'Nacha'
La vida de una familia gira en torno a una perra labrador. La vieja Nacha une a padres e hija. A ella es a quien conf¨ªan sus penas, temores y esperanzas. La cuarta entrega de la serie de EPS es una historia de incomunicaci¨®n entre humanos que eligen a un fiel can para ahuyentar su soledad
Noem¨ª sale del colegio a las cinco y media. Hoy tiene clase de refuerzo hasta las seis y media con Mateo, el hijo de una vecina. Ayer tuvo entrenamiento; ma?ana, ingl¨¦s e inform¨¢tica. El s¨¢bado, partido. Cada d¨ªa llega a casa alrededor de las siete, con el est¨®mago vac¨ªo y esos inc¨®modos zapatos que tanto desconciertan a sus padres; tan pesada se puso para hacerse con unos que a Pepe y Maika no les qued¨® otra opci¨®n que compr¨¢rselos, o el mundo se hund¨ªa sin remedio.
Noem¨ª s¨®lo tiene 13 a?os. Si no espabila con los ex¨¢menes, sus vacaciones van a ser una mierda pinchada en un palo, seg¨²n sus ilustrativas y siempre dram¨¢ticas met¨¢foras. Se teme lo peor, pero no sabe qu¨¦ hacer para evitarlo. Por mucho que la madre achaque el fracaso escolar al desinter¨¦s propio del pavo, Noem¨ª sabe que se ha esforzado, y que esto es todo lo que ha conseguido a lo largo de este curso: muchas asignaturas justas y algunas suspendidas; sofocos en la cancha al no tocar pelota, pese a ser la m¨¢s zancuda del equipo; dos enamoramientos imposibles, uno de un cantante ingl¨¦s y otro de un actor que lleva cuarenta a?os muerto; ning¨²n avance en su atracci¨®n fatal por el gamberro del barrio -el Palomeque sigue sin saber que existe-; un chasco con una de sus mejores amigas, que a sus espaldas result¨® que le dec¨ªa de todo menos bonita; una menci¨®n en el concurso de poes¨ªa, y un solo pecho, de momento s¨®lo ha brotado uno. Junio acaba de empezar, la verbena de San Juan marcar¨¢ el fin de la ense?anza primaria, ?y si todos sus compa?eros se despiden del colegio menos ella? Repetir es una posibilidad de lo m¨¢s deprimente: ir¨¢ con chicas m¨¢s peque?as, y con ni?os a¨²n m¨¢s peque?os. Su torpeza destacar¨¢ monstruosamente del conjunto. No lo superar¨¢.
Noem¨ª abre la puerta de casa con la llave que desde hace a?os lleva colgada al cuello. Vive en un apartamento estrecho y largo como una madriguera. Su madre est¨¢ viendo un programa de desgracias en la tele de la cocina, mientras prepara la cena.
-Qu¨¦ hay, mam¨¢.
-Mira, pelando unos guisantes.
Noem¨ª abre la nevera, saca el tuper del jam¨®n de york y lo huele.
-?Puaj!, este jam¨®n est¨¢ malo.
-Pues t¨ªraselo a los gatos del solar.
-A ver si te crees que los gatos del solar son gilipollas.
Noem¨ª arranca un pedazo de pan de la barra y se sienta junto a su madre.
-?Qu¨¦ tal con Mateo? -pregunta Maika.
-Bien. ?l dice que aprobar¨¦ sin problemas.
-Pues claro que s¨ª, Noe. S¨®lo con que te apliques un poquito, te lo sacas volando.
-Ya -suspira, con los carrillos llenos de pan-. Volando.
Maika no percibe la iron¨ªa ni la tristeza en la voz de Noem¨ª. Se est¨¢ compadeciendo de un anciano que pide ayuda en televisi¨®n: los propietarios del piso de renta antigua donde vive le putean cruelmente para que se largue. En la publicidad retoma el hilo.
