Las mil y una caras de Gr¨¤cia

El barrio de Gr¨¤cia, en el coraz¨®n de Barcelona, tiene afici¨®n por la nostalgia. Digamos que es un barrio tradicional y reivindicativo. Conoce la calma y el bullicio. A ratos exige ruido y a ratos no lo soporta. En ¨¦l caben muchas Gracias distintas: la industrial, la bohemia, la burguesa... Y una Fiesta Mayor que muestra lo proverbial en versi¨®n moderna.

As¨ª que, si se tiene previsto visitar Barcelona en el mes de agosto, es preciso saber que en su tercera semana, despu¨¦s de la playa, espera el jaleo a pie de calle. Y es que en agosto, en Barcelona, durante el d¨ªa se imponen la arena y los chiringuitos, olas y cremas aftersun; pero en cuanto el sol hace adem¨¢n de retirada, la ciudad se muda a las barbas del parque G¨¹ell, o a la c¨²spide del Ensanche, hasta Gr¨¤cia, un c¨¦ntrico barrio que, a pesar de su edad e historia, se mantiene impaciente por refrescar cada a?o la tradici¨®n de sus fiestas.

Heterog¨¦neas, abundantes y de condici¨®n urbana, as¨ª son las fiestas de Gr¨¤cia. Las asociaciones de vecinos del barrio guardan la costumbre de decorar las calles tem¨¢ticamente. Los atrezos entran en concurso. Siempre gana la que no deb¨ªa y siempre hay conflicto. Las cervezas en vasos de pl¨¢stico, los conciertos, las terrazas abarrotadas, las familias con globos, los piercings y los tatuajes sustituyen hoy a los tradicionales envelats (carpas) en los que el tach¨ªn tach¨¢n de una orquesta hac¨ªa bailar a los chicos catalanes con las chicas catalanas a principios de siglo. En una de ¨¦sas, Quimet cogi¨® de la mano a la t¨ªmida Natalia y le hizo dar vueltas mir¨¢ndola fijamente. Cuando la tuvo mareada, el muy golfo se la hizo suya y hasta le cambi¨® el nombre en Colometa. Eso pasaba en el envelat de la Pla?a del Diamant, poco antes de la guerra, en el inicio de una de las grandes novelas del siglo XX, La plaza del Diamante, de Merc¨¨ Rodoreda. La plaza sigue ah¨ª. Una placa conmemora aquel enamoramiento m¨¢gico y tr¨¢gico que Paco Betriu transform¨® en pel¨ªcula, con unos jovenc¨ªsimos Llu¨ªs Homar y Silvia Munt, a principios de los ochenta. Pero basta con pisar esa plaza, o una de las tantas que hay en el barrio, para entender que Gr¨¤cia es un lugar con resabio propio, que late a un ritmo distinto al resto de la ciudad.

Despu¨¦s de los jardincillos

Los jardinets (jardincillos) de Gr¨¤cia marcan la separaci¨®n entre el paseo de Gr¨¤cia y Gran de Gr¨¤cia, la v¨ªa comercial que sube hasta la plaza de Lesseps. En ese tramo caben el hotel Casa Fuster, referente modernista, ¨²ltimo edificio proyectado en la ciudad por Domenech i Montaner; el Botafumeiro, es decir, una de las mejores marisquer¨ªas de la ciudad; la Casa Salvador Castany, de 1908; Casa Vicens (en la paralela Carolines, 12), primer trabajo firmado por Gaud¨ª entre 1883 y 1888, y la Nueva Biblioteca Jaume Fuster, ejemplo de una brillante arquitectura contempor¨¢nea, obra de Pep Llin¨¢s.

No obstante, la ruta comercial se est¨¢ extendiendo a otras calles como Torrent de l'Olla, en la que nuevas tiendas de ropa y complementos con toque alternativo llaman la atenci¨®n: V¨ªa Pachamama, Elisa Brunells, Cub... Adem¨¢s de tener la galer¨ªa de arte contempor¨¢neo Espai (B) y el Instituto Europeo de Dise?o. Tambi¨¦n Travesera de Gr¨¤cia, calle con mayor tradici¨®n comercial, se ha renovado. All¨ª conviven tiendas de ropa como Retro City, El Caim¨¢n Alegre, Rags, Anuka, recientes librer¨ªas como Fondo y Gu¨ªa (especialista en viajes), con otros comercios cl¨¢sicos, pr¨¢cticamente reliquias, como la Graneria Sala (legumbres, frutos secos...), que abre sus enormes puertas de madera desde 1885, o la pasteler¨ªa Montserrat del Roc, que hace lo propio desde 1870, en la mism¨ªsima esquina entre Torrent de l'Olla y Travesera.

