Im¨¢genes de un caluroso d¨ªa de agosto

El sol se present¨® en Madrid, vigoroso, diez minutos antes de las siete de la ma?ana. Cinco horas despu¨¦s, dos tipos de extranjeros se resguardan de ¨¦l bajo los soportales de la Plaza Mayor. A un lado, una cola interminable, en su mayor¨ªa inmigrantes latinoamericanos, espera su turno para empadronarse; al otro, dos turistas de EE UU compran una acuarela con flamenca incluida. "No s¨¦ por qu¨¦ tendr¨¢n esa fama. Los mejores clientes son los americanos. Y los m¨¢s simp¨¢ticos", comenta Daniel, el mexicano que pinta los toreros y Puertas de Alcal¨¢ que se llevan los guiris.

Doce del mediod¨ªa del jueves 3 de agosto de 2006. Las calles de Madrid arden, a 30 grados, con gentes sudorosas buscando un respiro a la sombra.

Riadas de jovencitos pasean por Preciados buscando el modelo del verano o sentados en las terrazas. Los rigores del calor obligan a vestir m¨¢s corto; y los escuetos atuendos invitan a las miradas libidinosas. M¨¢s de uno -y de una- no resiste la tentaci¨®n de voltear la cabeza.

Mientras tanto, unos llegan a la ciudad (habr¨¢n nacido ese d¨ªa muchos ni?os, habr¨¢n aterrizado y despegado 1.240 aviones) y otros se van (habr¨¢n muerto 60 personas, con 44 a?os el m¨¢s joven, con 96 el m¨¢s anciano).

Turistas. Montados en un autob¨²s que por 14 euros y medio les ense?a lo que pueden ver por medio si cogen uno de l¨ªnea, una familia de ginebrinos mira los monumentos. Los dos hijos adolescentes se aburren. S¨®lo cuando pasan por una tienda de ropa deportiva en la Calle Mayor muestran alguna emoci¨®n. Convencen a los padres y se bajan para dejarse unos cuantos francos en zapatillas y camisetas.

Es una pena porque, si continuaran unos metros m¨¢s, presenciar¨ªan una escena t¨ªpicamente madrile?a: al llegar a la Puerta del Sol, desde el autob¨²s se ve un paisaje que recuerda a un bombardeo. Son las obras de la nueva estaci¨®n de cercan¨ªas.

Un total de 10 obreros dominicanos est¨¢ tumbado en una fuente del paseo del Prado, frente al Palacio de Correos. Uno salpica a otro y ya ha empezado la bronca. Adonde no hay que ir si uno no quiere cocerse es al metro. Despu¨¦s de seis minutos de espera en un and¨¦n atestado de abanicos, elegir un vag¨®n con aire acondicionado se convierte en una aventura.

El viento se presenta a la hora en que el d¨ªa se escapa, envolviendo las terrazas de la plaza del Dos de Mayo. Uno casi se alegra de haberse quedado en la ciudad durante el verano: el atardecer resulta espl¨¦ndido. Por cierto, el jueves 3 de agosto el sol se puso en Madrid a las 21.28.