-Qu¨¦ buen chico es ese Mateo, ?no es verdad? Siempre tan amable, tan educado. No me extra?a que su madre se pase el d¨ªa entero hablando de ¨¦l. Lo que no entiendo es c¨®mo todav¨ªa no le ha salido una novia; un yerno as¨ª es la ilusi¨®n de cualquier madre.
-Es que es gay. Y ve a dec¨ªrselo a la madre de su novio, lo de la ilusi¨®n. Se ve que le env¨ªa cartas desde Am¨¦rica llenas de insultos y amenazas.
-Qu¨¦ tonter¨ªa. Para uno que es educado y limpio. ?Te lo ha dicho ¨¦l?
-Ay, no hace falta, mam¨¢. Adem¨¢s no hablamos de estas cosas.
Ahora el anciano muestra en la tele la carpeta de las denuncias, los grifos rotos, las grietas y las humedades, incluso los restos de un incendio provocado que parece despertar el perezoso inter¨¦s de Noem¨ª; pero Maika ya est¨¢ preocupada por otras cosas.
-Pues no es nada afeminado? -murmura; parece apenada-. Muy al contrario, es tremendamente varonil. Y su amigo mejicano, tambi¨¦n.
-Es que eso no tiene nada que ver. Y lo de varonil suena cursi y antiguo, mam¨¢.
Maika mira a su hija, que habla del asunto de forma tan natural y desapasionada, con un punto de fastidio, y hace su propia interpretaci¨®n.
-Noe, hija, quiz¨¢ piensas eso porque no se han fijado en ti, pero es que a los chicos de esa edad les atraen las mujeres m¨¢s maduras, no las ni?as en plena metamorfosis.
Noem¨ª acusa la palabra, demasiado sugerente para su imaginaci¨®n.
-Yo no tengo ning¨²n problema con Mateo. Eres t¨² la que pareces decepcionada.
- ?Yo? Para nada, a m¨ª me da igual, que hagan lo que quieran. Yo lo ¨²nico que digo es que es una l¨¢stima.
-?L¨¢stima? -Noe quisiera saber d¨®nde ve la l¨¢stima: son guapos y amables, y gustan a todo Dios. L¨¢stima, ella misma y el veranito que le espera. L¨¢stima, Nacha, que est¨¢ ya muy vieja. L¨¢stima?-. Pues si has planeado casarme con Mateo, ya puedes olvidarte del asunto, mam¨¢. No s¨¦ qu¨¦ te pasa ¨²ltimamente, que quieres colocarme novio -engancha las migas con las yemas de los dedos y se los chupa-. Tengo un hambre?
-Pues hazte un bocata si quieres, ?pero no destroces el pan as¨ª! Tu padre ha llamado que se retrasar¨¢ un poco. ?Es que hoy no tienes deberes?
-Ay? -se queja-, pero si llevo diez horas estudiando cosas que no me interesan nada; no puedo m¨¢s, no puedo con mi vida?
-Est¨¢s hecha una z¨¢ngana, eso es lo que pasa -se r¨ªe la madre, crey¨¦ndolo teatro.
-?Pero si no tengo fuerzas ni para hacerme un bocadillo! Necesito desconectar un rato. ?D¨®nde est¨¢ Nacha?
-Pues d¨®nde va a estar, alcachofada en el sof¨¢, seguro.
'Nacha' ha o¨ªdo su nombre y avanza renqueante por el pasillo. Es una perra labrador de color vainilla con sobrepeso. Tiene un a?o m¨¢s que Noem¨ª, que, por tanto, no guarda un solo recuerdo sin Nacha. En el lavadero, al otro extremo del piso, le pone su raci¨®n de pienso light -un dedo m¨¢s porque le da pena- y la espera mientras come. De vez en cuando, Nacha se vuelve para ver si Noe a¨²n est¨¢ ah¨ª, en el umbral, larga y alica¨ªda, y entonces le mueve la cola con gratitud.
-Que s¨ª, come tranquila, que yo te espero. Pobrecita, entre uno que nunca est¨¢ y la otra que no se entera. Es injusto, ?verdad, Nacha? Si pudieses hablar?
