n en un susurro: "Yo s¨¦ que est¨¢ muerto; s¨®lo que todav¨ªa no s¨¦ c¨®mo voy a dec¨ªrselo a ¨¦l".
Son muy pocos los cubanos dispuestos a hablar abiertamente sobre "la sucesi¨®n". Hace poco, Castro confirm¨® que, tal como cre¨ªan muchos, tiene previsto que su hermano Ra¨²l, ministro de Defensa, herede la direcci¨®n del partido Comunista Cubano. En una entrevista concedida a un periodista europeo, dijo que no ten¨ªa "ninguna duda" de que, si muere, la Asamblea Nacional elegir¨¢ a Ra¨²l. Ahora bien, dada la edad de Ra¨²l -tiene 75 a?os-, lo que se piensa en La Habana es que compartir¨¢ el poder con un triunvirato civil compuesto por P¨¦rez Roque, Alarc¨®n, que tiene 69, y Carlos Lage, el zar econ¨®mico del pa¨ªs, que tiene 54 a?os. Aurelio Alonso, soci¨®logo, editor y miembro del Partido Comunista, me explic¨®: "?ste sol¨ªa ser un tema tab¨², pero ¨²ltimamente Fidel ha empezado a hablar de ¨¦l. En cualquier caso, la salida de Fidel no me preocupa por qui¨¦n le suceder¨¢; ya se sabe que existe un equipo de recambio preparado", y mencion¨® a Alarc¨®n, P¨¦rez Roque y Lage. "Eso no significa que no haya problemas. Los habr¨¢".
Una tarde de abril, me entrevist¨¦ con Alarc¨®n en el barroco Sal¨®n Presidencial del venerable Hotel Nacional. El Nacional, cuyas habitaciones dan al Malec¨®n, se construy¨® en 1930, y en su apogeo anterior a Castro era la residencia en La Habana de g¨¢ngsteres como Meyer Lansky. Hoy es el hotel preferido de visitantes como Leonardo DiCaprio, Muhammad Al¨ª y Naomi Campbell. Mientras examin¨¢bamos nuestros men¨²s, el gerente me inform¨® de que, en una ocasi¨®n, Al Capone hab¨ªa cenado en esa misma sala.
Al o¨ªrlo, Alarc¨®n sonri¨® con cierto embarazo. Es un hombre delgado y hablador, de rostro juvenil y frente amplia, que llevaba, como siempre, una guayabera blanca. Empez¨® a hablar sobre la larga y complicada relaci¨®n con Washington. "Cincuenta a?os de la misma pol¨ªtica, que -hay que decirlo- ha fracasado", afirm¨®. "Por supuesto, ahora esperan a la pr¨®xima generaci¨®n, convencidos de que este Gobierno est¨¢ acabado. Pues bien, si es as¨ª, supongo que yo tambi¨¦n estoy acabado, porque soy miembro de la generaci¨®n saliente". Aqu¨ª, Alarc¨®n hizo una pausa. "En Francia transcurri¨® medio siglo desde la ¨¦poca de la monarqu¨ªa de Luis XVI, la gran revoluci¨®n, la guillotina, toda la contrarrevoluci¨®n posterior, el bonapartismo, la rep¨²blica burguesa de la d¨¦cada de 1830. Todos los giros y transformaciones que sufri¨® Francia se produjeron en el mismo plazo de tiempo durante el que hemos conseguido mantener la revoluci¨®n cubana en el poder. Ni siquiera Robespierre pudo decir algo as¨ª; ni pudo decirlo Napole¨®n. ?Hemos hecho mucho!".
Alarc¨®n lleva muchos a?os tratando con los estadounidenses. Sali¨® de la Universidad de La Habana para dirigir la oficina de EE UU del Ministerio de Exteriores en 1962, cuando ten¨ªa s¨®lo 25 a?os, y fue nombrado embajador de Cuba ante la ONU en 1966. En 1992, Castro le design¨® ministro de Exteriores pero, menos de un a?o despu¨¦s, le traslad¨® al cargo relativamente discreto de presidente de la Asamblea Nacional. En su momento, se consider¨® un descenso, pero le proporcion¨® experiencia en pol¨ªtica interior por primera vez desde su juventud. Adem¨¢s de eso, ha seguido siendo el principal asesor de Castro sobre EE UU (interrumpi¨® nuestra cena en el Hotel Nacional para atender una llamada de Castro en su tel¨¦fono m¨®vil). Alarc¨®n estuvo estrechamente relacionado con el caso de Eli¨¢n Gonz¨¢lez y fue el principal consejero del padre del ni?o, Juan Miguel Gonz¨¢lez, que viaj¨® a EE UU para disputar a los familiares la custodia de su hijo. Dos meses y medio despu¨¦s, cuando Eli¨¢n volvi¨® finalmente a casa, Alarc¨®n le recibi¨® en el aeropuerto. Para Castro, el regreso de Eli¨¢n fue una gran victoria simb¨®lica sobre sus adversarios de la comunidad en el exilio.