No muy lejos de ah¨ª se hallan tres plazas imprescindibles: Ruis i Taulet, Sol y Revoluci¨®n. La primera guarda dos edificios representativos: la Casa de la Vila, Ayuntamiento del distrito, y la torre campanario, con su monumental reloj, el mismo que da las uvas en fin de a?o emulando a la Puerta del Sol madrile?a. En la esquina con Goya brinda una tienda bien curiosa, Traster¨ªa La Moda, en la que se venden trastos viejos tratados y desordenados con mucho cari?o. La plaza del Sol es la m¨¢s desenfrenada. Encontrar sitio en las terrazas de El Sol Soler, El Sol de Nit o El Caf¨¦ del Sol no es tarea f¨¢cil. Quiz¨¢ por eso se ha puesto de moda ocupar el suelo de la plaza (ocupar tambi¨¦n es un verbo muy propio de este barrio), sobre todo durante la noche. All¨ª, el llamado perroflautismo insiste en malabares y en el humo que hace ver los edificios como si de atm¨®sferas flotantes de Rothko se tratara.

Cines y caf¨¦s

Menos concurrida est¨¢ la plaza de la Revoluci¨®n. En ella encontramos uno de los caf¨¦s m¨¢s ancestrales del barrio, el Canig¨®, y en la otra esquina, el Sureny, con su interminable carta de tapas de dise?o. El Canig¨® marca el inicio de la calle de Verdi, que da nombre a los cines en los que se deja ver la crema de la intelectualidad. Tambi¨¦n la librer¨ªa Taifa es un cl¨¢sico de esta calle. Despu¨¦s de los cines, a la izquierda se abre la citada plaza del Diamante, y a la izquierda, la de la Virreina, con sus terrazas, acogedoras y llenas, a dos pasos del literario y suculento restaurante Salamb¨®, de la nov¨ªsima galer¨ªa de vidrio A-B y de la galer¨ªa de arte contempor¨¢neo Julia Karp, que luce un acertado dise?o de interiores.

Muy cerca de la Virreina est¨¢ la plaza Rovira, otra explanada con solera. En ella, inolvidables personajes de Mars¨¦ (en novelas como Un d¨ªa volver¨¦, El embrujo de Shanghai) encontraban el lugar ideal para dar rienda suelta a sus elucubraciones con las que poner trampas a la realidad. Mars¨¦ tambi¨¦n homenaje¨® a Gr¨¤cia escribiendo con Serrat la canci¨®n Los fantasmas del Roxy, antiguo cine de reestreno, en la plaza de Lesseps, de esos que tanto gustan a los chavales de Mars¨¦. Plaza Rovira abajo, acabaremos dando con la calle de Mil¨¤ i Fontanals. En el n¨²mero 72 est¨¢ el bar-bodega Mart¨ªn, muy familiar, que sirve aperitivos desde 1916. Al lado est¨¢ el Mercado Central, que compite con el Mercat de la Llibertat, a ver cu¨¢l es m¨¢s genuino. Ambos dan buena muestra de la arquitectura del hierro que tantos mercados dio a la ciudad en el siglo XIX. Y en la calle Torres, ya rozando el Ensanche, espera el restaurante Z'Al¨ªa, representante de la cocina m¨¢s contempor¨¢nea.

En la plaza del Raspall, que est¨¢ a tiro de piedra de Mil¨¤ i Fontanals, El Gato P¨¦rez y el cantaor y marido de Lola Flores El Pesca¨ªlla debieron de compartir influencias, y as¨ª, de la noche porte?a a la ma?ana gracienca naci¨® la rumba catalana. De ello daba fe el documental de Ventura Pons El gran gato, distinci¨®n al compositor argentino, que da nombre a una miniplaza debajo del Raspall.

No toda la marcha se concentra en las plazas. En la calle de Mar¨ªa est¨¢, por ejemplo, uno de los santuarios del rock, el Musical Mar¨ªa, eternamente joven, en cuyas paredes se pueden observar fotograf¨ªas, p¨®sters y entradas de conciertos memorables. A dos pasos, y casi sincronizado, est¨¢ el Alfa, antro alargado, en cuya pista el pop acelera ¨ªmpetus y que sigue teniendo el no dif¨ªcil. Adem¨¢s de la plaza del Sol y alrededores, a la derecha de Gr¨¤cia se pueden visitar otros bares de porte alternativo como el Astrolabi, el Ikastola o El Coleccionista. En ellos circula la Gr¨¤cia de siempre, esa que todav¨ªa cuenta las monedas para poder pagar la ¨²ltima Estrella.

Eusebio Lahoz (Barcelona, 1976) es autor de Leer del rev¨¦s (Ediciones El Cobre)