Atardece cuando salen las dos hacia el solar de enfrente. Nacha sigue a Noem¨ª entre las ruinas del edificio demolido. La adolescente camina tan descompensada que al final da un traspi¨¦ y se tuerce un tobillo.
-?Hostia puta! -grita-. ?Estos zapatos son una mierda!
Y lo lanza con rabia al fondo del solar. Nacha va tras ¨¦l, husmeando el terreno. Cuando vuelve, muy contenta con el zapat¨®n en la boca, Noe est¨¢ sentada en el suelo y se frota el pie llorando de dolor.
-Qu¨¦ da?o? S¨®lo me faltaba eso, lesionarme antes del partido del s¨¢bado; aunque, ?sabes qu¨¦, Nacha?, ganas no me faltan. Ojal¨¢ sea un esguince y no tenga que jugar. O mejor a¨²n, ojal¨¢ pille algo gordo y no tenga que examinarme. Podr¨ªa entrar en coma, por ejemplo. Y todos flipar¨ªan y dir¨ªan que la pobre estudiaba demasiado, que si esto, que si lo otro, que si lo de m¨¢s all¨¢, y luego yo despertar¨ªa y habr¨ªa encogido algo y todos vendr¨ªan a verme, pero el m¨¦dico prohibir¨ªa las visitas, y hala, a api?arse en la sala de espera a hablar de m¨ª, y a fumar, y a sufrir de remordimientos. Toma ya -lo ha dicho de carrerilla y la perra escucha con la cabeza ladeada-. Y t¨² estar¨¢s a mi lado, Nacha. Y as¨ª pasaremos el verano, solas, en la cama, leyendo y viendo la tele. Y nadie podr¨¢ verme por lo menos hasta que me haya salido la otra teta -se incorpora y se sacude la ropa. Ya no llora. Su sombra recta y plana se proyecta en la pared-. Si tarda mucho m¨¢s me saldr¨¢ joroba. Mira qu¨¦ fea soy, mira qu¨¦ amorfa, Nachita. Este cacho manos pegadas a unos brazos tan flacos, ?es que las odio!, ?parecen raquetas! Por favor, ?cu¨¢ndo dejar¨¢n de crecer? Y este pelo lacio es pat¨¦tico. Si fuese sexy y alegre, el Palomeque se fijar¨ªa en m¨ª, seguro. Lo s¨¦ porque he visto la clase de chicas con las que va, parecen tan divertidas y peligrosas. Tiene que ser alucinante salir con ¨¦l? -con un palo dibuja un coraz¨®n en el suelo y una pe dentro. Se le escapa la risa y sorprende a Nacha, que est¨¢ dando esos giros que indican ha encontrado el lugar id¨®neo para defecar-. ?A Maika le dar¨ªa un pasmo! A ella le gustar¨ªa que saliera con Mateo, pero es que hay un peque?o problema, hermana, y es que no le interesamos las chicas. Debe de ser por eso que me siento tan a gusto con ¨¦l, sin la obligaci¨®n de parecer lista, o sexy, o cualquiera de esas cosas que no soy. Con Mateo puedo ser yo misma, y ?sabes qu¨¦?, que no me da corte ni miedo. Como cuando estoy contigo.
Y con el ce?o fruncido tacha la pe del coraz¨®n y en su lugar escribe una eme. Luego parpadea hacia el sol naranja, en direcci¨®n al portal por el que espera ver llegar la barriga de su padre. Nacha observa con amor verdadero el relieve de su expresi¨®n: las arrugas en la frente, los grupitos de granos, los churretes de las l¨¢grimas.