La ¨²ltima causa de Alarc¨®n est¨¢ relacionada con los Cinco H¨¦roes, como se les conoce en Cuba, cinco esp¨ªas cubanos que cumplen condenas en EE UU. En enero de 1996, Alarc¨®n, en plenas negociaciones secretas con la Administraci¨®n de Clinton para mejorar las relaciones, notific¨® a los estadounidenses que Cuba hab¨ªa recibido informaciones de que Hermanos al Rescate, un grupo de exiliados de Miami, estaba preparando vuelos ilegales para lanzar panfletos sobre La Habana. Ya hab¨ªan realizado vuelos de ese tipo, y la administraci¨®n se hab¨ªa ofrecido a hacer todo lo posible para detenerlos. La Casa Blanca transmiti¨® los datos de Alarc¨®n al cuartel general del FBI en Florida, pero no se hizo nada para impedir que los aviones despegaran. La Fuerza A¨¦rea Cubana derrib¨® dos de ellos y mat¨® a cuatro estadounidenses de origen cubano. Como represalia, el presidente Clinton firm¨® la Ley Helms-Burton, que reforzaba el embargo contra Cuba. Asimismo, el FBI intensific¨® la b¨²squeda de las fuentes cubanas y, en 1998, detuvo a los Cinco. En 2001, un jurado de Miami les declar¨® culpables de varios cargos, entre ellos "conspiraci¨®n para el espionaje", y a uno de ellos, del asesinato de los pilotos de Hermanos al Rescate. Les condenaron a penas entre 15 a?os y dos cadenas perpetuas consecutivas. (En agosto del a?o pasado, un tribunal de apelaciones orden¨® un nuevo proceso y declar¨® que los hombres no hab¨ªa tenido un juicio justo debido a los "prejuicios generalizados en la comunidad").
Alarc¨®n reconoce que los Cinco eran esp¨ªas, pero afirma que no pretend¨ªa causar perjuicio a EE UU, y que su prop¨®sito era prevenir el terrorismo. "Mire, eran cinco personas que llevaban a cabo una misi¨®n. Igual que EE UU cree que debe tener m¨¢s capacidad de saber y predecir, Cuba tiene desde hace mucho tiempo la necesidad de defenderse, con la diferencia de que el terrorismo contra Cuba lo ha patrocinado Estados Unidos".
Alarc¨®n se ha propuesto llevar a los Cinco a casa como cruzada personal; cualquier conversaci¨®n con ¨¦l acaba hablando de ellos. Le pregunt¨¦ si no hab¨ªa algo de conciencia culpable. ?No hab¨ªa traicionado Cuba, indirectamente, la presencia de los cinco hombres en Miami? Alarc¨®n respondi¨®: "No piense ni por un instante que Cuba cometi¨® el error de dar una informaci¨®n que ofreci¨® pistas a los americanos para encontrarlos. Puede que seamos aficionados en el b¨¦isbol, pero en este asunto somos verdaderos profesionales".
Como la mayor¨ªa de los m¨¢s estrechos colaboradores de Castro, Alarc¨®n es decididamente discreto en p¨²blico y nunca contradice a su jefe, pero su car¨¢cter afable y su larga experiencia con los estadounidenses -a los que, en general, cae bien- hacen que casi todos los cubanos le consideren un moderado. Representa una figura conocida y tranquilizadora para los extranjeros que visitan Cuba; durante mi estancia en La Habana, recibi¨® a una delegaci¨®n de Vietnam y a Louis Farrakhan. Alarc¨®n es, desde hace mucho tiempo, uno de los principales candidatos al puesto de primer ministro en un gobierno de transici¨®n. Pero no hay nada seguro; Castro tiene la costumbre de cambiar a la gente de repente de un puesto a otro. Alarc¨®n puede tener seria competencia por parte de P¨¦rez Roque, al que se considera portavoz fundamental de la Batalla de las Ideas de Castro.
P¨¦rez Roque es un hombre bajo y fornido, con un aspecto semejante al de un bull terrier. Fue secretario personal de Castro a los 21 a?os, y permaneci¨® en el puesto otros siete. Nadie duda de que est¨¢ dedicado en cuerpo y alma a Castro, cuyas opiniones y pol¨ªticas adopta con un fervor que no tiene equivalente, ni siquiera en Cuba. En 1999, Castro le nombr¨® ministro de Exteriores. P¨¦rez Roque ten¨ªa s¨®lo 34 a?os, y parec¨ªa torpe y poco preparado; le apodaron Fax, en el sentido de que era un mero transmisor de las opiniones de Castro. Desde entonces ha madurado y se ha ganado cierto respeto, aunque no popularidad. El viejo fiel al Partido me dec¨ªa que, desde luego, Castro ha "escogido" a P¨¦rez Roque para encabezar el equipo de sucesi¨®n bajo la supervisi¨®n temporal de Ra¨²l, pero que P¨¦rez Roque es "demasiado estrecho de miras" para la siguiente generaci¨®n de cubanos. Otros con los que habl¨¦ estaban de acuerdo. Todos recuerdan que, cuando Castro se desmay¨® en 2001, fue P¨¦rez Roque quien se acerc¨® al micr¨®fono y, en una muestra de celo, anim¨® a la multitud con gritos de "?Viva Fidel! ?Viva Ra¨²l!".
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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