-Esto es un rollo. No es nada divertido. Si no apruebo me muero, ?comprendes? Me muero. Y eso que Mateo cuenta las cosas que parecen f¨¢ciles y no me trata como a una subnormala. ?l es genial; soy yo, que no sirvo para estudiar. Me cuesta concentrarme y a veces no entiendo las cosas. ?Ser¨¦ tonta? ?T¨² crees que soy tonta, Nacha? -le tira el palo y Nacha lo mira, luego mira a Noem¨ª; se lo est¨¢ pensando-. Pero si temo ser tonta, entonces es que no soy tan tonta, ?no? Porque s¨®lo los tontos no se dan cuenta de que lo son -Nacha va por el palo-. No se lo digas a nadie, pero odio el baloncesto. Antes de los partidos me pongo enferma, me dan ganas de vomitar y todo. Me ignoran; me siento patosa, invisible. Mateo dice que es muy sencillo: me borro y no juego m¨¢s, y se acab¨® la tortura. Pero a Pepe le hace ilusi¨®n, y por lo menos le veo en los partidos, junto a los dem¨¢s padres. All¨ª no me mira como si no me conociera, como si no supiese qui¨¦n soy -la acaricia con ternura-. T¨² eres la ¨²nica a la que puedo contar esto. Maika no me escucha, est¨¢ convencida de que no me esfuerzo lo suficiente. Me preocupa. ?A ti no? ?No has visto que ¨²ltimamente est¨¢ m¨¢s despistada, como apartada de todo? Yo creo que se est¨¢ volviendo loca. "Mmmmm? Eras t¨² quien me diooo m¨¢s abrazos en los malos momentooooos, mmmmmm, lalaliro laliroooo" -el canto espont¨¢neo se acaba convirtiendo en un bostezo-. C¨®mo mola esa canci¨®n. V¨¢monos, Nacha. Ya le ver¨¦ ma?ana, a Pepe, y si no, el s¨¢bado. El s¨¢bado, seguro. Estoy tan cansada? L¨¢stima que ya no me duela el pie. "Mmmm? m¨¢s abrazos en los malos momentooos?". Qu¨¦ cabrones, ?eh?, le hab¨ªan prendido fuego al piso con el viejo dentro? Ni hambre tengo.
Pepe asoma la cabeza, peque?a en relaci¨®n al ancho de la cintura.
-?Y la ni?a?
Es la pregunta del d¨ªa que termina, la pregunta de las nueve y media de la noche aproximadamente. Pepe sue?a con el d¨ªa en que Maika responda otra clase de cosas, del tipo "la ni?a ha llamado desde Berl¨ªn hace un rato, que se iba a la ¨®pera con su marido; que si hemos recibido las fotos de los cr¨ªos y la cesta de quesos que ha mandado enviar".
-La ni?a se cans¨® de esperarte y se fue a la cama hace un rato. Y sin cenar. Primero dijo que ten¨ªa mucha hambre, luego se zamp¨® media barra de pan y desapareci¨®. No es alimento para una adolescente que est¨¢ creciendo a ese ritmo.
-No pasa nada.
-Ya s¨¦ que no pasa nada, nunca pasa nada, pero deber¨ªas hablar con ella.
-?De qu¨¦?
Cuando Pepe se sienta en el sof¨¢, ¨¦ste cede a su peso, y Maika, con la cena en una bandeja sobre las rodillas, frente a las noticias de la tele, se escurre un poco hacia ¨¦l. Cenar as¨ª se le hace muy inc¨®modo. Y demasiado tarde se acuerda de las cervezas en la nevera.
-No se esfuerza, Pepe, no pone inter¨¦s en nada; parece que todo le importe un r¨¢bano.
-Seguramente es cosa de la edad.
-No tiene alegr¨ªa de vivir; anda por ah¨ª como un alma en pena, arrastrando esos zapatroncos espantosos.
-Pssst? Hay que ver qu¨¦ poco tacto tienes, Maika, si sabes lo acomplejada que est¨¢.
-Con trece a?os y un cuarenta de pie, yo tambi¨¦n lo estar¨ªa. No s¨¦ a qui¨¦n ha salido.
-Pues no ser¨¢ porque yo no te lo he explicado miles de veces, lo que pasa es que t¨² tampoco pones inter¨¦s en nada ni tienes alegr¨ªa de vivir -Maika chasquea la lengua y se levanta; Pepe es un bromista patol¨®gico-. Ha salido al farmac¨¦utico del pueblo de mi madre.
-Pero qu¨¦ tonter¨ªas dices. Desde luego en eso es clavadita a ti -comenta, ya de camino a la cocina.
-?Ya que est¨¢s ah¨ª, tr¨¢eme una cerveza fr¨ªa, por favor!
Maika vuelve enseguida con la lata y una sonrisa pac¨ªfica.
-Si tu madre, que en paz descanse, era una santa, Pepe, que somos todos del mismo pueblo y lo sabemos todo los unos de los otros.
-Yo no digo que no fuera una santa. Lo que digo es que mi padre era un capullo, y el farmac¨¦utico, un gran tipo, y no me refiero a sus dos metros de altura. O por lo menos eso dicen los que le conocieron bien, porque yo era un beb¨¦ de pecho. Recuerdo que me pesaba y med¨ªa con un inter¨¦s?
-S¨ª, hombre, y de la luz de su mirada te vas a acordar t¨².
-Yo me alegro por mi madre -Pepe engulle mientras habla-. Y como era tan buena, la suerte la acompa?¨®; mi hermana sali¨® igualita a ella, y yo me parezco al abuelo materno, apodado El Pre?ao porque ten¨ªa una panza como una gestaci¨®n fuera de cuentas. Lo del farmac¨¦utico, todito para Noem¨ª, pobrecita m¨ªa.
-De carita es como yo.
-T¨² eras m¨¢s guapa.
El cumplido, inesperado pero sincero, muerde la conciencia de esta pareja de padres tard¨ªos. El pron¨®stico del tiempo en el telediario se escucha en inc¨®modo silencio.
-Ahora creo que anda medio enamorada del de Rosa -dice Maika-. Desde que ese chico le da clases vuelve con el ce?o fruncido, pensativa; no s¨¦ si est¨¢ sufriendo o qu¨¦.
-Pues de ser como dices no demostrar¨ªa demasiada intuici¨®n, la verdad. Al de Rosa no le van las t¨ªas, y es una l¨¢stima, el chaval es cojonudo para la ni?a.
-?Y t¨² c¨®mo lo sabes?
-Ay, mujer, pues?, no s¨¦; esas cosas se notan, ?no?
Pues Maika no lo hab¨ªa notado y parece contrariada. Pepe est¨¢ con m¨¢s hambre que antes de cenar, y para distraerla se pone en marcha. Va al lavadero y le pone a Nacha su raci¨®n de pienso light -un dedo m¨¢s porque le da pena-, y la mira comer mientras se hace la siguiente reflexi¨®n: hay que ver, con dos mujeres en casa y la perra siempre hambrienta y sin hacer sus necesidades. Las hembras son m¨¢s pr¨¢cticas, pero menos compasivas con la vejez. Aunque parece que Nacha mastica sin prisa. ?Habr¨¢ perdido tambi¨¦n ella la alegr¨ªa de vivir? Pero no, en cuanto termina de comer, ya caracolea a su alrededor, emitiendo gru?idos alegres.
-?Tienes caca, t¨²? Mi culona, bonita t¨²? -la jalea, sacudiendo su lomo hasta que sale polvo-. Vamos, pero, ya sabes, que no se entere la parienta, ?eh?
Oscurece cuando Pepe lleva a 'Na-
cha' al solar de enfrente. La perra camina rezagada, olisqueando sus propios pip¨ªs. Pepe mira a un lado y a otro; luego arriba, hacia la ventana de Noem¨ª, y finalmente se enciende el cigarro que llevaba en el bolsillo. Le da la risa y se atraganta. Nacha se le acerca trotando, preocupada por su acceso de tos.
-Si pudieras hablar? Dime una cosa, Nacha, ?te chivar¨ªas o me guardar¨ªas el secreto? ?Cu¨¢nto hace que?? A ver, ay¨²dame a recordar; te sacaba m¨¢s de una hora, pero ?ad¨®nde ¨ªbamos? Aqu¨ª estaban las oficinas, o sea, que ¨ªbamos a lo que ahora es el polideportivo, y eso fue? a ver? ?La leche! No puede ser, no es posible. ?Nacha! -Pepe se pone en cuclillas, con las piernas abiertas a cada lado de la panza; Nacha hace esfuerzos por lamerse los cuartos traseros-. Escucha, ?va a hacer diez a?os! Diez a?os haciendo creer a todo Cristo que no fumo, menos a ti. Una d¨¦cada fingiendo, sufriendo en cada celebraci¨®n, en cada reuni¨®n de trabajo; sufriendo como un cabr¨®n durante las vacaciones. Siempre buscando el momento, usando el ingenio y, claro, tambi¨¦n la mentira. ?Diez a?os! ?Es posible? -y en vez de re¨ªrse a carcajadas, como otras veces, se queda de un humor sombr¨ªo-. Siempre cre¨ª que Maika lo sab¨ªa; que ve¨ªa el humo en el ba?o, la colilla flotando, briznas y cerillas en mis bolsillos, y se hac¨ªa la sueca? Pero ahora ya no lo ve. Me pregunto desde cu¨¢ndo no lo ve, o desde cu¨¢ndo no le importa. ?Dos, tal vez tres a?os? Tambi¨¦n me pregunto de qu¨¦ me sigo escondiendo exactamente. Me siento como un gilipollas. ?Soy un gilipollas, Nacha? -la perra se tumba y resopla, respira con dificultad-. Estoy preocupado por Maika, a ti te lo puedo decir. Esa falta de coordinaci¨®n no es normal, se ha ca¨ªdo dos veces en lo que va de mes, que yo sepa; igual sabes t¨² m¨¢s que yo. Si pudieses hablar? -coge un palito y lo lanza; Nacha le mira-. Ve a buscarlo, es bueno para tu artrosis? Lo que me tiene la mosca detr¨¢s de la oreja es que no quiera hacerse un chequeo, ella que ha sido tan de m¨¦dicos, Nacha, siempre con la agenda llena de horas tomadas; si no era el ginec¨®logo, era el dentista, o el dietista, o el veterinario. Pues ahora ni los nombra, oye. Le digo que se haga unos an¨¢lisis, para saber por qu¨¦ est¨¢ tan cansada, de qu¨¦ le viene esa apat¨ªa que la tiene como paralizada, y dice que s¨ª, que s¨ª, pero no tiene iniciativa de nada -pisa el cigarro y se queda triste y quieto; con gran esfuerzo, Nacha se levanta y va a buscar el palito para ¨¦l-. Cuando me jubile, me la llevo de viaje, para que vea algo de mundo antes de dar con nuestros huesos en el pueblo, ?qu¨¦ te parece? Bueno, cuando me jubile y a Noe se le pase esa tonter¨ªa que lleva encima, que es que hay que ver, Nacha, el garbo que me arrastra? S¨¦ que t¨² la quieres como a una hermana y est¨¢ feo lo que te voy a contar, pero que quede entre nosotros. Yo la cena ligera la digiero en cinco minutos, ?vale?, pues en eso que la otra noche va y me entra hambre; total, que me levanto, voy hacia la cocina y se me cruza un fantasma largo y estrecho como un cipr¨¦s, paliducho, el pelo aplastado sobre la cara, y pienso: ?qui¨¦n carajo es?, ?qui¨¦n es esa extra?a aparici¨®n que deambula por mi casa? No me asust¨¦ porque yo no soy de asustarme, que t¨² lo sabes. ?Pues era mi propia hija, y no la reconoc¨ªa! -Nacha mordisquea el palo, tumbada sobre el coraz¨®n pintado en el suelo-. Ay, Noem¨ª, Noem¨ª? Volvamos a casa.
A 'Nacha' le cuesta caminar y est¨¢ muy sofocada, pese a que el aire ha refrescado. A su torpe paso, los gatos se desperezan tranquilos; hace tiempo que los gatos del solar le han perdido el respeto.
-Ahora, que cuando me jubile dejo de fumar; de verdad, Nacha, te lo juro. Y no te creas, que si no hiciese este numerito, ya me habr¨ªa pulido el paquete, y as¨ª, a lo tonto, a lo tonto, mira, ¨¦ste ha sido el cuarto del d¨ªa?
Maika lava los platos lentamente. El ruido del calentador la relaja, y el agua caliente y jabonosa compensa el dolor de espalda. El fregadero es algo m¨¢s bajo de lo normal por un defecto de construcci¨®n; el piso lo compraron sobre plano y lo estrenaron ellos. Desde entonces han cambiado de coche varias veces, han puesto parqu¨¦ y aire acondicionado, han viajado a las islas Baleares y han comprado la casa del pueblo, pero nunca han arreglado ese fregadero en el que Maika friega encorvada un m¨ªnimo de tres veces al d¨ªa. ?Y por qu¨¦? Maika ya no lo recuerda. De un tiempo a esta parte, su mente se ha simplificado y su mundo ha encogido. Sus emociones se han anestesiado. A veces nada le duele, pero en su fuero interno sabe que algo no va bien.
-Me voy a la cama -dice Pepe, y, con el sobresalto, a Maika se le escurre un plato de las manos y se hace a?icos.
-Me has asustado? Otro plato de los que nos regal¨® tu hermana para la boda; ¨¢nimo, que ya s¨®lo quedan tres soperos y dos planos.
-Deja, ya lo recojo.
-?Has hablado con Noe? -pregunta Maika, terminando de aclarar los cubiertos.
-Qu¨¦ pesada est¨¢s. D¨¦jala, mujer, si todo est¨¢? como tiene que estar. ?O no?
-Yo no lo s¨¦.
-De acuerdo -accede, a no sabe qu¨¦, para complacerla-, ma?ana hablo con ella. De todas formas, si lo del Mateo lo dices porque lo has le¨ªdo en su diario, ya te digo que me parece fatal, que deber¨ªas tenerle m¨¢s confianza a la ni?a aunque no te la inspire, que has de darle esa oportunidad porque reci¨¦n empieza a enterarse de algo y la necesita. Esto que te digo es importante, Maika.
-No he le¨ªdo nada en ning¨²n sitio m¨¢s que en su cara. Adem¨¢s, este a?o no hace ni diario.
Maika escurre la bayeta. Va a darse crema en las manos cuando tropieza con Nacha, que ronca en el suelo.
-?Siempre en medio, un d¨ªa me voy a partir la crisma por tu culpa! -Nacha mueve la cola con ojos culpables y so?olientos; Pepe ha desaparecido-. ?Y a alguien se le ha ocurrido darte de comer? ?Alguien te ha sacado? No padre. Si no me ocupo yo, nadie se acuerda de esta vieja perra. Todos la quieren mucho, eso s¨ª.
Maika le pone su raci¨®n de pienso light -un dedo m¨¢s porque le da pena- y observa con preocupaci¨®n c¨®mo Nacha huele las bolas antes de com¨¦rselas de una en una. Hace tiempo que tambi¨¦n est¨¢ como desganada, deslomada, derrengada.
-Pero cada d¨ªa m¨¢s gorda, yo no lo entiendo. Y la pobrecilla se aguanta lo que haga falta? -el lavadero siempre est¨¢ limpio y seco, por eso lo dice-. No entiendo nada; es todo tan raro, tan extra?o? Anda, vamos, pero s¨®lo un ratito, que estoy muerta.
Cae la noche cuando Maika y 'Nacha' salen a pasear al solar de enfrente. Caminan muy cerca la una de la otra porque todav¨ªa no se ha encendido el alumbrado, y Nacha no ve, y Maika tiene miedo.
-?Hala, Nacha, menos mal que estamos en la calle, que si no nos intoxicas! ?Te duele la barriga? Eso te pasa por tragona; mu¨¦vete, venga, que va bien para los gases? -aligeran el paso; Nacha est¨¢ hinchada y le cuelga un palmo de lengua; hacen un alto junto al coraz¨®n pintado de Noem¨ª-. Mira eso, eme de Mateo? ?Lo ves como est¨¢ coladita por ese chico? Por eso dice que es gay, y Pepe, por envidia. Claro que no me extra?a nada, ni lo uno, ni lo otro. El muchacho es ideal, y el mejicano, no digamos. ?Y si es verdad que son novios? ?Podr¨¦ seguir fantaseando con total libertad? C¨®mo he podido ser tan? Ay, qu¨¦ rabia, no me sale la palabra -m¨¢s que tumbarse, Nacha se deja caer-. Porque el tijerillas ese que le gusta a Noe da pena verlo, con esas piernas como dos l¨¢pices, menudo elemento. Que poco desenvuelta es la ni?a, ?no crees? O quiz¨¢ es que yo tengo prisa por verla crecer. Bueno, por verla dejar de crecer, m¨¢s bien, o hacerse pronto a su cuerpo. La he mimado demasiado. Un par de hermanos le hubiesen venido bien, pero Dios no quiso. Tuve dos abortos seguidos, y cuando ya hab¨ªa desistido lleg¨® Noem¨ª. Fue poco despu¨¦s de que Pepe te trajese de regalo para que me consolaras de la depresi¨®n. T¨² me trajiste suerte, comadre -Nacha cierra los ojos y levanta la cabeza buscando aire-. Noem¨ª? es un nombre hebreo, significa mi delicia, ?a que no lo sab¨ªas? Tengo que convencer a Pepe que la lleve de viaje, en cuanto se jubile, para que vea un poco de mundo, para que coja un poco de aire en la camiseta? Y t¨² y yo les esperamos en el pueblo la mar de discretas. No s¨¦ t¨², pero yo siento la necesidad de recogerme, como esos animales viejos y enfermos que se hacen a un lado para reventar, qui¨¦n sabe si por pudor o para evitar a los suyos lo m¨¢s penoso. Ea, vamos?
Maika empieza a deshacer camino. Est¨¢ muy oscuro y se gu¨ªa gracias a la luz de los televisores que sale de las ventanas.
-No se lo digas a nadie, pero estoy perdiendo memoria. Noto que mi cabeza no funciona, que me olvido de las cosas, que no encuentro la palabra. Pero lo peor es que no me importa. Ni si voy o vengo, ni a qu¨¦ d¨ªa estamos; s¨®lo me importa Noem¨ª. Tengo un mal presentimiento, y el instinto me dice que debo dejarla colocada. Es mi ¨²nica hija, t¨² ya me entiendes. ?Recuerdas a tus cachorros, Nacha? ?Te doli¨® cuando los regalamos? ?Les echas de menos? Si pudieses hablar? ?Nacha? ?D¨®nde est¨¢s? Si est¨¢s haciendo caca date prisa que es muy tarde? Nachaaaa.
Maika silba. Algunas farolas se encienden y los insectos aletean en la luz. Es la hora en que roedores y otros seres nocturnos acuden a las basuras y se abre la veda para los gatos del solar. Verlos cazar, como bailarines, era un espect¨¢culo que siempre hab¨ªa fascinado a Nacha.
-?Pu?eta, no me asustes, que no est¨¢ el horno para bollos! ?Nachaaaaaaaa!
Berta Mars¨¦. Acaba de publicar En jaque (Anagrama), su primer libro de relatos. Naci¨® en Barcelona hace 36 a?os y ha heredado, posiblemente, la vocaci¨®n literaria de su padre, el escritor Juan Mars¨¦.
Berta Mars¨¦. Acaba de publicar En jaque (Anagrama), su primer libro de relatos. Naci¨® en Barcelona hace 36 a?os y ha heredado, posiblemente, la vocaci¨®n literaria de su padre, el escritor Juan Mars¨¦.
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